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Necrópolis de El Monte Areo
La necrópolis de El Monte Areo es una extensa necrópolis que cumple el papel de un complejo funerario múltiple, reuniendo sobre un eje de poco más de cuatro kilómetros, distintos agrupamientos de tumbas, verosímilmente correspondientes a comunidades prehistórica diferentes, localizables tanto al N. como al S. de la sierra, disponiendo seguramente de territorios de hábitat y de aprovechamiento económico establecidos con cierta precisión.
Descripción del entorno
Desde el punto de vista físico, el Monte Areo se erige como el accidente orográfico más acusado de la región de Peñas extendido desde el Río Tabaza hasta el comienzo de la Ría de Aboño, con una longitud de siete kilómetros, entre los concejos de Carreño y Gijón (Principado de Asturias, España). Se trata de un relieve estrecho y alargado que en dirección O.SO-NE.E se extiende por los concejos de Careño, especialmente, y Gijón, finalizando al NE. en Campa Torres, en aguas del mar Cantábrico. Actúa como una aparente barrera de separación entre las tierras de suave topografía de la región costera de Peñas, al N., y la cuenca sedimentaria central asturiana, al S. Esta posición destacada permite que se vea la sierra desde puntos diversos, ofreciéndose como una referencia espacial de primer orden. En su conformación son también determinantes la baja altitud y el aplanamiento (en realidad son viejas plataformas marinas), dispuesto su lomo, sumariamente, en dos escalones que se suceden en torno a los 150 metros y 250 metros de altitud. La elevación sobre las áreas bajas que domina es discreta: 175 metros en el N. y, algo más acentuada, 200 metros en el S., pero suficiente para erigirse como un espléndido mirador, tanto hacia la región de Peñas, con el océano al fondo, como sobre extensos sectores de la cuenca central. Pese a esta situación de dominio, las tierras bajas están próximas y el tiempo de desplazamiento desde las mismas hasta los dólmenes y túmulos resulta breve. Esta última nota delata la perceptible cercanía entre el espacio vital y el funerario.
La necrópolis
El Monte Areo fue, durante la Prehistoria reciente, un importante territorio funerario para las sociedades neolíticas instaladas en el segmento territorial que abarca la región de Peñas y parte de la cuenca central asturiana.
Del uso funerario y ceremonial de este Monte se identifican todavía una treintena de monumentos tumulares en grado distinto de conservación, si bien describiendo un ámbito monumental organizado en necrópolis de dos o tres de tales túmulos, localizado perfectamente en las parroquias de El Valle y Guimarán, ambas en el concejo de Carreño. Globalmente la dispersión tumular se extiende en un eje de 4.300 metros desde el conjunto de El Llano, el más occidental, hasta los túmulos números XVIII y XIX, en el oriental (véase mapa de la necrópolis en la documentación anexa).
Hasta el momento fueron analizadas y debidamente estudiadas en varias excavaciones arqueológicas cinco de esas arquitecturas que, en conjunto, ofrecen el panorama arqueológico más completo del fenómeno megalítico en el territorio asturiano. Gracias a dichas excavaciones se conoce bien la composición de dos de esos conjuntos funerarios, los que fueron denominados como Les Huelgues de San Pablo (Guimarán) y El Llano (El Valle).
Del análisis de los monumentos y de sus contenidos instrumentales (ofrendas mortuorias) podemos inferir conductas distintas que acaso señalen también tiempos diferentes en el uso funerario del Monte. En tal supuesto, los monumentos de Les Huelgues de San Pablo podrían corresponder a un momento más antiguo o arcaizante que los sepulcros erigidos en El Llano.
Tanto la información arqueológica con sus sistemas propios de aproximación cronológica, como la proveniente del método del C-14, permite afirmar que, al menos, el tiempo de vigencia de la necrópolis del Monte Areo, en El Llano y Les Huelgues de San Pablo, se establece entre los últimos siglos del IV y comienzos del III milenio antes de Cristo.
Tipología de los monumentos
Los monumentos investigados procuran, además, una curiosa variedad tipológica que se ajusta a la cada más perceptible aceptación de la diversidad y riqueza formal en arquitecturas y procedimientos rituales integrantes del mundo funerario neolítico. Las formas reconocidas se pueden ordenar sumariamente:
a) Dólmenes típicos simples de túmulo bien construido, recubierto por una coraza pétrea y acogiendo en su interior cámaras cuadrangulares, cerradas, de cubierta monolítica.
b) Dólmenes de vestíbulo y cámara alta, con una altura interior del ámbito específicamente sepulcral, próxima a los dos metros.
c) Túmulos sin definición cameral precisa pero de considerable entidad monumental (hasta 20 metros de diámetro).
El conjunto de ofrenda que constituyen los ajuares funerarios, desde las hachas pulimentadas hasta las numerosas lámina de sílex, las puntas de flecha o ciertos objetos de adorno o suntuarios, en azabache o cristal de roca, expresa las directrices técnicas y culturales de las poblaciones neolíticas, así como fenómenos de gran interés como la selección-importación de manufacturas, formas remotas de comercio, etc.
Referencias
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