La arquitectura de Giuseppe Terragni se despliega con
una intensidad inusitada en un período muy corto de tiempo, coincidente
con el desarrollo del fascismo italiano. Si en la primera parte de su obra
se entremezclan, con una cierta frescura, devociones futuristas -patentes
en lo que va desde sus primeras obras al Monumento a los Caídos de
Como (1931-33) o la Sala "0 del '22" de la Mostra Decennale della
Rivoluzione Fascista de 1932- con aproximaciones estilísticas al
racionalismo europeo -el Novocomum (Como, 1927-28), fundación del
Gruppo 7 (1926) y el MIAR(1928)- en la obra posterior a 1930 se
profundiza cada vez más la tensión entre lenguaje e ideología que marca
a la cultura italiana de la década del Treinta.
La Casa del Fascio en Como (1932) parte de un programa funcional
nuevo y se emplaza en un terreno escaso ubicado frente a una vasta plaza,
al otro lado del Duomo local. Terragni la concibe como un prisma
perfecto (33 mts por 33 mts por 16 mts) en el que una lúcida ecuación de
superficies y profundidades -refinadas estilizaciones de los campaniles,
de los "fascios littorios" y de otros elementos simbólicos- se ordena según
las precisas directrices geométricas del entramado estructural -estilización
del "marco" Novecentista. Los tres "marcos-pantalla" que se suceden
paralelamente en el paso desde el exterior al interior revelan el papel de
máscara simbólica que adquiere la fachada a la plaza. Todo parece
destinado a iluminar las matrices ideológicas que dan razón a la obra y
que las intervenciones murales de Mario Radice hacen aún más evidentes.
Este primer anuncio de una archittettura come profezia, variante italiana
de los "sueños de la razón" se erige en aplacado de mármol blanco -
aunque Terragni se refiera a ella como la "casa de vidrio"- contra el
International Style, contra la "machine à habiter" de Le Corbusier, pero
también contra las pilastras del monumentalismo de Piacentini.
El despliegue evanescente de sus obras del período 1933-39 -Edificio
Rustici en Milán, Villa Bianca en Seveso, Asilo Sant'Elia y Casa Giuliani
Frigerio en Como- borra definitivamente cualquier rastro de dinamismo
"futurista" o "expresionista", a favor de una integración de todos los
recursos disponibles como prismas, vacíos, estratificaciones, iteraciones,
desplazamientos, cortes, etc., en la propia forma y en sus leyes
estructurales-sintácticas. Así como en la Casa del Fascio en Como,
Terragni reinterpretaba la tipología del palacio público como corazón de
una ciudad fascista, las obras de la década del Treinta -muchas de ellas,
de origen privado- muestran el léxico con el cual esa ciudad debería ser
construida. Es significativa la manera en que una de sus últimas obras, la
pequeña Casa del Fascio en Lissone (1941) confía la función
monumental a la figura de una atemporal Torre de piedra (Torre Littoria),
transformada en complejo mecanismo altar-"arengario"-monumento
urbano, mientras que el resto del edificio -oficinas y salón de actos-
parece vincularse a ella mediante un diálogo de contrastes de posición,
materiales y cromatismo, actuando como un fondo pleno de energía
plástica.
Los dos intentos más exasperados de mostrar su "método" aplicado al
espacio mítico fascista –el proyecto A del concurso del Palazzo Littorio
(1933-38) y el Danteum (1938)– trabajan, con un material similar sobre
un mismo solar, signado por la vecindad de los restos de la Basílica de
Magencio. En el primero se produce una convergencia entre el
mecanismo de una planta baja compuesta por fragmentos, en sintonía con
las ruinas vecinas del Foro -el pasado- y el gran muro flotante de porfirio
frente a la Vía del Impero, tatuado por las líneas isostáticas, sólo hendido
por el balcón del Duce -el futuro. El muro parece actuar como una gran
presa -la vista aérea de la marea humana concentrada en la vía del Impero
es elocuente- que todo lo acoge y resume, anulando y fusionando toda
temporalidad.
El proyecto del Danteum se produce bajo condiciones históricas
diferentes: declaración del Imperio, invasión de Etiopía, ruptura con la
Liga de las Naciones, autarquía. Terragni italianiza contenido y forma:
las elecciones formales, el orden áureo, las correspondencias matemáticas
y geométricas, las distintas proporciones de llenos o vacíos, las relaciones
que se establecen entre unas "pesadas" columnas cilíndricas, el suelo o el
techo, organizan el sistema de referencias a la Divina Comedia -un
símbolo, a su vez, de la unidad italiana. La secuencia Infierno -
Purgatorio - Paraíso es mostrada a través de un gran movimiento en
espiral ascendente, que alude al tiempo infinito y siempre igual a sí
mismo en el que se mueven los personajes de Dante. Casi como una
justificación autobiográfica pensada en la antesala de la Segunda Guerra,
parece resonar en su espacio la frase pronunciada al comienzo del poema:
"Ignoro como entré allí"(Canto 1,10).
Texto procedente de: Giuseppe Terragni. Lo Moderno como representación.
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