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La Alhóndiga (Bilbao)
La Alhóndiga Municipal de Bilbao (Vizcaya, España) ocupa la totalidad de una de las manzanas del Ensanche de la Villa.
Edificada entre 1906 y 1909 según proyecto de Ricardo Bastida, supuso la afirmación de una nueva idea de edificio en cuanto a su implantación, al ubicarse sobre el nuevo trazado de ciudad que nacía en esa época, y en cuanto a su construcción, dado el empleo de técnicas novedosas desde el punto de vista estructural.
El edificio, además de cumplir los requerimientos de orden funcional para los que fue diseñado, transciende del mero carácter de almacén para insertarse en la trama del ensanche como un elemento con vocación de conformar ciudad. Esta dualidad del planteamiento es patente en el mismo, pudiéndose identificar los elementos que atienden a cada uno de los aspectos reseñados.
Clausurado por largo tiempo, en los años 80 se barajó su adaptación como centro cultural con la participación de Jorge Oteiza. Este proyecto se frustró y poco después emergía uno alternativo en Bilbao, el del Museo Guggenheim, lo que motivó las iracundas críticas de Oteiza y una controversia que sólo se apagó ante el inusitado éxito del nuevo museo.
Finalmente, la Alhóndiga ha sido reformada como centro cívico polivalente, con la intervención del diseñador Philippe Starck.
Interior
El interior presenta una configuración diáfana en la que se une el indudable atractivo de la posibilidad de experimentar la totalidad del espacio correspondiente a una manzana del ensanche, con el rigor geométrico que la estructura posee, el cual propicia notables percepciones del espacio por ella modulado. Los pórticos de hormigón armado, es uno de los primeros edificios realizados con esta técnica en Vizcaya, presentan una reiterativa modulación que se altera ligeramente en las zonas en que diversas necesidades de tipo funcional lo demandan. Las calles de circulación por el interior de las plantas baja y sótano, asociadas en vertical a grandes huecos de los forjados superiores para propiciar la iluminación del conjunto, crean zonas de ruptura de la trama estructural. La razón de ser de la misma, por tanto, hay que buscarla en la adaptación funcional al uso para la que fue proyectada, siendo éste, en consecuencia, un aspecto a considerar preferentemente en la valoración del edificio. La limpieza y contundencia de la estructura existente, no obstante, terminan por caracterizar espacialmente el interior del mismo.
Exterior
Exteriormente, el edificio está dotado de una indudable monumentalidad y presenta condiciones evidentes para su consideración como elemento relevante, siendo la particular concepción de sus fachadas clave de la relación del edificio con el resto de la ciudad y factor determinante en la cualificación a realizar del mismo desde las más diversas ópticas. La valoración en cuanto a imagen exterior del edificio cabe realizarse desde dos niveles distintos, derivados de su relación con el entorno próximo y la materialidad de su asentamiento sobre el terreno, por un lado, y como unidad edificada dentro del conjunto de las del ensanche, por otro. El edificio muestra los imperativos que se desprenden de la resolución de su programa funcional, presentando, dentro de la homogeneidad de su imagen, soluciones matizadas en su planta baja a lo largo de todo el perímetro, en el encuentro con los viales circundantes en función de las cotas altimétricas de éstos y la necesidad de acceso al interior del edificio. En una visión más global ofrece una singular imagen que lo identifica claramente como edificio singular frente a los inmuebles circundantes, mayoritariamente residenciales, mediante la resolución de su fachada con determinados resortes compositivos que sugieren un uso industrial del edificio, por un lado, y muestran un carácter claramente urbano, por otro. La utilización de distintos materiales y criterios decorativos dispuestos en franjas horizontales y los ventanales ornamentados como remate superior de los alzados marcan un criterio constante en la cualificación de su perímetro construido, el cual presenta, no obstante, una nota de enfatización derivada de una condición sensible a su inserción en el ensanche: la utilización, precisamente en los puntos singulares creados por la propia trama urbana, de torreones de remate allí donde el paño continuo de fachada gira -las esquinas- configurándose, además, un frente característico hacia la plaza de Arriquibar.
La cubierta es plana y en ella se sitúan grandes lucernarios, ubicados sobre las calles de circulación interior, resueltos mediante planos inclinados sobre estructura metálica.
Los distintos usos acogidos en el edificio desde su cierre como alhóndiga han originado alteraciones en la configuración original del edificio; la más notable, en lo que al exterior del edificio se refiere, el rasgado de dos huecos de planta baja en el frente a Alameda de Urquijo. Previamente, en fecha no determinada, los remates de herrería situados sobre la cornisa, entre las coronaciones de los frentes de ventanas de la planta superior, fueron sustituidos por paños de ladrillo cara vista que alteran la primitiva percepción de dichas coronaciones, recortadas sobre el cielo, y restan singularidad compositiva al lienzo de muro de primera planta, único elemento del edificio resuelto en ese mismo material. Existen, además, multitud de desperfectos puntuales en elementos de fachada derivados de pequeñas actuaciones habidas a lo largo de la vida del edificio.
Referencias
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