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Ruta dolménica de Huelva
La ruta dolménica de Huelva[1] es una ruta cultural [2][3] estructurada para el conocimiento, preservación, protección, conservación y difusión de uno de los yacimientos prehistóricos más importantes y representativos del patrimonio arqueológico de la península ibérica.
Está creada en torno a un variado conjunto de monumentos megalíticos, significativos por su singularidad, estado de conservación y accesibilidad, de entre los cerca de doscientos que se encuentran repartidos por la geografía de la provincia de Huelva, pertenecientes al “grupo megalítico occidental” y vinculados junto a los existentes en Portugal y Extremadura, con las culturas atlánticas y la ruta de los metales hacia el norte. La ruta argumenta sus contenidos con un Centro de Interpretación de la Cultura dolménica, que junto a la sección de arqueología del Museo de Huelva, ofrecen al visitante de forma accesible y dinámica las claves para interpretar el patrimonio que la compone. Gestionada por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, es uno de los ocho yacimientos que integran inicialmente la nueva Red Andaluza de Yacimientos Arqueológicos (RAYA) [4]
Composición
Los conjuntos seleccionados en la ruta dolménica son el Dolmen de Soto, los Dólmenes de El Labradillo, Dólmenes de Pozuelo, los Dólmenes de los Gabrieles
Megalitismo en Huelva
Definición de megalitismo
El término megalitismo procede de las palabras griegas mega (μεγας), grande y lithos (λιθος), piedra. Aunque en sentido literal podemos encontrar construcciones megalíticas en todo el mundo, desde Japón a los gigantes de la Isla de Pascua, se denomina Megalitismo al fenómeno cultural localizado en el Mediterráneo occidental y la Europa atlántica, que se produce desde finales del Neolítico hasta la Edad del Bronce, caracterizado por la realización de construcciones arquitectónicas con grandes bloques de piedra escasamente desbastados llamados megalitos.
Los investigadores parecen estar de acuerdo en fechar el inicio de las grandes construcciones megalíticas a mediados de III milenio y comienzos del II, si bien el final de este período constructivo queda por determinar. Lo que si parece ser un punto de coincidencia es la utilidad de estas obras como sepulcro colectivo y en algún caso observatorio astronómico.
Este fenómeno se caracteriza esencialmente por la construcción de tumbas del tipo "dolmen"[5], en cuyo interior se entierra sucesivamente a los fallecidos del grupo, apartándose cuidadosamente los huesos de los anteriores difuntos (enterramientos colectivos). Los dólmenes pueden ser simples o de corredor y, a menudo, han estado cubiertos por un túmulo de tierra. Además, dentro del contexto megalítico, pueden hallarse también otras construcciones de piedra como "menhires", alineaciones, "crómlech", etc.
Megalitismo en Huelva
En la provincia de Huelva podemos hablar de una cronología superior a los 5000 años, en un momento neolítico dada la coincidencia de algunos de los elementos con los localizados en los poblados del Tinto y Odiel. Hallamos en Huelva de dos fases en el proceso de construcción de dólmenes:
Una neolítica, como se desprende del tipo de construcción y del ajuar encontrado, y otra calcolítica en la que podemos encontrar sepulcros de falsa cúpula.
Funcionalidad
La construcción de estos grandes monumentos funerarios parece obedecer, más que una intención meramente ritual o funeraria, a un afán de conformar un hito visual y, sobre todo, simbólico del ámbito territorial del grupo humano que los hizo construir. De esta forma podemos deducir que su uso funerario pudiera constituir el pretexto para levantar unos elementos, visibles desde lujares más o menos lejanos, para expresar la ocupación y el control territorial que el grupo constructor establecía. Por otra parte su construcción y la aparición de los elementos y piezas arqueológicas, halladas en su interior y en su entorno, nos permiten deducir ciertos aspectos de su complejidad social y de la economía inherentes a la sociedad de sus constructores: una sociedad de ganaderos y agricultores/recolectores, además de cazadores, que parecen empezar a descubrir el amplio mundo de la minería y de la metalurgia, que tendrá una mayor vigencia y esplendor en períodos posteriores.
Respecto de los rituales también se obtuvieron algunas evidencias en estos recientes estudios, destacando fundamentalmente la aparición, tanto en el interior como en el exterior, de útiles líticos de silex y sin huella de uso; elementos de cerámica destruidos intencionadamente, sin una finalidad utilitaria, y la aparición de cuentas de variscita, cuya cantera más cercana se encuentra a más de cuarenta kilómetros, en la zona de Encinasola, que permiten suponer tanto la existencia de un complejo ritual y como la existencia de una efectiva organización social que, con la más que probable administración de los excedentes económicos, podía permitirse la utilización de este tipo de elementos rituales
Entorno
La información proporcionada tanto por las intervenciones arqueológicas tradicionales como por las más recientes, permiten pensar en un entorno natural en el que predominaría en un paisaje de monte aclarado de encinas y alcornoques, junto a chopos y fresnos en las zonas más húmedas, en un ámbito climático mediterráneo, con valores similares a los actuales. En este ambiente natural se desarrollarían actividades ganaderas, que implicarían establecimientos estacionales de los grupos humanos que construyeron estos monumentos.
Sistema constructivo
Tomando como ejemplo el conjunto dolménico de El Pozuelo, los más recientes estudios de Nocete Calvo han documentado el sistema constructivo de estos monumentos. Así se delimitaba, en primer lugar, el anillo del túmulo y se realizaba la explanación de una pequeña elevación, cercana a los afloramientos de la pizarra empleada en su construcción; después se excavaban la cámara y corredor, por debajo del nivel original, para luego cavar las zanjas de cimentación. De los afloramientos cercanos se extraían los bloques de pizarra, que eran tratados mediante labor de cantería para prepararlas de forma que facilitaran su anclaje y el soporte de las losas de cubierta, que también eran trabajadas para lograr un mejor asiento sobre los soportes. Los soportes verticales (ortostatos) se calzaban en su cimentación mediante cuñas del mismo material, que eran cubiertas en el interior por un suelo de arcilla muy compactada, a veces con empedrado, y al exterior por un conglomerado de lajas de pizarra y arcilla, que constituían parte del túmulo. El anillo exterior, además de delimitar el perímetro del túmulo, ejercía de contención del mismo, por lo que también estaba calzado con cuñas desde el exterior. Una vez realizado el relleno del túmulo, éste servía de plano inclinado por donde llevar las pesadas losas de la cubierta hasta su lugar, tras lo cual se completaba el relleno del túmulo que cerraba estas cubiertas.
Referencias
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