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Mediateca de Sendai/Información complementaria
La Mediateca de Sendai. Tradición e Innovación (Anton Capitel)
El edificio de la Mediateca de Sendai, del gran arquitecto japonés Toyo Ito (1995-2000), tiene una imagen externa perteneciente por completo a la tradición moderna. En cuanto a ella es casi convencional: un edificio acristalado de bandejas horizontales. Pero su configuración interna, al quedar afectada por la singular estructura que lo construye, está completamente fuera de dicha tradición. O, si se prefiere, ha contribuido a ella con una innovación singular.
Puede ser, por lo tanto, un ejemplo ideal para analizar las diferentes procedencias de sus recursos, para investigar como se presenta en él la dialéctica entre tradición moderna e innovación contemporánea.
El prisma acristalado remite de inmediato a la tradición miesiana; esto es, a la ya tan antigua y brillante idea de Mies van der Rohe de recubrir con el cristal expresionista la estructura de la Casa Dominó de Le Corbusier. Hasta aquí, cosas muy viejas, fundacionales, que están respetadas por Toyo Ito como una convención que sigue siendo útil, un invento moderno al que no se renuncia, pero que tiene ya una solera semejante, casi, a la que los órdenes clásicos tuvieron para los arquitectos académicos.
Pero, de otro lado, la configuración interna del edificio no es menos tradicional si a la modernidad nos referimos: se trata de una superposición de plantas libres, de estratos de configuración independiente, que se superponen unos encima de otros, en un método de hacer arquitectura que Le Corbusier inventó. Estas plantas libres lo son de modo absoluto, y la forma en que lo exhiben mediante sus plásticas configuraciones no es ajena, en bastantes de los rasgos en que se apoya, a las realizaciones del maestro suizo. Pero, si hacemos abstracción de las sofisticadas columnas, no existe ninguna fluencia espacial entre las diferentes plantas, no hay dobles alturas, cortes, ni nada que se salga del estricto límite de los planos horizontales. La planimetría goza tanto con su libertad y con la diversidad de trazados que ésta permite como con la plasticidad de las figuras de los cierres y las líneas que crean en los techos. Pero, más allá de la continuidad que la estructura crea entre unas y otras plantas, éstas no se relacionan entre sí. Los planos horizontales dividen drásticamente los distintos niveles. El cultivo del espacio, entendido éste como un valor figurativo que afecta a la complejidad del interior, no existe; o queda reducido, en cualquier caso, a lo que soportes y otros elementos dibujan en las plantas y queda encerrado entre ellas.
Se trata, pues, de una versión, contemporánea y sofisticada, de una estructura dominó –corbuseriana cerrada por un acristalamiento miesiano. En el concepto, claro está. Los complejos y elaborados soportes se introducen dentro del edificio, como Le Corbusier quería, liberando así la fachada, que deja verlos por transparencia, y, aunque destaca fuertemente en ellos la individualidad que crean sus distintos tamaños, se ordenan bastante, por un lado, y se desordenan cuidadosamente, por otro. Hay un ligero y alambicado desorden en la condición no alineada de la fila interior o intermedia, y son cinco, desordenadas y de muy distinto tamaño las columnas de un extremo, y cuatro, y más ordenadas, las del otro. La libertad alcanza, pues, también, a la estructura, desmintiéndose en ella la neutralidad corbuseriana y su ascética abstracción, aunque se continúe con ello lo que eran sus intenciones, y haciendo caso así a la nueva naturaleza de la estructura, a su mucho mayor tamaño y a su activo papel en el cobijo de las comunicaciones y de las instalaciones. La estructura se coloca, pues, estratégicamente según los servicios que aloja, pero se trata también con un valor plástico muy matizado en cuanto a su colocación en la planta, quizá en exceso, pues su naturaleza de elementos compuestos mediante tubos, inclinados a veces y rectos otros, no lo necesitaba, en realidad y, de hecho, las variaciones se perciben bien en la planta, pero menos en el edificio real.
La planta no es miesiana. En primer lugar, porque es un cuadrado, figura planimétrica que Mies empleó, pero pocas y muy controladas veces. Pero, sobre todo, porque no existe una relación suficientemente poderosa y coherente entre la estructura y el cuadrado. Esto es, si bien la importante presencia de la estructura como componente principal de la arquitectura de la Mediateca remite a Wright, de un lado, y al propio Mies, de otro -situándose así el edificio tanto en la tradición orgánica como en la racionalista- la disposición de la estructura no sigue la geometría del cuadrado más que en la potente y significativa presencia de las grandes columnas de esquina. Parecen éstas situadas, pues, para consolidar de algún modo esta relación y hacer que las demás puedan permitirse prescindir de ella. Ya que en un sentido hay 3 filas muy nítidas, y en el otro 4, menos claras, y con 5 elementos en una de las hileras perimetrales. ¿Es éste otro grado de libertad? Resulta, en todo caso, el menos convincente de todos, y orienta decididamente la planta en un sentido, desmintiendo la isotropía propia del cuadrado. En las publicaciones puede verse como las plantas se han dibujado siempre según este sentido -haciendo que la fila de 5 columnas haga las veces de base- y como se publican siempre respetándolo aunque se trate tan sólo de una convención gráfica.
Pero esta planta tiene también una cierta concepción kahniana. La tiene ya, bastante, en la propia impronta de la misma, en la imagen de su trazado; pero, sobre todo, en su concepto. Pues los sofisticados soportes, al contener las comunicaciones y las instalaciones, hacen que el edificio responda a la teoría kahniana de los espacios servidos y los espacios servidores, y que ese concepto construya en buena medida el edificio todo.
Así, pues, un miesianismo superficial, que afecta tan sólo a la imagen externa; un profundo corbuserianismo -planta libre, superposición de estratos independientes, y hasta la concepción plástica de muchas de las planimetrías- y un concepto kahniano, soportan eclécticamente esta atractiva obra y la convierten en un producto muy denso, que prolonga con acierto la tradición moderna y la lleva más allá sin desmentirla. La insólita y espectacular concepción de los soportes, al dividirse en múltiples tubos metálicos que, inclinados o rectos, ordenados y desordenados, configuran un transparente espacio interno que contiene múltiples cosas, es una contribución que se debe en exclusiva al propio Toyo Ito, constituyendo una verdadera y fructífera innovación, y siendo el rasgo que da precisamente al edificio la gran fuerza que su imagen posee, en la que resulta especialmente espectacular el modo en que la estructura perfora los planos horizontales y los relaciona en cierta medida. No menos atractiva es la aparición de la estructura en la planta de la terraza, haciéndose allí completamente visible y sosteniendo el delicado techo.
La Metiateca de Sendai, de Toyo Ito, es, pues un excelente ejemplo del modo en como la mejor arquitectura contemporánea combina adecuadamente el uso de la tradición moderna con la innovación y la invención, proclamándose de este modo, incluso por el llamativo uso de la libertad formal, como una arquitectura que sigue perteneciendo todavía al fértil y diversísimo tronco que inició la revolución moderna. Esto es, de cómo el lúcido aprovechamiento de ésta no sólo no impide las innovaciones, sino que les sirve de adecuada plataforma.