Inscríbete y crea tu propia colección de obras y artículos
Monasterio de San Salvador de Oña
El Monasterio de San Salvador de Oña fue fundado en el año 1011 por el conde de Castilla Sancho García, para su hija Tigridia, como Monasterio dúplice, con monjas procedentes del de San Juan de Cillaperlata, y monjes del de San Salvador de Loberuela.
Por escritura otorgada el 30 de junio del 1033 por el Rey Sancho el Mayor de Navarra y su esposa Doña Mayor, el Monasterio pasó a depender únicamente de los monjes Cluniacenses. Es a partir de este momento cuando mayor desarrollo e influencia adquiere, y llegan a estar bajo su jurisdicción más de setenta monasterios e iglesias repartidos geográficamente por el norte de la Provincia de Burgos, Santander y el valle del Pisuerga palentino.
Un nuevo brote de florecimiento se produce cuando, a partir de 1506, se integra en la Congregación Benedictina de Valladolid. La invasión francesa primero y la desamortización posterior son la causa de no pocas destrucciones y del abandono del cenobio por parte de la Comunidad benedictina. A partir de 1835 su iglesia se convierte en parroquia de la localidad y las dependencias monacales no volverán a ser restauradas y ocupadas hasta 1880 en que fueron adquiridas por los jesuitas quienes permanecieron en ellas hasta 1968. A partir de esta fecha el complejo monástico pasó a depender de la Diputación Provincial de Burgos como hospital psiquiátrico.
Descripción
De su época de esplendor nos quedan importantes restos arquitectónicos y ornamentales, así como una interesante y extensa documentación que, en la actualidad, está depositada en el Archivo Histórico Nacional.
El conjunto monástico estaba formado por una serie de edificios distintos, entre los que destacan la iglesia, comenzada a finales del siglo XII con remodelaciones góticas del Siglo XV, al igual que la fachada, y el claustro conocido como "patio gótico".
Tras ascender la escalinata que da acceso a la Iglesia, nos saludan las estatuas sepulcrales del siglo XV, erigidas en recuerdo de algunos de los personajes que descansaron en el atrio de la Iglesia, y que, posteriormente, fueron trasladados a su interior. Después de la primera cancela, la fachada muestra restos de la original construcción románica, el pórtico y la ventana de la izquierda así lo atestiguan.
En el interior, se destacan las pinturas gótico-flamencas atribuidas a Fray Alonso de Zamora y, entre ellas, son apreciables diversas muestras heráldicas que se repetirán con profusión en el Templo y que hacen alusión a los Condes fundadores, Sancho Garcés III de Navarra, Sancho II de Castilla, así como un escudo único con las armas de los Reyes Católicos.
La puerta gótico-Mudéjar es un excelente exponente de esta manifestación artística, y da paso al vestíbulo que acoge, en su piso superior, la sillería del coro alto.
La iglesia interiormente fue reconstruida en el siglo XV. Llama la atención sus dimensiones, 83 metros de longitud, 20 metros. de ancho, y 20 metros. de altura. Cuatro retablos barrocos flanquean la entrada.
Atravesando la verja destaca en el muro de la derecha un mural al fresco de pintura gótica, datada en los principios del siglo XIV, en el que se narra la vida de Santa María Egipcíaca. En frente, en el lado del evangelio, la talla románica del Cristo de Santa Tigridia, del siglo XII, preludian los tesoros que la Iglesia sigue encerrando.
Sobre el primitivo crucero románico se levantó, en el siglo XIII, el actual, coronado por una sencilla linterna. Del antiguo restan unos hermosos capiteles policromados. En este espacio se ubicó en el siglo XVIII el órgano, recientemente restaurado por la Junta de Castilla y León.
Frente al citado órgano podemos contemplar el retablo de la Inmaculada a la vez que restos del antiguo Retablo mayor que presidió la Iglesia hasta el siglo XVIII.
Seguidamente se entra en la inmensa capilla, auténtica joya de la Iglesia, coronada por una atrevida bóveda estrellada de 400 m², construida por Fernando Díaz hacia 1460. En el siglo XVIII se abre en su frente un ábside con objeto de albergar el cuerpo de San Iñigo.
La sillería del coro de doble piso, tallada en nogal por Fray Pedro de Valladolid, es de estilo gótico, del siglo XV. A ambos lados, y del mismo autor, sobresale el panteón real y condal, bellísima obra gótico-mudéjar.
El retablo mayor es de estilo barroco, con un arco que da paso a la capilla de San Iñigo decorada con pinturas de Francisco Bayeu, cuñado de Goya.
La sacristía de estilo herreriano, s. XVIII, de grandes proporciones, guarda tesoros parroquiales entre los que destaca la escultura sepulcral del Obispo D. Pedro López de Mendoza, natural de Oña.
El claustro, obra de Simón de Colonia, fue construido en su piso bajo en el Siglo XVI, y en el siglo XVII el superior.
Completa el conjunto monumental la fachada renacentista barroca del Monasterio (s. XVII) adornada con las estatuas de Condes y Reyes fundadores así como heráldica de los cuatro reinos.
Referencias
Referencias e información de imágenes pulsando en ellas. |
Wikipedia, con licencia CC-by-sa |