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Pabellón municipal de deportes de Pontevedra

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Pabellón municipal de deportes de Pontevedra

En 1966, Alejandro de la Sota proyecta el Pabellón municipal de deportes de Pontevedra. Para entonces, ya se había consagrado como maestro indiscutible de la arquitectura moderna española con la construcción de tres edificios notables: el Gobierno Civil de Tarragona, el Gimnasio del Colegio Maravillas y la nave para TABSA en las inmediaciones del aeropuerto de Barajas (Madrid). Se puede decir, por tanto, que su lenguaje, sus obsesiones, su sensibilidad, sus prejuicios, están fijados y emergerán inevitablemente en la obra del Polideportivo. En esos años, por otra parte, contagiado por un optimismo general en toda Europa hacia la construcción industrializada pesada, trabajaba en varios proyectos cuya construcción se realizaría a base de grandes paneles de hormigón armado prefabricados y montados en obra. Su propuesta para el polideportivo de Pontevedra responderá, pues, a dos factores: sensibilidad sotiana y construcción prefabricada.

El edificio, siguiendo la estricta lógica proyectual del autor, pretende primero, responder a una idea y segundo, resolverse con un gesto elemental. La idea, generadora del proyecto arquitectónico, para Sota consiste en responder a la pregunta ¿de qué se trata?. En este caso, se trata de cerrar una pista de deporte con una cubierta que introduzca y difunda la luz en una caja cerrada y anónima. El gesto que todo lo resuelve, aparece sucintamente descrito en la sección: una cercha (estructura espacial, realmente) apoyada en los extremos de dos ménsulas que salen de sendos pilares y cuyo esfuerzo está contrarrestado con otras ménsulas posteriores con un tirante anclado al terreno. Debajo de la malla espacial se sitúa la pista deportiva y bajo las ménsulas, las gradas y los espacios de estancia y circulación.

Podría decirse que el planteamiento tiene la precisión de un teorema y todo lo demás sería mera deducción. Pero se equivocaría quien pensase que la arquitectura de Sota pueda reducirse a sólo idea y gesto elemental, aunque algunas formulaciones de don Alejandro diesen pie a tal interpretación. Lo cierto es que lo secundario, lo epidérmico, la entonación, el matiz, los pequeños elementos constructivos -Sota irónicamente gustaba decir de sí mismo que era un "barandillero", por el cuidado que ponía en el diseño de las barandillas, pasamanos y antepechos de sus edificios-, son esenciales en toda su obra y tan importantes que, eliminados por completo, como ocurrió lamentablemente en esta obra durante una insensible y desgraciada intervención restauradora o más bien rehabilitadora, la arquitectura de Sota se torna absolutamente irreconocible. Así, lo que queda hoy en día del Polideportivo es el esqueleto, la estructura del edificio revestido o mejor, disfrazado de vulgaridad y eficacia constructiva de pacotilla.

Los temas de la estructura y luz, estén profundamente imbricados en el proyecto. Evidentemente, Sota busca una luz difusa y cenital, difícil o imposible de conseguir disponiendo una gran superficie horizontal sobre la pista, por muy traslúcidos o matizados que estén las planchas de cubrición, que en este caso son plásticas y onduladas. Para controlar la luz y lograr el efecto deseado Sota coloca debajo de la superficie traslúcida una sobredimensionada estructura espacial de acero que hace el oficio de verdadera celosía. Para aumentar su eficacia como filtro y difusión de la luz, la recubre con una pintura gris, mate y ligeramente metalizada. De este modo la estructura ayuda a la luz. Pero también a la luz se le pide que venga en auxilio de la estructura.

Tiene, por tanto, su lógica, la elección aparentemente errónea desde el punto de vista de la mecánica estructural, de perfiles laminados de acero para la realización de las barras de la malla espacial y el sobredimensionado de las mismas. Sota plantea una estructura pesada gravitando sobre la pista de deporte, sostenida y transmutada por la luz y que a la vez cualifica esa luz para alegrar la atmósfericidad que caracteriza muchas de sus arquitecturas y en especial la del Gimnasio. Aquí vendría bien citar el consejo de aquel profesor de pintura a sus alumnos, cuando les decía: "hay que pintar las cosas como no son para que parezcan lo que son". Verdaderamente no hay arte sin artificio y en este caso, el artificio resultó eficaz pues logró su propósito. Desde este punto de vista resulta irrelevante, por tanto -aunque nos gustaría que fuese de otro modo-, que la estructura resulte poco ajustada desde los requerimientos puramente mecánicos, que los apoyos, tan sutiles en las secciones dibujadas por Sota sean verdaderos cubos de hormigón en las ménsulas o que los nudos de las barras de acero sean toscos y artesanales. Digamos que la pericia técnica no estuvo, en este caso, a la altura de la arquitectónica, aún considerando que lo que caracteriza a la arquitectura de Sota, nunca ha sido su precisión tecnológica y estrictamente hablando, nunca dispuso del apoyo técnico e industrial suficiente para llevar a cabo sus formulaciones tecnológicas más radicales, frecuentemente mal entendidas.

Estructura, luz: casi todo los demás resultó, un doloroso fracaso. No podía ser de otro modo sí juntamos el optimismo un tanto utópico sotíano y las carencias tecnológicas de la España, Galicia de entonces. El edificio tenía una deficiente ventilación, aislamientos térmicos inexistentes, condensaciones, humedades, soleamiento excesivo en la pista de deporte, etc. Todo perfectamente subsanable en el momento de realizar la rehabilitación si se le hubiera encargado el proyecto.

En el edificio estaban presentes, además, los restantes temas característicos de arquitectura de Sota y que aún siendo epidérmicos, afectan a la sustancia de su arquitectura: tonalidad, escala, textura, sutileza en el diseño de las carpinterías, espesores ínfimos en el grosor de los paneles prefabricados de fachada, etc. Estos elementos, recubrimientos, como es obvio, han desaparecido en la intervención a la que nos venimos refiriendo. Con todo, la agresión mayor que sufrió el Polideportivo, considero que fue el pintar de blanco la estructura espacial, pues modificó absolutamente la atmósfera interior del edificio, cuidadosamente controlada por Alejandro de Sota durante su ejecución.

Planos

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Situación


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Referencias

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- José Benito Rodríguez Cheda

Conrad von Soest, 'Brillenapostel' (1403).jpg
VV.AA.: Arquitectura Moderna en Asturias, Galicia, Castilla y León. Ortodoxia, Márgenes y Transgresiones, C.García Braña y F. Agrasar Quiroga Ed. ISBN 84-85665-31-7



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