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Usuario comentarios:Marta
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El Centro de estudios superiores de Alicante y actual, instituto de idiomas CESA, constituye en su totalidad una de las grandes proyecciones miesianas de la provincia alicantina producida por Juan Antonio García Solera entre 1965 y 1973. La obra, realizada durante el periodo de madurez del arquitecto, es el resultado de la reinterpretación de los cánones de la modernidad en su postura radical por la funcionalidad y la huida del clasicismo de ataño.
Emplazamiento y contexto urbano.
En un contexto socioeconómico determinado por el impacto y despropósito de la apodada “Arquitectura del sol”, la obra simboliza una contraposición de los valores constructivos del desarrollismo franquista caracterizado por la edificación desmedida y la destrucción inmoral del paisaje natural en su apuesta por la ciudad moderna destinada turismo.
Frente a este renacer turístico de los años 60 propulsado por la aprobación de la ley de Suelo en 1956 y del Plan de Estabilización de 1959 que supuso la destrucción de gran parte del legado rural costero alicantino, el proyecto de García Solera supone un rechazo a esta popular ruptura con el medio natural, beneficiándose de las virtudes de la geografía y la naturaleza que acompaña.
Con respecto a su ubicación, por su situación en la pinada noreste de la Serra Grosa el conjunto goza de protección frente al característico viento levantino, lo que posibilita el planteamiento abierto de la obra y favorece la relación con el entorno natural que lo arropa. Asimismo y en lo consecuente a su localización, su conexión y dependencia desde sus inicios con la colindante orden de los jesuitas, supone una pieza clave para que el proyecto no se halle completamente desvinculado del resto del trazado urbano.
Con todo esto, la obra, fruto del elocuente estudio intelectual y paisajístico del arquitecto, acuña la funcionalidad característica de la posguerra y emula la belleza propia de un espacio de contemplación; funcionalidad y belleza coexisten en el área natural de uso docente puramente ligado a las necesidades de la vida urbana contemporánea.
Aspectos racionalistas, orgánicos y paisajísticos.
En su apuesta por una reinterpretación de los ideales orgánicos del Movimiento Moderno, el proyecto de García Solera — fuertemente influenciado por el referente arquitectónico de Mies van der Rohe —, incide en una arquitectura que evoca la naturaleza domesticada en su interior. La comedida relación entre arquitectura y espacio que acompaña a la obra responde al ímpetu del autor por vincularla a la riqueza del paisaje natural alicantino y su tradición. De este modo, el paisaje no se limita al exterior de la obra, sino que se extiende y traslada de forma progresiva a su interior quedando recogido en los dos patios.
La rigurosa modulación de la planta y la formalización del proyecto en base a una malla reticular de 3,50 x 3,70, hace del complejo un espacio admirablemente regulado y una puesta en valor del racionalismo. Solo el pasillo central alterna la cuadricula llegando a ocupar casi el doble de la misma, rompiendo con la jerarquía impuesta por las dimensiones malla reticular y apostando por un eje de paso más extenso. A su vez, los tramos peatonales quedan cubiertos entrelazando los patios ajardinados junto a los volúmenes aislados, convirtiendo la obra en un recorrido por los principios estéticos del funcionalismo y la naturaleza.
La sección también recoge la funcionalidad de la obra y las exigencias constructivas que le pide el desnivel del terreno. Los cánones de geometría, luz y proporciones implantados por la retícula afianzan la obra con la arquitectura moderna y supone una puesta en valor de un espacio arquitectónico que irradia paz y recoge el paisaje levantino en su más pura naturalidad.
Probablemente no solo sea la racionalidad que acoge el complejo en planta, sino su unión con la naturaleza idealizada del entorno lo que convierte la obra en una de las grandes representaciones del Movimiento Moderno de la provincia.
Aspectos estructurales y materiales.
La reinterpretación del lenguaje industrial, la modulación estructural como sistema de orden visual y la prolongación del forjado para la creación del nuevo modelo de porche mediterráneo, son el resultado del ímpetu del autor por ahondar en la reinterpretación de las influencias miesienas.
La razón de belleza formal culmina con la flamante cohesión entre materiales y técnica. Dicha combinación de materiales tradicionales e industrializados en la fachada, tales como el muro de ladrillo caravista y la estructura metálica; así como, la cuidada integración de los pilares ferrosos en los pasillos con los troncos de los árboles de los patios supone un avance sistemático en la coexistencia entre organicismo y racionalidad evocando la sublimación de la técnica.
Las soluciones constructivas adaptadas por el arquitecto mediante el diseño de huecos verticales en los porches así como el resguardo proporcionado por el arbolado existente permiten controlar los pasos de luz y ventilación ante la climatología mediterránea.
Modificaciones e intervenciones.
En cuanto al proceso constructivo del proyecto, el actual Centro de Estudios Superiores CESA se produjo en dos etapas, en 1965 se realizaron los tres primeros módulos y en 1973 el cuarto restante.
Cabe señalar que, desde la finalización del conjunto, se han producido alteraciones adyacentes al espacio que irrumpen con la composición estética y formal de la obra. Tanto la imposición de ornamento, tales como las barandillas o el césped artificial, como la construcción y altura de los volúmenes colindantes, resultan contradictorias a la ideología inicial de García Solera y causan parcialmente la pérdida de la esencia de esa arquitectura discreta que mimetizaba con el paisaje.
Aspectos formales y compositivos.
La formalización de la obra se realiza mediante la agrupación de diversos volúmenes prismáticos de una o dos alturas que quedan interconectados entre sí con los patios a través de amplios corredores. La tipología de edificación abierta ensalza la relevancia del espacio paisajístico y supone un diseño integral de toda su arquitectura. Así, el autor vuelca la estructura formal del proyecto sobre la funcionalidad pura basada en la más firme racionalidad ortogonal y el retranqueo de volúmenes aislados.
Aspectos funcionales y de uso.
A su vez, el complejo, mantiene el programa docente y administrativo desde sus inicios, sin sufrir modificaciones en cuanto a su uso.
En definitiva, la obra de García Solera apuesta por la reconciliación y el equilibrio entre el paisaje natural y la arquitectura ante un ambiente puramente influenciado por el contexto socioeconómico español de los años 60. Del inicial proyecto CESA — sin tratar las alteraciones compositivas impuestas al conjunto posteriormente —, emana una sensibilidad y simbolismo hacia la tradición mediterránea donde, el espacio sirve de encuentro para la naturaleza que, junto a la materialidad de la obra, responde a un claro ejemplo de la arquitectura moderna revolucionaria y un reflejo de la cultura alicantina de dicho periodo.