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Iglesia de Santa María de las Nieves (Benacazón)

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Iglesia de Santa María de las Nieves (Benacazón)

La Iglesia de Santa María de las Nieves' en Benacazón es un espacioso edificio, de una sola nave, al que en el siglo XVII se añadió otra. La nave central en sus orígenes es mudéjar. El edificio de la capilla se levantó junto al muro derecho de la capilla mayor de la iglesia, de origen mudéjar esta última, y fue reformada y ampliada en 1.632, con el resultado de un espacio de planta rectangular, con suaves pilastras rematadas en ménsulas a modo de capitel, y una cornisa sobre la que se asienta la bóveda de cañón de tres tramos con arcos fajones y lunetos, decoradas con pinturas murales de época posterior. Para su adorno y servicio litúrgico fue concertado el 8 de Mayo de 1.618 un retablo con el maestro escultor y arquitecto de retablo Juan Martínez Montañés (1568 - 1649). La obra le fue encargada por D. Pedro de Guzmán, vecino en estos años de la villa de Benacazón y albacea testamentario de D. Fernando Portocarrero. En la escritura contractual se dice que dicho retablo debe medir cuatro varas y media de alto por ocho pies y una pulgada de ancho, es decir, debía cubrir por completo el arco de la capilla. Es muy interesante el hecho de que don Pedro de Guzmán quiso que el artista tomase como modelo un retablo que existía en el convento de monjas de la Encarnación de Sevilla, en la capilla donde estaba enterrado el venerable padre Fernando de Mata, y que debió ser muy del gusto del citado albacea. Indica el artista que el retablo de Benacazón debía ser algo más pequeño, porque no se disponía del mismo espacio y que debía añadir al modelo mencionado “ dos escudos de armas enriquecidos con sus tarjetas italianas con muy linda talla en los espacios de los compartimentos con tanta gracia y arte que sea lo mejor que se pudiere hacer en el presente tiempo que estamos. Es curioso también que el autor del encargo exige que el dorado del retablo se lleve a cabo en la propia iglesia, condición explicable por la residencia en el pueblo de don Pedro de Guzmán. La Capilla Sacramental está presidida por el retablo sin dorar, concertado en 1.618 por Juan Martínez Montañés con D. Pedro de Guzmán, albacea de D. Fernando Portocarrero para que centrase la capilla sepulcral que el difunto había dotado en la iglesia parroquial de Santa María la Blanca de Benacazón.

Pero el 23 de Junio de 1632, Montañés suscribía un nuevo contrato para adornarlo de nuevo, debido a que la capilla se había ampliado. En la escritura del mismo se dice lo siguiente: “ que el retablo ha de ser de madera de borne, y que el cuerpo último ha de ser conforme a la dicha traza sin mudar nada de ello, así en el todo como en las partes adornado el dicho último cuerpo y el primero con la tabla de óvalo y agallones hojas y frutas que la traza muestra haciendo así mismo los remates de niños y escudos y los demás que la traza muestra. También es condición que por cuenta se hizo la dicha traza se ajustó conforme al sitio y a una y dos puertas que habían de hacerse para entrar en la sacristía y haberse mudado este intento estamos de acuerdo que al lado de las dos medias columnas se añada a la traza hecha unos argotantes que de nuevo se apuntaron a lapiz en la dicha traza acomodándolos de manera que quede el dicho retablo desde el suelo de la capilla con mejor gracia y más conforme al arte y buena obra “

La obra que como hemos dicho fue valorada en 651 ducados, según Martínez Montañés, a la mencionada escritura recibió un tercio de dicha cantidad, mientras que el resto debía cobrarse con cargo a sendos tributos de 102 ducados anuales que pagaban a la capellanía de D. Fernando el duque de Arcos y el marqués de Alcalá. .Al cabo de 2 años, exactamente el 9 de Junio de 1.634 ya estaba terminado el retablo, pues es entonces cuando D. Pedro de Guzmán declara haberlo recibido, entregaba el encargo, cobrando por su ampliación, referida a los arbotantes externos y al pedestal, advirtiendo que el dinero procedía del tributo que el duque de Medinaceli tenía sobre la citada capilla en recompensa de ciertas rentas pertenecientes al promotor. Retablo de Martínez Montañés

Su dispositivo arquitectónico es interesante por cuanto Montañés conjuga la tipología del retablo tabernáculo con el arco del trinfo al inscribir aquel en éste. Y aunque debía de inspirarse en el desaparecido retablo del Padre Fernando de Mata, el arco exterior recuerda la estructura trazada por Oviedo el Mozo en 1.610 para albergar el lienzo del Juicio Final del convento de Santa Isabel, mientras el tabenáculo anticipa las fórmulas utilizadas posteriormente en Santa Clara. A continuación aparece la ficha técnica del contrato de dicho retablo:

El retablo tal y como hoy lo vemos (con algunas diferencias en lo que respecta al remate proyectado por el artista) presenta una cierta originalidad dentro de la producción retablística de Martínez Montañés, que era su verdadera especialidad, ya que según el profesor Hernández Díaz esta obra puede inscribirse dentro del tipo retablo-portada (constituido por una composición exterior, a manera de gran pórtico, que cobija al retablo propiamente dicho) y a la vez pertenece en cierta forma también en su parte interior, al tipo de retablo-tabenáculo (constituido por un solo cuerpo-hornacina donde se sitúa la imagen titular, flanqueado por columnas, y en su parte superior un ático).

Esta composición dual es una excepción en la obra del artista alcalaíno, aunque el mismo autor cree que de este mismo tipo debió ser alguno de los retablos enviados a Indias.

El retablo que hoy preside la Capilla Sacramental de la Iglesia de Benacazón, es de madera de borne en su color, y responde a la composición que hemos apuntado: una parte exterior con banco y un gran cuerpo central formado por un arco de medio punto flanqueado por columnas de orden corintio, con fuste estriado verticalmente, y sobre ellas dos ménsulas que conectan con el entablamento, constituido por una cornisa al modo clásico. A este cuerpo central se adosan lateralmente sendos elementos, que el artista denomina arbotantes, pero sin función verdaderamente tectónica, que descansen en prominentes volutas, decorados con largas guirnaldas. El ático responde a la misma composición, aunque esta vez aparece flanqueado por dos volutas y coronado por un frontón curvo, rematado a su vez lateralmente por dos bolas y una sencilla cruz con su peana en el centro. En un espacio rectangular que se abre en este ático se halla una interesante pintura anónima de la época del retablo, con el tema del Calvario.

En el centro, cobijado por el gran arco central, aparece el tabernáculo u hornacina, concebido a un modo de retablo independiente, consistente en un solo cuerpo con hornacina flanqueada por dos columnas de fuste levemente entorchado (es decir, estriado helicoidalmente) y capiteles corintios, mientras que el correspondiente ático posee un gran frontón curvo y roto, que en el centro deja paso a otro cuerpo más pequeño, flanqueado de nuevo por pequeñas columnas entorchadas con ménsulas, y dos volutas laterales, y coronado a su vez por otro frontón curvo. En el lienzo más pequeño que representa a la Virgen del Rosario, de la primera mitad del siglo XVIII. En la hornacina central se encuentra una escultura de la primera mitad del siglo XVI, con el título de Ntra. Sra. de la Granada, atribuida al círculo de Roque Balduque, aunque parece que no se trata de la primitiva titular del retablo, ya que fue hallada años después en el pozo de una finca cercano al pueblo.

Según se desprende de la escritura contractual, parece que fue el mismo Montañés el autor del diseño de esta obra, lo que explicaría el sentido clasicista y purista que se observa en toda ella, sin concesiones a lo superfluo y teniendo en cuenta la finalidad litúrgica de la misma. Asimismo, es destacable la preocupación del artista porque su obra se adapte lo más posible al marco arquitectónico que la cobija, modificando siempre los elementos necesarios para conseguirlo, algo que por otra parte es una preocupación constante en su obra.

Finalmente, puede decirse que por la originalidad de su composición y lo excelente de su talla, lo que se une a una minuciosa documentación, nos encontramos ante una de las mejores obras de arte que atesora no solo Benacazón, sino toda la comarca, que por otra parte no fue destino de muchas realizaciones del llamado “ dios de la madera “, pero que gracias a la magnanimidad de Fernando Portocarrero, que tanto amó a esta villa, y en cuya iglesia permanecieron sus restos hasta no hace muchos años, podemos hoy admirar en la Iglesia de Nuestra Señora de las Nieves.

En su hornacina central se sitúa la escultura de la Virgen de la Granada, obra de hacia 1540, realizada por un artista próximo a Roque Balduque. Sobre ella figuran pinturas de la Virgen del Rosario y del Calvario, la primera correspondiente al siglo XVIII y la segunda al XVII.

Durante el siglo XVIII parece que la relación de los Portocarrero con la

Relativo a las rentas de su mayorazgo, sin una presencia siquiera esporádica en sus avatares civiles o religiosos. En esta época ya aparecen los Señores de Benacazón con otros títulos nobiliarios añadidos. Así, en 1733 era señor de la villa D. Félix Francisco Pantoja Carvajal Portocarrero, que se titula Conde de Torrejón, de Valencina y de Tejares. La última poseedora del condado de Torrejón, y por tanto del señorío de Benacazón, fue Dña. María Blasa Pantoja, que murió en 1.803, con el título de Condesa de Torrejón y de Villaverde. A su muerte sucedió una disputa de sus herederos por estos títulos que duró hasta la desaparición legal de los señoríos, pocos años más tarde.

Entre los diferentes objetos de arte destacan: el Cristo del Crucero del siglo XV. Escultura en madera policromada de la Virgen de la Granada, del siglo XVI, renovada en 1879. Retablo sin dorar obra interesantísima de [Juan Martínez Montañés], de 1618.



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Alberto Mengual

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