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Cartuja de Jerez de la Frontera
Cartuja de Santa María de la Defensión. Portada barroca
Declarada Monumento Histórico-Artístico, la Cartuja de Santa María de la Defensión de Jerez de la Frontera es posiblemente el edificio religioso de mayor valor artístico de la provincia de Cádiz. Su estilo arquitectónico inicial se corresponde con el gótico tardío y data del siglo XV.
Son de gran interés su portada renacentista, obra de Andrés de Ribera, así como la Capilla de Santa María. A destacar la sillería del coro y el retablo mayor, realizado por Juan de Oviedo de la Bandera (1565-1625) que lo realizó para la iglesia de la Merced de Sanlúcar de Barrameda de donde vino en 1960, y el pequeño claustro gótico, proyectado por Martínez Montañés. En el Museo de Cádiz se conservan numerosos cuadros de Zurbarán que pertenecieron a esta cartuja.
Actualmente son las Monjas de Belén, de la Asunción de la Virgen, y de San Bruno las que continúan la fecunda tarea espiritual y temporal que durante más de cinco siglos han llevado a cabo los padres cartujos, asegurando que los muros de Santa María de la Defensión sigan siendo remanso de paz a través de la alabanza y la contemplación divinas.
Su impulso se debe a don Álvaro Oberto de Valeto, caballero jerezano de ascendencia genovesa instalado en la ciudad como defensor de la plaza recién reconquistada a los musulmanes por el rey Alfonso X el Sabio en el año 1264, quien, al no tener descendencia destina sus bienes al establecimiento en la ciudad de la Orden cartujana. En 1475 se decide su ubicación en un lugar cercano al río Guadalete, de especial significado para los jerezanos por haberse librado allí en 1368 una batalla contra los invasores, resuelta favorablemente por la intercesión de la Virgen, a la que se había dedicado una ermita con el nombre de Nuestra Señora de la Defensión, que sería el adoptado también para este monasterio.
A la entrada del recinto se levantó un amplio porche tetrástilo con vano central de medio punto que alberga en un hueco menor dos pesadas hojas de madera tachonadas en bronce. La obra, fechada en 1571 por el arquitecto jerezano Andrés de Ribera responde a los más puros cánones del clasicismo andaluz. Concebido como un gran arco triunfal, está sobriamente compuesto y decorado con escudos, florones, ventanas caladas y semiesferas de cerámica vidriada, configurando un soberbio ejemplo de arquitectura renacentista.
A comienzos del siglo XVII casi se había concluido el proyecto original, emprendiéndose nuevas obras, como la fachada de la iglesia, que se renueva totalmente en 1667 en claro estilo barroco según trazas del hermano Pedro del Piñar, quien también remata las cresterías de la iglesia y el refectorio, siendo las imágenes de sus nichos obra de Francisco de Gálvez.
Como un verdadero retablo de piedra, esta fachada está concebida en dos órdenes superpuestos de columnas corintias y entablamentos curvados y partidos, apoyándose el conjunto sobre basamento decorado con escudos y temas florales. La decoración abigarrada de pilastras y frisos, la superposición de jarrones y el airoso remate de un tercer cuerpo superior más reducido, hacen de esta fachada un singular elemento del barroco andaluz.
En su interior merecen destacar la sillería del Coro de Padres, magnífica obra de talla de madera finalizada en 1550; la sustitución del antiguo retablo de estilo flamenco por el ejecutado por los mejores artífices de la época: Alejandro de Saavedra, José de Arce y Francisco de Zurbarán, así como el conjunto de tablas pintadas por éste para las paredes del Sagrario, hoy en gran parte en el Museo de Bellas Artes de Cádiz.
En 1810 con la invasión francesa se inicia la destrucción del conjunto formado durante los tres siglos anteriores. La proximidad del ejército francés obliga a los monjes a abandonar el monasterio para refugiarse en Cádiz, y cuando regresan lo encuentran desolado y saqueado, con desperfectos importantes, incluso en las edificaciones, destinadas a alojamiento de tropas.
Restaurado y vuelto a su función y uso original, actualmente se encuentra en buen estado de conservación, hoy es Bien de Interés Cultural y al parecer declarado Monumento Nacional en el año 1856, cuando entonces no serían ni una docena los edificios que habían alcanzado ese rango hasta esa fecha en todo el país.
En ella se encuentran pinturas de Juan de la Roelas que estuvieron en la antigua Iglesia-Conventual de la Merced en Sanlúcar de Barrameda.
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