Diferencia entre revisiones de «Iglesia de Tapiola/Información complementaria/1»

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Y puesto que toda masa hermética evoca una construcción maciza, sorprende descubrirle un espacio interior, más aún, como en este caso, un interior continuo. Tanto es así que desde la ofi - cina del párroco, situada en el extremo oeste del edif cio, puede contemplarse el punto más alejado de la iglesia, el altar, gracias a una relación visual ininterrumpida a lo largo de 72 metros. A pesar de esta continuidad visual, el espacio no es, ni mucho menos, homogéneo. Basta observar detenidamente la planta y la sección longitudinal para comprobarlo. La huella cuadrada sobre el plano de la nave de la iglesia reivindica la autonomía de este “espacio maestro” y subraya la dificultad de los acuerdos entre dos concepciones espaciales antitéticas: la sala como paradigma de espacio acotado, y el continuo espacial limitado por el muro ciego perimetral y surcado por la presencia interpuesta de los patios. Entre una y otra, el corredor y la sala de asambleas participan de ambas concepciones para establecer la necesaria mediación. El acceso, coincidente en su traza con la sala de asambleas, constituye, más que nunca, un punto de encuentros.  
Y puesto que toda masa hermética evoca una construcción maciza, sorprende descubrirle un espacio interior, más aún, como en este caso, un interior continuo. Tanto es así que desde la ofi - cina del párroco, situada en el extremo oeste del edif cio, puede contemplarse el punto más alejado de la iglesia, el altar, gracias a una relación visual ininterrumpida a lo largo de 72 metros. A pesar de esta continuidad visual, el espacio no es, ni mucho menos, homogéneo. Basta observar detenidamente la planta y la sección longitudinal para comprobarlo. La huella cuadrada sobre el plano de la nave de la iglesia reivindica la autonomía de este “espacio maestro” y subraya la dificultad de los acuerdos entre dos concepciones espaciales antitéticas: la sala como paradigma de espacio acotado, y el continuo espacial limitado por el muro ciego perimetral y surcado por la presencia interpuesta de los patios. Entre una y otra, el corredor y la sala de asambleas participan de ambas concepciones para establecer la necesaria mediación. El acceso, coincidente en su traza con la sala de asambleas, constituye, más que nunca, un punto de encuentros.  


En la iglesia de Tapiola, el encuentro por antonomasia es aquel que se da a ambos lados de la junta, entre hormigones de distinta naturaleza. La casuística comprende desde el hormigón in situ encofrado con tablilla de madera hasta los distintos tipos de paneles prefabricados que construyen los límites del recinto. Al interior, el bloque de hormigón da la medida a la obra, pero es la luz la que otorga al espacio su dimensión trascendente.
En la iglesia de Tapiola, el encuentro por antonomasia es aquel que se da a ambos lados de la junta, entre hormigones de distinta naturaleza. La casuística comprende desde el hormigón in situ encofrado con tablilla de madera hasta los distintos tipos de paneles prefabricados que construyen los límites del recinto. Al interior, el bloque de hormigón da la medida a la obra, pero es la luz la que otorga al espacio su dimensión trascendente.  


Si los patios son los artífices de la iluminación objetiva de los espacios del centro parroquial, en la nave de la iglesia la iluminación natural deviene símbolo. A los lucernarios que señalan el lugar del altar y la pila bautismal, se suma la gran ventana abierta al oeste desde la nave de la iglesia por encima de la sala de asambleas. Una monumental celosía de hormigón armado proyecta su figura sobre la pared opuesta, la del altar, gracias a los rayos rasantes del sol poniente. En el espacio comprendido entre la fuente de la luz y la figura dibujada por la sombra, y orientando su visión hacia ésta, se sitúan los fieles. Para ellos la luz, como la fe, llega desde un lugar inexplicable.
Si los patios son los artífices de la iluminación objetiva de los espacios del centro parroquial, en la nave de la iglesia la iluminación natural deviene símbolo. A los lucernarios que señalan el lugar del altar y la pila bautismal, se suma la gran ventana abierta al oeste desde la nave de la iglesia por encima de la sala de asambleas. Una monumental celosía de hormigón armado proyecta su figura sobre la pared opuesta, la del altar, gracias a los rayos rasantes del sol poniente. En el espacio comprendido entre la fuente de la luz y la figura dibujada por la sombra, y orientando su visión hacia ésta, se sitúan los fieles. Para ellos la luz, como la fe, llega desde un lugar inexplicable.
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