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Tulancingo
Tulancingo de Bravo es un ciudad mexicana de clima templado ubicada a 120 Km de la capital mexicana, segunda localidad en importancia en el Estado de Hidalgo (México). Localizacion en el Mapa 20°04′49.53″N 98°22′8.95″O / 20.0804250, -98.3691528
Toponimia
Por su origen náhuatl, la etimología de Tulancingo es: tollan-tzinco, "la pequeña Tula" o "el pequeño Tollán". El apellido Bravo es en honor a Nicolás Bravo, quien fuera presidente de México.
Geografía
Tulancingo se encuentra en una de las regiones geográficas del Estado de Hidalgo llamada "Valle de Tulancingo", ubicada en la parte sur oriente de la entidad y que comprende a los municipios de Tulancingo de Bravo, Metepec, Acatlán, Cuautepec de Hinojosa y Santiago Tulantepec de Lugo Guerrero.
El municipio colinda con los siguientes municipios; al norte con el municipio de Metepec, al este con Acaxochitlán y Cuautepec de Hinojosa, al sur con Santiago Tulantepec de Lugo Guerrero y al oeste con Acatlán, La Guadalupana y Singuilucan.
Historia
Época prehispánica
En el periodo Cenolítico se desarrollan las primeras acentaciones humanas en el valle. Es hasta el Preclásico (1200 a. C. a 200) que surge una división clara entre los oficios de los pobladores. Para el periodo clásico (200-600) en Tulancingo ya existía un centro comercial importante, con calzadas y zonas residenciales. Es en esta época cuando es construido el centro ceremonial de Huapalcalco, del cual en la actualidad se conserva una pirámide de tres cuerpos y escalinata, al estilo de la Cultura tolteca.
Con el tiempo, Tulancingo pasó a a formar parte del dominio de Texcoco y posteriormente, en 1416, es tomado por el poderío Mexica. A partir de entonces, Tulancingo quedó dividido en dos parcialidades: Tlaixpa, ubicada al oriente, habitada en su mayoría por indígenas otomíes; y Tlatoca, al poniente, habitada por nahuas. Los habitantes de ambas parcialidades pagaban tributo al señorío mexica; este consistía en mantas de algodón y semillas, como maíz y amaranto.
Aunque Tulancingo era un señorío tributario de los mexicanos, mantuvo cierta independencia administrativa pues se le permitía elegir sus propias autoridades. Para Jesús Ruvalcaba Mercado, quien ha estudiado la historia de la agricultura colonial temprana en la región, el grado de autonomía otorgado a este señorío guardaba estrecha relación con su sistema productivo, pues los datos arqueológicos apuntan hacia la existencia de sistemas de riego en Tulancingo, por lo menos desde la formación de Teotihuacan. Ello lo convertía en un enclave importante para el abasto alimenticio de los mexcianos, que pudo generar un cierto grado de respeto a su autonomía. En contraste, las regiones cercanas en las que se practicaba el cultivo de temporal -como el valle de Tepeapulco y Cempoala- producían un menor excedente que derivó en una sujeción mas severa.
Época colonial
Los habitantes de Tulancingo presentaron una nula resistencia ante los conquistadores, y aceptaron someterse tras la caída de México Tenochtitlan. Por poseer extensas zonas irrigadas, el pueblo resultó atractivo para los españoles, y sabemos que éste fue otorgado en Encomienda a Francisco de Terrazas y a Hernando Dávila, según información proporcionada por Ruvalcaba.
Francisco de Terrazas estableció un campamento militar en medio de tribus nativas rivales, tepehuas y otomíes, las cuales fueron cristianizadas por la Orden franciscana que se estableció en 1527 edificando la ermita de Zapotlán y después la Iglesia de la Tercera Orden, ya desaparecida.
A mediados del s. XVI se le conoció como el "descanso de los conquistadores" ya que gracias al agradable clima y su cercanía con la ciudad de México se hizo acreedora al establecimiento de varias familias castellanas que llegaban a la Nueva España. Durante la colonia fue sede eclesiástica por lo que se establecieron varias órdenes entre las cuales predominaron las "Carmelitas Descalsas" y la orden de los dominicos.
En 1575, Tulancingo obtuvo el rango de Alcaldía Mayor, quedando como poblaciones sujetas a esta cabecera Acatlán, Acaxochitlán, Atotonilco el Grande, Huascazaloya, Singuiluca y Tutotepec. Para ese momento, las grandes epidemias que asolaron la Nueva España -de 1520 a 1521, de 1545 a 1548 y de 1576 a 1581- habían mermado significativamente la población india. Para el caso de la alcaldía mayor de Tulancingo, contamos con las cifras proporcionadas por Peter Gerhard en su libro Geografía histórica de la Nueva España, quien afirma que el número de tributarios indígenas cayó de un poco más de 15,000 en 1570 a cerca de 6,700 en 1597, y luego a 2,500 en 1626 y para 1690 ya eran sólo 1,700 tributarios. El mismo autor afirma que las mayores mortandades se dieron en las epidemias de 1576-1581 y la de 1604-1607. Entre sus principales efectos estaba el despoblamiento de numerosos asentamientos y el consecuente abandono de las tierras. Por otra parte, las epidemias también dieron origen a numerosos desplazamientos de familias enteras que emigraban en busca de sitios más convenientes donde establecerse.
Tulancingo destacó como centro de desarrollo de actividades españolas, pues sus tierras fértiles y templadas resultaron valiosas para el cultivo de productos europeos. El desarrollo de esta zona se vio favorecido, además, por dos circunstancias importantes. La primera de ellas fue que la ruta tradicional de intercambio que ligaba al altiplano con las tierras bajas pasando por Tulancingo no fue abandonada por los españoles; por el contrario, éstos la reforzaron y se convirtió en el camino que ligaba con la “provincia de Pánuco”. La segunda fue la cercanía con Pachuca, donde se estableció otro centro importante de población española para explotar las minas de plata desde 1552.
El desarrollo de la minería inyectó dinamismo a la actividad agrícola, pastoril y ganadera, con lo que la economía de subsistencia se convirtió en una de corte mercantil, a partir del intercambio de productos que exigía la explotación minera. De este modo, sabemos que las poblaciones comprendidas entre Tulancingo y Atotonilco el Grande se convirtieron en el principal y más cercano núcleo agrícola, que abastecía de granos, ganado y diversos productos a la población establecida junto a las minas. Por otra parte, aún sin haber un nexo con las minas, existía un intercambio constante entre la Huasteca y Tulancingo, pues a cambio de harina de trigo, de la Huasteca se recibía azúcar y frutos tropicales.
Durante el siglo XVII en el valle de Tulancingo se establecieron numerosas haciendas propiedad de colonos españoles. Muestra de ello son las haciendas de San Antonio Farías, Exquitlán, Napateco, San Isidro y Huapalcalco, todas ellas asentadas en los alrededores del pueblo, dedicadas al cultivo de granos, especialmente trigo y maíz, que contaban además con un pequeño número de reses cuya producción era frecuentemente destinada a abastecer a la propia hacienda de productos ganaderos como carne y cueros, y en raras ocasiones su volumen alcanzaba proporciones suficientes que hicieran posible el intercambio o el comercio. Para Tulancingo, la autora también señala la existencia de dos haciendas donde la principal actividad era la explotación ganadera, que se combinaba con el cultivo del maguey para la producción de pulque: es el caso de las haciendas El Abra y Huajomulco.
En las zonas aledañas a Tulancingo, donde la calidad de la tierra era notablemente menor, la explotación agrícola resultaba poco redituable para sus propietarios, por lo que predominaron las haciendas ganaderas y más tarde, las pulqueras. Es el caso de las localizadas en los poblados de Huazcazaloyan y Singuilucan y, en menor medida, Atotonilco y Acatlán.
Finalmente, la descripción que de la jurisdicción de Tulancingo realizó José Antonio de Villaseñor y Sánchez en su obra Theatro Americano, da cuenta de la prosperidad y el desarrollo alcanzado en la región hacia 1748 . Ello se refleja en la creciente población española en el lugar así como en la paulatina recuperación de la mermada población india. De la cabecera, el autor nos dice que “en él viven hasta cien familias de españoles, mestizos y mulatos, y de indios se cuentan setecientas y diez del idioma mexicano, y en esta cabecera tiene su residencia el alcalde mayor, cuya jurisdicción se extiende a otros siete pueblos, que son repúblicas de indios con gobernador”.
Época independiente
Durante la Guerra de Independencia en 1812, los insurgentes Mariano Aldama y José Francisco Osorno intentaron tomar la ciudad, que entonces estaba defendida por Francisco Piedras y Carlos María Llorente, fracasando en su primer intento y retirándose por completo posteriormente por la intervención del realista Domingo Claverino.
Cuando Agustín de Iturbide es derrotado del gobierno, es escoltado por Nicolás Bravo hacia Tulancingo el 3 de abril de 1823, los tulancinguenses lo recibieron como si aún estuviera en funciones. Para el año de 1854 Tulancingo ya se había convertido en un distrito, que comprendía Tulancingo, Pachuca y Apan.
A mediados del s. XIX fue declarada Diócesis y se estableció un seminario. La Catedral de Tulancingo de corriente Franciscana fue construida en dos etapas, terminada hasta 1788 por el arquitecto José Damián Ortiz de Castro.
El 16 de enero de 1869 es proclamado el decreto que erige al Estado de Hidalgo, creación tras la cual se encontraba Manuel Fernando Soto. Tulancingo en ese entonces se convierte en una de las once cabeceras municipales, abarcando las localidades de Huehuetla, Tutotepec, Metepec, Acaxochitlán, Tulancingo, Acatlán, Epazoyucan y Singuilucan.
Referencias
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