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José María Jujol/Información complementaria
No hay un "Gaudí", tal y como hoy se le vende, sin la sombra de Jujol, indisolublemente pegada a la obra tardía del maestro.
Jujol-Gaudí, como bien indica Carlos Flores en su monografía conjunta, compañeros-colegas y maestro-alumno en ambas direcciones, durante su convivencia, su larga convivencia que va desde 1904, o poco antes, hasta la misma muerte del maestro, conforman una rica obra que hoy es considerada "gaudiniana" y ejemplo de la obra de Gaudí (Casa Milà, Casa Batlló, Sagrada Familia, Cripta Güell, etc), pero que es en realidad una significativa, y muy singular aportación personal de J.M. Jujol a la arquitectura (y al resto de las artes) del siglo XX, destacando como una de las más valoradas hoy sobre todo por su actualidad. Esto último debe pensarse, por ejemplo, observando directamente la obra de los arquitectos catalanes Enric Miralles y Josep Llinás, destacando su ligazón teórica y algunas veces incluso formal.
Otra cosa es esa mano negra, esa inquina que parece rondar en las cabezas de los comerciantes muchas veces autodenominados amantes de Gaudí, que no hacen sino esconder la mano de Jujol, a su ojos unas manos desprestigiadoras de un valor en alza en el mercado global: es el gaudinismo más miope y socarrón (pero muy -pero que muy- vigente).
Jujol, capaz de hacer de una idea doméstica o ensoñadora, de un objeto encontrado o una pieza rota, un espacio habitable consagrado a las labores del hombre, como en los casos ya archi-conocidos, citando sólo obras propias, como el buque (y sus bodegas) que navega a la luz de una estrella (Teatro del Patronato en Tarragona), el manto protector de la virgen en su carruaje (Can Negre en Sant Joan Despí), la vasija de cristal de doble boca (un porrón) que hace estallar el fruto de la tierra (abajo) en nuestros dientes levantados al cielo (Casa Bofarull), un gruta (Montferri), el oleaje bravío sobre la fachada y una columna enroscándose bajo miríadas de insectos (Casa Planes en Barcelona), un rotor como de lavadora que autogira todo el hueco de la escalera formando de espumosas letras doradas sobre el azulete (escalera interior de la citada Can Negre), dos closques (catalán: caparazones o cáscaras) entremezcladas por las que ronda una cristalina serpiente bajo la cruz (Torre "dels ous" -huevos- o de la Creu), unas muñecas encontradas en el mercadillo (habitación de las niñas en Can Negre), y tantísimas otras que expresan su modo de proyectar-construir, que para Jujol es siempre lo mismo, tan perverso, original, y desde luego actual y estimulante para los profesionales de las artes.
Jujol, estoy seguro, no debe compararse con Gaudí; no le hace falta ni a uno, ni al otro, francamente.
pedropablo vaquer <zooarq@gmail.com> 22-2-2011.