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Iglesia del Espírito Santo do Cerrado

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Iglesia del Espírito Santo do Cerrado

La Iglesia del Espírito Santo do Cerrado, en Avenida dos Mognos, 355 - Bairro Jaraguá de Uberlândia, construida entre 1976 y 1982 con proyecto de Lina Bo Bardi está formada por un conjunto de cuatro volúmenes cilíndricos articulados entre sí, que se adaptan a la pendiente del solar.

En la cota más elevada, el campanario, un volumen alargado y esbelto, anuncia la presencia del conjunto religioso en el humilde barrio de Jaraguá, situado en la periferia de Uberlándia, en pleno cerrado del Triángulo Minero. Junto a él, el cilindro de mayor diámetro alberga la iglesia propiamente dicha. La casa parroquial, una residencia para tres religiosas, ocupa el volumen intermedio, con su pequeño claustro y jardín central. Un poco más abajo, un pabellón a imagen y semejanza de una cabaña indígena se destina a reuniones, fiestas y a la enseñanza de diversos oficios (cocina, peluquería, etc.) impartidos por las monjas a las mujeres del barrio. Este espacio, junto con el pequeño campo de fútbol y la barbacoa para el churrasco de los domingos, conforman el centro comunitario propiamente dicho.

El interior y el exterior son ondulantes, siempre en movimiento; en este conjunto todo gira, nada es estático. Como un engranaje, un mecanismo en el que cada parte es solidaria con la otra, el conjunto funciona mediante la ayuda mutua, donde cada pieza es capaz de transmitir movimiento y fuerza a las demás. Estos mecanismos con movimientos giratorios en diferentes sentidos son una constante en la obra de Lina Bo Bardi; el ejemplo más evidente y próximo a este proyecto tal vez sea el del restaurante Coatí en Salvador. La imagen es la misma que la del mutirao (trabajo comunitario), sistema con el que se llevó a cabo toda la obra, desde el proyecto hasta su construcción. Este pequeño centro comunitario para padres franciscanos se erigió con la ayuda de la población durante los fines de semana, con material recuperado de alguna demolición o procedente de donaciones. También el proyecto en sí fue una donación. La arquitecta y sus colaboradores ofrecieron este trabajo desinteresadamente a los tres misioneros franciscanos que en aquel momento cuidaban de la iglesia. Una experiencia que a Lina Bo Bardi le interesaba destacar, realizada conjuntamente con la población, con el objetivo de señalar la “posibilidad de una construcción de viviendas al alcance del pueblo y realizada con la colaboración activa de ese mismo pueblo”. La propuesta es clara: construir una iglesia como se construye una casa. Construir con lo que se tiene a mano. Lina Bo Bardi utiliza diversos mecanismos para alejar de esta iglesia cualquier idea que remita a lo transcendente, a lo metafísico o inalcanzable. Desde el acceso, a la percepción del espacio, todo se orienta en este sentido.

El acceso a esta iglesia es singular, pues el eje formado por la puerta de entrada y el altar coincide con la orientación norte-sur del eje del solar. Ahora bien, Lina podría haber escogido cualquier orientación para este edificio, sobre todo en un solar que tiene acceso desde la calle en tres de sus lados. Pero el hecho de insistir en una orientación con una correspondencia geográfica tan precisa me parece significativo, entre otras cosas, porque este mismo eje se vuelve a utilizar en la capilla Santa Maria dos Anjos, aunque el sentido del acceso sea diferente, síntoma de una clara indiferencia respecto a la posición del altar. Además, sabemos que las iglesias antiguas se ubicaban en el terreno siguiendo los puntos cardinales, pero en ellas el eje principal buscaba la correspondencia este-oeste, es decir, la línea que sigue el curso solar. El giro que aquí se ha producido aparece como una metáfora de la transformación que esta Iglesia está realizando respecto al modelo religioso de origen judeocristiano. Con este desplazamiento respecto al curso solar, las condiciones de iluminación de la iglesia ya no son las mismas y, por consiguiente, la percepción del movimiento del sol es distinta, ya que, al no coincidir con la línea del movimiento del sol, este eje que conduce hasta el altar ya no puede ser sublimado en el interior de la iglesia, ni prolongado de modo progresivo a través del recorrido solar. Este pequeño desplazamiento anula uno de los dos mecanismos principales utilizados para medir el tiempo homogéneo y continuo que se asocia a lo transcendente.

La forma cilíndrica, asociada a una inquietud espacial, era una característica de la tradición arquitectónica romana occidental. La forma curvilínea que extiende y amplía el espacio se oponía a las reglas que establecían límites visibles en los espacios de la Grecia Antigua. La arquitectura tardorromana lleva esta idea al extremo, y encuentra su perfección en la iglesia de San Vitale de Rávena, considerada como el lugar donde se produce la “destrucción de toda materialidad del espacio”. Existe una fuerte correspondencia entre esta iglesia y la iglesia del Espirito Santo do Cerrado. Ambos edificios, de planta central, se caracterizan por una secuencia de volúmenes articulados y una particular tensión espacial, acentuada por la iluminación. Sin embargo, estos elementos cumplen objetivos muy diferentes en ambos edificios. Así como en San Vitale la visión dinámica y cinética del espacio respondía al carácter activo de la mens romana y, al mismo tiempo, servía a la mentalidad cristiana occidental, en el Espirito Santo do Cerrado estos elementos se utilizan para, precisamente, exorcizar esa misma mentalidad. La extensión del espacio -que en el tardorromano se asociaba a la idea de un espacio ilimitado, místico, transcendental- se controla aquí en la medida de lo real. El Espirito Santo do Cerrado retoma el antiguo equilibrio entre los dos ejes, vertical y horizontal, que en San Vitale se rompe en favor del eje vertical o que en las iglesias de planta rectangular alargada se produce en favor del eje horizontal. En la iglesia del Espirito Santo do Cerrado estos dos ejes están presentes de forma más compacta, acortados, descentralizados, de modo que la idea de progresión hacia el altar o en dirección hacia lo alto se elimina -otra vez se exorciza el pasado en este recinto que se aleja del modelo de casa de Dios para aproximarse al de casa de los hombres. A pesar de remitir a iglesias de planta central dominadas por una gran cúpula, aquí el centro está claramente dislocado y multiplicado.

Desterrada la cúpula, desaparece también su función simbólica de recoger y unificar la totalidad del espacio. Al contrario, en este proyecto, la multiplicación de la forma cilíndrica y pluridireccional pone en peligro la visión centralizadora, universalista y jerárquica propia de las religiones de Occidente. La propia cubierta de la iglesia fue concebida por la arquitecta como una estructura excéntrica. El lucernario sobre el altar rescata la idea del baño de luz absorbido a través de la cúpula, pero éste no es exclusivo del recinto sacro y lo descubrimos duplicado precisamente en el punto de intersección entre la iglesia y la residencia de las religiosas. Lina Bo Bardi ya había utilizado este mismo elemento en otro espacio “noble” de doble altura, que no está situado en una iglesia, sino en una casa, la que construiría en 1958 para la Valéria P. Cirell.

Este tratamiento diferente de la luz natural nos sugiere una concepción distinta del tiempo, mucho más tumultuosa, lúdica e indeterminada. Según el proyecto de Lina Bo Bardi para la iglesia del Espirito Santo do Cerrado, se esparcirían pequeñas y múltiples aberturas a lo largo de la pared de la Iglesia que la iluminarían a través de vidrios multicolores. Si se hubiesen realizado, la experiencia de penetrar en este recinto sería muy parecida a mirar a través de un caleidoscopio.

Planos

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Otras imágenes

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Situación


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Referencias

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Conrad von Soest, 'Brillenapostel' (1403).jpg
Olivia de Oliveira: Lina Bo Bardi, Obra construida, 2G Nº 23-24 Gustavo Gili ISBN 84-252-1922-1



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Alberto Mengual, .

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