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Nacimiento del urbanismo contemporaneo en España
En España, el retraso industrial durante el siglo XIX, evitó el nacimiento de las “ciudades carbón", desarrolladas en la Europa industrial y en los Estados Unidos. La cada vez mayor concentración de la población en algunas ciudades dio lugar a una escasez de viviendas y el descenso de las condiciones de vida. En Madrid sobre todo destacaron las “casas corredor”, estas eran las casas de los humildes, donde vivían los trabajadores mezclados con gente que no tenían ningún tipo de trabajo ni hacían nada por buscarlo. Como durante un tiempo apenas existía en Madrid una población obrera, estrictamente hablando, se trataba más bien de una población artesana, a la que la propia vivienda servía a la vez de taller para sus trabajos.
Después de las guerras napoleónicas, las ciudades españolas iniciaron un proceso de crecimiento ininterrumpido que les hizo llegar hasta los 20 millones de habitantes en tan solo siglo y medio. La población conservaba una estructura preindustrial y en un primer momento se produjo la degradación de las condiciones de vida de la población urbana. La ciudad surgida de este proceso presentaba una grave situación de hacinamiento y de crisis en los servicios.
El hacinamiento de los habitantes en las ciudades era consecuencia de un crecimiento de la población unido a un no aumento paralelo del número de viviendas. Desde finales del siglo XVIII el crecimiento demográfico de las grandes ciudades se realiza a costa del número de personas por vivienda y de la aparición de realquilados. La subdivisión de las antiguas viviendas unifamiliares, la elevación de pisos, la ocupación para viviendas de la superficie de la parcela anteriormente sin edificar, la ocupación de parte del espacio de las calles mediante la proliferación de voladizos contribuyen a densificar gravemente el casco de unas ciudades que mantienen la trama viaria heredad de tiempos anteriores y en las que no eran infrecuentes las calles de menos de 4 metros de altura.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX aparecen los planes de ensanche y de reforma interior, que es de donde arranca propiamente el urbanismo español. En el siglo XIX se distinguen tres generaciones: la fernandina, la isabelina y la de la Restauración.
La generación fernandina es una continuación del siglo XVIII, su trazado responde a una cuadrícula de dimensiones muy reducidas, cruzada por algunas diagonales que unían las plazas. Las avenidas ofrecen perspectivas largas, lo que demuestra la influencia barroca.
La generación isabelina es la época en la que hay una fiebre por la construcción de mercados cubiertos, se derribaban conventos para construir mercados como signo de progreso popular urbanístico. Tanto en la época de Fernando VII como en la de Isabel II se produce una importante obra de reconstrucción, apareciendo construcciones modernas de 4 y 5 pisos.
La generación de la restauración se prolonga a lo largo del primer tercio del siglo XX, es el periodo que realmente empieza la actividad urbanística entendida como actualmente. Es de este periodo la aparición de las Ordenanzas Municipales de edificación y la aparición de los Planes de Ensanche. Las actuaciones urbanísticas de este periodo son más de carácter expansionista más que de saneamiento, reforma interior o eliminación de barrios insalubres. Solo a finales del siglo XIX se impondrá una visión sanitaria del urbanismo.
Las formas de crecimiento de la urbanización de este periodo serán:
- El ensanche,
- La anexión del extrarradio,
- La reforma interior
- Los barrios de ciudad jardín.