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Oratorio de San Felipe Neri (Cádiz)

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Oratorio de San Felipe Neri (Cádiz)

La Iglesia de San Felipe Neri de Cádiz, perteneciente a un primitivo oratorio de filipenses hacia el año 1671, comienza su actual transformación sobre el año 1688 a manos del maestro de obras Blas Díaz, quedando acabada para su inauguración en 1719 siendo consagrada el 17 de septiembre del mismo año. No obstante, elementos importantes como su primera cúpula debieron quedar arruinadas tras los efectos del Terremoto de Lisboa de 1755, por lo que hubo de acometerse su reconstrucción, ahora mediante el también maestro de obras Pedro Luis Gutiérrez de San Martín, quien la deja acabada en 1764, tal como hoy se ve.

Establecimiento de los Padres Filipenses en Cádiz

En el año 1671 llegaron a Cádiz dos Padres Filipenses a quienes el Obispo de la Diócesis, Fray Alonso Vázquez de Toledo, con fecha 20 de agosto, concedió licencia para dicha fundación, a lo que el Cabildo Eclesiástico dio su consentimiento complaciente. Pero en contra de lo que pueda creerse, la formación de esta comunidad, que se dedicaba únicamente al confesionario y a la predicación, no fue tarea fácil y estuvo jalonada de vicisitudes para los religiosos que emprendieron esta tarea. Finalmente, los Padres Filipenses construyeron en el mismo lugar en que ahora se encuentra, su pequeña y primitiva iglesia.

Transcurridos algunos años fueron derribadas las casas adquiridas por el Obispo para dar comienzo los Filipenses a las obras para la construcción del templo y residencia que habían de habitar los religiosos de dicha orden, cuyas edificaciones son las mismas que actualmente subsisten, con algunas ligeras modificaciones en su interior, para adaptarlas a las necesidades a que se dedicaron posteriormente.

En la realización de las obras intervinieron los arquitectos Vicente Acero y Gaspar Cayón; los escultores y decoradores Luis Antonio de los Arcos, Juan Fagundo, Jerónimo Barbás y el pintor italiano Brinardelli. Los Filipenses estaban además muy bien relacionados con las personas más pudientes de la ciudad, entre cuyos más decididos protectores se encontraban el Marqués de Casa-Recaño, el Conde de Cinco Torres y otros aristócratas que dispusieron parte de sus fortunas con destino a la fábrica del templo. Como prueba de esa ayuda económica y de la influencia que los Padres de esta Orden habían llegado a adquirir, hasta el Cabildo Municipal celebrado el día 1 de Abril de 1717, acordó que se acudiera a Su Majestad pidiendo la facultad para socorrer con quinientos pesos a la Congregación de San Felipe Neri para la fábrica de su iglesia, lo que autorizó la Corona por Real Despacho de 1 de octubre del mismo año.

La consagración del templo tuvo lugar el día 17 de septiembre de 1719, celebrándose con tal motivo diversas fiestas religiosas que revistieron gran solemnidad, así como otras profanas, entre las que hemos de destacar una vistosa función de fuegos artificiales costeada por el Ayuntamiento, que entre el regocijo del público se quemó en la Plaza del Remolar (actual Plaza de San Felipe Neri). Algún tiempo después, en 1775, se le hicieron al templo diversas reformas que alteraron notablemente la buena ornamentación del mismo en su primera época, ya que con ellas desaparecieron las pinturas murales y el dorado de las pilastras, de las que años después continuaron advirtiéndose algunos vestigios.

También se realizaron en esta iglesia algunas obras durante el siglo XIX, de las que una de las más importantes fue el haber aumentado su número de capillas laterales de cinco a seis, formándose la del centro del lado de la Epístola, para la construcción de la cual se aprovechó una puerta que daba a la Plaza del Remolar.

Descripción de la iglesia

El aspecto exterior del templo es de una extremada sencillez, ya que ni siquiera dispone de la clásica portada de las iglesias gaditanas. Sobre su puerta campea el escudo de la Orden que lo fundara. La austeridad de la fachada está dominada por la inmensa bóveda cubierta de tejas clásicas, presentando en la esquina una torre cuadrara muy baja y sin remate alguno.

El interior del templo es de forma ovalada, según el profesor Miguel Martínez del Cerro, se tomó como modelo para su construcción la iglesia romana de San Jacomé del Corso. Tiene una longitud de 26,62 metros de largo por 16,70 de ancho. No posee naves laterales y todo él se encuentra rodeado de capillas.

El techo está formado por una gran cúpula con tres elipsis concéntricas y el templo está circundado por una triple balconada. La construcción debió resultar costosa, pues la mayor parte del mármol empleado fue traído de Génova.

Se trata de un templo barroco de planta elíptica articulado mediante parejas de pilastras jónicas adosadas a sus muros con hornacinas intermedias, entre las que, a través de un cuidado ritmo compositivo y simétrico, intercala capillas laterales de distintos tipos y composición.

El trazado vertical de este primer cuerpo de la iglesia queda interrumpido mediante una balconada longitudinal y continua apoyada sobre cornisa, de gran efecto visual, que a su vez se rompe junto al Altar Mayor para permitir su remonte sobre todos los demás, marcando así el eje principal de la composición. Por encima de él un segundo cuerpo vertical apenas sin huecos y con una decoración muy plana repite el ritmo de las pilastras inferiores y plantea una nueva balconada sobre cornisa, esta vez continua y cerrada de donde arranca una primera bóveda elíptica con estudiado juego de ventanales a ejes con los altares, que a su vez se corona por una tercera balconada cerrada que mediante un acertado juego arquitectónico soporta dos nuevas bóvedas elípticas concéntricas que cierran el templo.

No cabe duda de que la concepción espacial de esta iglesia es de las más complejas y logradas de cuantas existen en la ciudad; y tanto la ausencia de elementos intermedios como la potente luz que se filtra por los altos ventanales de la bóveda, hacen de este templo un ejemplar de singular belleza.

En tiempos estuvo unida al colegio marianista de San Felipe Neri.

Capillas y retablos

El contorno del templo lo constituyen siete capillas, incluida la mayor, de las que seis poseen retablos barrocos de madera dorada ,de distintas épocas, siendo los más antiguos el de La Anunciación, de clara influencia sevillana, y el de los mármoles genoveses de la Capilla del Sagrario, fundado por el marqués de Cinco Torres.

Retablo mayor

En su frente principal, se levanta el suntuoso Retablo Mayor, obra rococó de madera dorada, realizado a mediados del siglo XVIII. Consta de un cuerpo, dividido en tres calles por columnas corintias, sobre el que se eleva un ático, y está presidido por una espléndida pintura de La Inmaculada, obra del artista sevillano Bartolomé Esteban Murillo hacia 1681. En las calles laterales se sitúan las imágenes de San Servando y San Germán y, en el ático, San Felipe Neri, flanqueado por San Pedro y San Pablo, curiosamente se colocan sobre las columnas principales del retablo, quizá por la consideración que se tiene de estos santos como pilares de la Iglesia. Todas ellas obras en madera policromada, contemporáneas del retablo. Sobre la clave del arco de acceso al presbiterio hay un lienzo ovalado que representa al Padre Eterno, del pintor murillesco Clemente de Torres. La bóveda fue pintada al fresco en 1719 por Pedro Tomás Gijón, si bien actualmente estas pinturas permanecen ocultas por un repite posterior.

Capillas del lado del evangelio

  • La primera capilla del lado del evangelio está presidida por un retablo de estípites, realizado en madera dorada durante la primera mitad del siglo XVIII. La hornacina central contiene una Dolorosa de candelero del siglo XIX y en las laterales se sitúan las tallas de San Andrés y San Pedro, de madera policromada que, al igual que la imagen de la Virgen del Rosario que ocupa el ático, son obras contemporáneas del retablo. En los muros laterales se sitúan sendas vitrinas con las tallas de San Antonio y San Félix, esculturas barrocas de procedencia italiana, realizadas en los años centrales del siglo XVIII.
  • Capilla del Sagrario: Fue cedida en 1719 a Bernardo Recaño con la condición de que en ella se instalase el sagrario del templo. En 1723 ya estaba construido el retablo, que es una destacada pieza barroca de origen italiano realizado en mármoles de colores, que ocupa todo el ámbito de la capilla. La obra está atribuida a Francesco María Schiaffino, aunque existe un desfase en la cronología al respecto. Está presidido por un crucificado de madera policromada, también de origen italiano, flanqueado por dos ángeles niños orantes a sus pies. Los muros laterales se articulan mediante ángeles atlantes, que sustentan capiteles jónicos sobre los que corre un movido entablamento. Entre ellos se abren hornacinas con las imágenes de la Virgen Dolorosa, Santa María Magdalena, San Bernardo y San Francisco de Asís, destacando en todas ellas su expresividad, lograda a través de la armonización de las actitudes y del complejo plegado de los paños. La bóveda se decora con yeserías a base de hojarascas que enmarcan medallones con motivos eucarísticos y cierra el ámbito de la capilla una balaustrada, ante la cual se encuentra la losa del panteón del marqués de Cinco Torres, propietario de la capilla en la segunda mitad del siglo XVIII, cuyo escudo preside el arco de acceso. Sus restos fueron trasladados desde este panteón a la cripta del templo en 1919.
  • La siguiente capilla está ocupada por un gran altorrelieve de madera policromada, que representa la Epifanía, realizado en 1728 por José Montes de Oca. Tanto la composición como la ejecución de esta obra ponen de manifiesto la tendencia hacia los modelos montañesinos del referido autor. Sobre la mesa del altar hay una expresiva cabeza de San Juan Bautista, en barro cocido, atribuida al escultor dieciochesco granadino Torcuato Ruiz del Peral, que estuvo en el Oratorio de la Santa Cueva y, porque distraía la atención de los fieles, fue donada por el Marqués de Valde-Íñigo a los Padres Filipenses. Es una obra que impresiona por su gran realismo.


Capillas del lado de la epístola

  • La primera capilla, donde está enterrado el alarife Blas Díaz, autor de las trazas originales del templo, tiene un retablo de madera dorada, realizado hacia 1738. Se sustenta mediante estípites y está presidido por un altorrelieve que representa la Encarnación, a cuyos lados se sitúan las imágenes de San Juan Bautista y San José, presidiendo el ático el Padre Eterno. Todas estas obras, realizadas en madera policromada, fueron talladas por José Montes de Oca hacia 1738-1739.
  • En la capilla central se situó originariamente una puerta lateral, pero fue cerrada durante la reforma dieciochesca, colocándose en este lugar el actual retablo rococó, hoy parcialmente oculto para ubicar las imágenes de la cofradía del Cristo de las Aguas. El crucificado y la Dolorosa son obra de Francisco Buiza (1982) y el San Juan, de Antonio Eslava (1951).
  • La tercera capilla tiene un retablo de estípites en madera dorada, de esquema semejante a los anteriormente descritos y está presidido por una talla del Niño Jesús, sobre la que hay un crucificado de marfil situado ante una ráfaga con el Corazón de Jesús, obras fechables a mediados del siglo XVIII. En el ático hay un lienzo con el Corazón de María y en los muros laterales se disponen sendas vitrinas, con las tallas dieciochescas de la Inmaculada y el Niño Jesús Pasionario.

En las hornacinas, que se abren entre las pilastras que articulan el templo, se disponen varias esculturas de madera policromada, de probable origen genovés, fechables a mediados del siglo XVIII y, a los lados de la puerta de acceso al templo, dos aguamaniles de mármol blanco, realizados en Génova en ese mismo siglo y relacionadas con las esculturas de la Capilla del Sagrario.

En la sacristía se conserva un crucificado de madera policromada, realizado a mediados del siglo XVII y atribuido a José de Arce. También se guardan algunas piezas de orfebrería del siglo XVIII, entre las cuales hay un ostensorio, un juego de candelabros y dos relicarios.

Interés histórico

Además de su indudable interés arquitectónico y artístico, la iglesia tiene especial significado histórico a nivel nacional por haber sido sede de las Cortes Generales que crean aquí la primera Constitución moderna española, modelo de otras que luego se elaborarían en Europa y América.

En el mes de Febrero de 1811, las Cortes españolas, que venían celebrando sus sesiones desde el 24 de septiembre de 1810 en el Teatro de las Cortes de San Fernando, ante la falta de seguridad para sus miembros, debido a la aproximación del ejército francés, decidieron trasladarse a Cádiz. En reunión secreta se designaron tres vocales para que se trasladasen a esa capital, para escoger y preparar el salón de sesiones. Los comisionados encontraron como más adecuado para ese fin la iglesia de San Felipe Neri, debido a su aforo y a que en las casas a ella contiguas, había aposentos suficientes para instalar las oficinas de la secretaría, archivos y demás dependencias necesarias para el alto órgano legislativo, así como porque la Comunidad de Padres Filipenses cedió el templo para tal fin con un patriotismo verdaderamente ejemplar. Ramón Solís afirma en “El Cádiz de las Cortes”, que era el lugar más indicado por su forma ovalada, la ausencia de pilares y por su planta, muy parecida a la del Teatro de las Cortes de San Fernando.

En un breve espacio de tiempo, se efectuaron en el interior del templo los trabajos necesarios a fin de habilitarlo para el nuevo uso a que había sido destinado, bajo la dirección del ingeniero de la Armada Antonio Prat, que también había acondicionado el Teatro isleño.

Una vez terminados estos trabajos, los diputados se trasladaron de San Fernando a Cádiz. La primera sesión que las Cortes celebraron en esta Iglesia tuvo lugar el día 24 de febrero de 1811 y en la misma residieron hasta el 14 de septiembre de 1813, fecha en que se trasladaron de nuevo a San Fernando. En cuanto a la función religiosa, se habilitó en una de las pequeñas casas entonces existentes en la calle Santa Inés, una modesta capilla donde decían misa diariamente muchos de los numerosos sacerdotes que eran diputados de las Cortes. Cien años más tarde, con motivo de la conmemoración del primer centenario constitucional, por iniciativa de D. Cayetano del Toro, se acordó la creación de un Museo Iconográfico (hoy Museo Histórico Municipal) que se ubicó en lo que había sido aquella capilla.

En esta segunda etapa de las Cortes de Cádiz, se desarrollaron los primeros éxitos parlamentarios de los diputados Tomás Izturiz, López Cepero, Argüelles y Martínez de la Rosa. Durante este espacio de tiempo, cerca de tres años, se celebraron un total de 1478 sesiones y se dictaron numerosos decretos de las Cortes. Pero la obra principal de las Cortes de Cádiz fue la redacción de la Constitución. La Comisión encargada a tal proyecto se constituyó bajo la presidencia de Muñoz Torrero el día 23 de Diciembre de 1810 y el proyecto se presentó por partes a la Asamblea el 18 de agosto de 1811. Una semana después comenzó el debate que, tras algunos intervalos, desembocó en la aprobación total del texto, a principios de marzo de 1812. La Constitución consta de 384 artículos repartidos en 10 títulos. Los dos ejemplares que se firmaron en aquellos años se conservan en el Archivo del Congreso.

La Constitución fue aprobada el día 11 de marzo de 1812, publicada el día 18 y jurada por los 184 Diputados presentes, de los 204 que integraban la Cámara entonces, al día siguiente, 19 de marzo, motivo por el que se conoció popularmente por La Pepa

La epidemia de fiebre amarilla que se declaró en Cádiz en el año 1813, por la que enfermaron 60 diputados, llevaron a las Cortes a trasladarse de nuevo a San Fernando. El 14 de octubre de 1813 las Cortes abandonan el templo de San Felipe Neri y vuelven a San Fernando, donde permanecerían hasta el 29 de noviembre de ese año. En esa fecha vuelven a Madrid, donde residirían hasta que en mayo de 1814 fueran disueltas por el Rey Fernando VII a su regreso de Valencia, donde había sido prisionero de los franceses.

En el año 1823 y a causa de la nueva intervención militar francesa en España, el Gobierno y las Cortes, huyendo desde Madrid y Sevilla, se refugiarán de nuevo en el Oratorio gaditano celebrando diversas sesiones ordinarias y extraordinarias.

De aquella efemérides queda un significativo recuerdo y homenaje en el exterior del propio templo, cuya fachada se organiza mediante pilastras jónicas de orden gigante, y entre las que se disponen numerosas lápidas dedicadas a aquellos diputados doceañistas, colocadas la mayoría en 1912 con motivo del primer centenario de las Cortes de Cádiz. Bajo la iglesia hay, además, una cripta con dos mausoleos que contienen los restos mortales de varios de los diputados de aquel evento y de las victimas de la represión del levantamiento liberal de 1820.

Bibliografía

  • Lorenzo Alonso de la Sierra; Juan Alonso de la Sierra; Pablo Pomar Rodil; Miguel Ángel Mariscal: Guía artística de Cádiz y su Provincia (I): Cádiz y Jerez. Fundación José Manuel Lara
  • Ricardo Moreno Criado: La Iglesia de San Felipe Neri. Ediciones de la Caja de Ahorros de Cádiz, 1978
  • Ramón Solís: El Cádiz de las Cortes. Madrid, 1987.
  • J. R. Cirici: Cádiz, estela de la historia. Ayuntamiento de Cádiz, 1989.
  • Miguel Martínez del Cerro: Un paseo por Cádiz. Cádiz, 1966.
  • Pablo Antón Solé: Las iglesias de Cádiz. Enciclopedia Gráfica Gaditana. Vol.I Nº6. 1984.


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