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Castillo de La Mota

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Castillo de La Mota

El Castillo de La Mota se encuentra ubicado en la villa de Medina del Campo, (Valladolid, España). Situado en una elevación del terreno —mota—, domina la villa y toda su extensa comarca. De él arrancaba un recinto amurallado, ampliado en tres ocasiones, que abrazaba la población, y del cual subsisten algunos restos. Se edificó con el característico ladrillo rojizo propio de la zona, empleándose la piedra únicamente para pequeños detalles como troneras, escudos, etc. Fue declarado Bien de Interés Cultural (B.I.C.) el 8 de noviembre de 1904.

La villa debió de ser repoblada entre los años 1070 y 1080, fortificándose primeramente el recinto de la villa vieja, conocido como La Mota. Con el crecimiento de la ciudad, el recinto de La Mota quedó convertido en una fortaleza independiente de la propia villa.

Descripción

El edificio actual debe su imagen a un largo proceso de restauración, aún en curso, iniciado a raíz de su declaración como Bien de Interés Cultural (B.I.C.), el 8 de noviembre de 1904.

El castillo posee planta trapezoidal y consta de dos recintos. El primero o barbacana, es bajo, con cubos en los ángulos y en el centro de cada uno de sus lados. Presenta escarpa hacia el foso, y la puerta se protege por dos robustos torreones, comunicados en sentido vertical. El segundo recinto, mucho más sólido, tiene muros de gran altura y fuertes torreones en los ángulos, destacando por su elevación la torre del Homenaje.

  • Torre del Homenaje: tiene planta cuadrada y mide 38 metros de altura y 13,5 metros de anchura en cada lado de su perímetro exterior. Unida a los muros del segundo recinto, forma el ángulo norte del mismo, defendiendo la puerta de entrada que da al Patio de Armas. En la actualidad consta de 5 plantas. La primera y segunda, están reconstruidas, son octogonales, con bóveda plana. La tercera, también reconstruida, es un cuadrado con bóveda de plena cimbra. Sobre éstas se encuentra la más bella e interesante de todas, reformada por una estancia de planta cuadrada que se transforma en un octágono por medio de semibóvedas de aristas o trompas, que cierran los ángulos del cuadrado y después de un polígono de 16 lados montado en una arquería volada de planta triangular, abriéndose cada arquito sobre una base que va disminuyendo desde arriba hacia abajo hasta terminar en punta. También de planta cuadrada y bóveda de claustro es la estancia del piso más alto, transformándose en un octágono por medio de unas pechinas planas situadas en los ángulos del cuadrado. En la plataforma de la torre hay matacanes a lo largo de cada una de sus fachadas, protegidos a su vez por ocho garitones que forman ángulos entrantes en ésta. En el centro se levanta una torre caballero de arcos de medio punto.
  • Patio de Armas: se organiza por medio de tres crujías que se abren al patio por una serie de arcos apuntados, reproduciendo las trazas originales de las dependencias del castillo. La portada gótica es un vaciado de la que mandó poner Beatriz Galindo, la Latina, en el Hospital de Madrid que llevaba su nombre. El original de esta portada es obra de un artista árabe, el alarife Hazan. Está hecha al gusto musulmán, como lo indica la curva del arco de ingreso, que luce una decoración de bolas, estatuillas bajo lindos doseles y realzando el conjunto una airosa ventana, todo ello encuadrado dentro de un alfiz de tipo naturalista. Se representa el abrazo de San Joaquín y Santa Ana ante la Puerta Dorada, los timbres de los Ramírez y los Galindo, y estatuas de dos santos. La colocación de esta portada en el Patio de Armas se debe al Marqués de Lozoya.
  • Capilla: dedicada a Santa María del Castillo; es de tipo románico-mudéjar, sugerida por F. Justo Pérez de Urbel. Sobria y serena de líneas, ajustada a las normas de la más pura liturgia y simbología cristiana. Es una de las dependencias más bellas del castillo. En el altar mayor hay un sencillo retablo con bajorrelieves que representan a seis santos españoles: San Raimundo de Fitero, Santiago Apóstol, San Fernando, Santa Teresa de Jesús, San Isidro y San Isidoro. También hay un sagrario de plata de forma basilical y líneas románicas. Corona este retablo un Cristo de marfil del siglo XVI con cruz de forja. En los laterales hay dos imágenes: Santa Maria del Castillo y San José, obra del escultor José Clara, son conocidas como el "grupo de la Mota", están talladas en un tronco de cerezo cuya tonalidad armoniza con el ladrillo de la construcción. En el lado izquierdo del crucero hay un Tríptico‏‎ flamenco que unos críticos atribuyen a Memling y otros a Van Eyck (es propiedad del Hospital de la Inmaculada Concepción y San Diego de Alcalá, Patronato de Simón Ruiz Envito, de Medina del Campo). En el lado derecho hay una talla de Santa Teresa del siglo XVII, procedente del taller de Gregorio Fernández. En la zona de los pies de la capilla hay una tabla catalana con influencia italiana del siglo XV.
  • Vestíbulo: está decorado con una copia de la carta de Juan de la Cosa, pintada por Viladomat sobre tela, reproducción de la del Museo Naval de Madrid, y una talla de madera procedente de Haití. Es un tronco que representa a un indígena con tambor y dos figuras laterales.

A la planta noble se accede por una escalera de Honor, de estilo gótico flamígero, copia también de la del Hospital de la Latina citado. En esta planta se encuentra el salón de Honor, con acceso a una de las torres rectangulares, una pequeña sala de siete metros de longitud por dos de anchura llamada "el mirador o peinador de la Reina", en recuerdo de doña Juana la Loca, donde dicen que se pasaba largas horas esperando el retorno de su amado esposo. Está cubierta con bóveda ojival de cañón seguido, orlada de tercerías góticas y rosetones, en ella quedan restos de la primitiva policromía. En los tímpanos de la bóveda campeaban los emblemas de los Reyes Católicos, que en la actualidad apenas se perciben. El salón está decorado con yeserías que representan los mismos símbolos que hay en el mirador de la Reina.

Evolución y restauraciones sufridas

El castillo actual aprovecha una esquina del recinto de la villa vieja, construido en hormigón de cal y canto, y de similares características a otros recintos de la repoblación de finales del siglo XII y principios del XIII, como el de Olmedo. La puerta Mudéjar que se conserva en este recinto, atrapada dentro del castillo, y el forro de las torres primitivas con fábrica de hormigón y verdugadas de ladrillo recuerdan también a algunas puertas de Olmedo y a la muralla de la vecina villa de Madrigal, y podría fecharse a finales del siglo XIII, o principios del XIV.

De las obras que al parecer hizo el infante don Juan de Aragón, hacia 1433, sólo se conservaría el relevante de una de las torres rectangulares de la muralla vieja, cuyo arco posterior ciega el muro del castillo de Enrique IV. La obra de este rey, identificada con la torre del Homenaje, que le atribuyen hacia 1460, debía estar acabada en 1468, cuando explícitamente es citada en la donación a su hermana Isabel.

El castillo así construido era realmente un atajo en una esquina del vasto recinto de La Mota, formado por dos lienzos perpendiculares y una gran torre del Homenaje en su esquina. Pese a la irregularidad, provocada por aprovechar parte de la muralla, el edificio resultante responde a las características de los castillos de la Escuela de Valladolid. Resulta singular, sin embargo, que el muro que arranca desde la torre del Homenaje en dirección a la puerta mudéjar se trazó con la intención de que el nuevo recinto englobase un pozo preexistente, sobre el que el muro pasa, practicándose una chimenea en su interior, para permitir su uso. Un brusco giro del muro, apenas sobrepasado el pozo, permitía que la puerta primitiva continuara en servicio al exterior del castillo, integrándose sin embargo las torres de la puerta en las defensas del castillo y otorgándole a éste el control del paso. Interiormente el castillo tenía un Patinillo defensivo alrededor de la torre del Homenaje, y sobre él volaba un puente levadizo, hasta un acceso elevado de la torre, a la manera del Castillo de Mombeltrán. Las escaleras empotradas en los muros por las que actualmente se accede a la torre del Homenaje son falsas y se construyeron en las restauraciones de 1913 y 1940.

Este fue posiblemente el castillo que sufrió los ataques de 1467 y, casi con seguridad, el asalto de 1473. Los impactos de Bolaños de artillería que el recinto, y especialmente la torre del Homenaje, presentan deben de tener este origen, por cuanto no se ha documentado ningún otro ataque posterior.

La construcción de la barrera artillera por los Reyes Católicos, supuso la destrucción del recinto de la villa vieja externo al castillo de Enrique IV, rodeando a éste con sus fuertes muros y su profundo foso. La obra realizada para este fin, hizo del castillo de La Mota la fortaleza artillera más avanzada de Europa. Los trabajos duraron 7 años (1476 - 1483), costó algo más de 4 millones de maravedíes (una suma respetable para la época), y sus artífices fueron el maestro Fernando, un artillero de los ejércitos reales y el maestro Abdalla, un alarife mudéjar. La barrera con sus cuatro niveles de tiro, sus más de doscientas bocas de artillería, sus sistemas de ventilación y sus galerías intramuros (más de medio kilómetro), la convirtieron en la fortificación más avanzada de su época.

Su planta se adapta al perímetro del edificio preexistente, desplazando los lienzos que forman una de sus esquinas, para "dejar sitio" a la torre del Homenaje, a la manera del castillo de Portillo o Caracena. La torre de esta esquina, con sus tres bóvedas esféricas y sus huecos de ventilación, es la más fuerte de la barrera y presenta la singularidad de desplazarse ostensiblemente hacia el exterior, para posiblemente cubrir mejor los flancos, en el punto más expuesto de la fortaleza. En la parte más externa de esta torre se conserva un pozo que, además de surtir agua para refrigerar los cañones,debió de tener, dada su posición, funciones contramina. El problema de refrigerar los cañones se solucionó en la liza abriendo un nuevo pozo que, mediante una galería subterránea, comunicaba con el viejo pozo de la torre del Homenaje.

El elemento más singular de toda la barrera es el cuerpo de entrada, con su patinillo defensivo, su gran sala abovedada inferior -verdadero corazón de las defensas subterráneas- y la impresionante mazmorra que hay bajo ella. Una escalera recuperada en las últimas restauraciones, permite acceder desde el patinillo a la cámara subterránea y desde ésta, bordeando la mazmorra, se llega a la poterna que permitía bajar al foso. El puente levadizo de este cuerpo de entrada basculaba sobre un arco diafragma, ahora reconstruido, y apoyaba sobre la parte interior de un baluarte exento en mitad del foso y que las últimas obras han recuperado parcialmente.

El castillo tuvo continuos problemas de conservación y las memorias de obras conocidas nos dan mucha información sobre su distribución original. En 1550, se reparaban los "dos puentes levadizos que son la grande como entramos en la fortaleza y la pequeña es por do a suben a la torre del homenaje con su tejado". En 1649, se reconstruía el puente fijo exterior del baluarte, cuyas medidas coincidían con los apoyos encontrados en las últimas obras de restauración, y se recalzaban las fábricas de la barrera. En 1774, se reconocía el castillo por orden del Marqués de Esquilache y le informaban entre otras cosas de que "por no estar revestida la contraescarpa del foso se han derruydo tanto las tierras que puede vajarse por todas partes". Entre 1806, fecha del plano de Julián Ayllón, y en 1848, fecha del plano del cuerpo de Ingenieros del Ejército, el castillo había perdido una de las torres de la barrera, al parecer volada, posiblemente en la Guerra de la Independencia‏‎ cuando se intentó utilizar la fortaleza, destruyendo parte del baluarte e intentando volar sin éxito el lienzo sur.

Para las siguientes restauraciones hubo que esperar hasta comienzos del siglo XX. Entre 1913 y 1916, bajo las ordenes del arquitecto Don Teodosio Torres, se reconstruyeron las almenas y los parapetos, a imitación de lo poco que se conservaba original, se remataron los muros y repusieron el solado de los adarves y las torres. En 1917 el Ministerio de Instrucción Publica y Bellas Artes, inició una obras de reparación del castillo, cuyo proyecto encargó a Juan Agapito y Revilla. Las obras se realizaron en varias etapas (1917-1919 y 1928-1929). Se consolidaron muchos elementos débiles y se dio acceso cómodo y fácil a ciertos elementos del castillo, como la barrera, las galerías subterráneas y la torre del Homenaje. En ésta se hizo un proyecto de reconstitución total de la torre caballero, pero este proyecto no cuajó y solamente se reconstituyeron los antepechos y el almenado.

En mayo de 1939, el Castillo de La Mota fue cedido por el Jefe del Estado a la Sección Femenina de la Falange para que lo restaurase y dedicase a fines formativos y culturales, iniciándose inmediatamente las obras. El 21 de julio, por medio de una Orden Especial, se encargó la reconstrucción del castillo a Pedro Muguruza y Otaño, Comisario de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional, que nombró arquitecto a Francisco Iñiguez Almech y a Pedro Hurtado Ojalvo como aparejador-ayudante. La dirección artística corrió a cargo del marqués de Lozoya, en una reconstrucción que respetó básicamente las trazas de la distribución domestica original, salvo el patinillo de entrada y los accesos a la torre del Homenaje, distorsionando al adosar a esta las construcciones domesticas modernas.

En 1992 se creó el programa de documentación y diagnostico del Plan Director, poniéndose al frente Fernando Cobos Guerra, con la ayuda del arquitecto Ignacio García de Tuñón y el documentalista Antonio Andrade. Se levantaron planos completos de todo el edificio, se analizaron las distintas fábricas y elementos constructivos de cada época y se rastreó en diferentes archivos (Simancas, Alcalá, H.P. Valladolid, H. Militar, etc). Esta documentación, acompañada de unas metódicas excavaciones, han servido para poner de manifiesto la, hasta ahora oculta, grandeza del edificio histórico, valorar en definitiva y en todos los sentidos, el Castillo de La Mota, permitiendo que sea reconocido como una de las obras de arquitectura militar más importante del Renacimiento europeo.


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Situación


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