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Ciudad romana
La ciudad romana es heredera directa de la griega, pero tuvo un desarrollo gradual e ininterrumpido durante todo el Imperio. Inicialmente tenían un desarrollo orgánico, resultado de ir añadiendo casas al núcleo original. La ciudad romana por antonomasia es Roma, la Urbs (o Urbe). La ciudad, que alcanzó casi el millón de habitantes durante el Imperio, tiene un plano de este tipo.
Sin embargo, los romanos fundaron multitud de colonias en las tierras que dominaron y ahí apareció otro tipo de urbanismo. Tiene un plano ortogonal, lugares públicos donde se reúne el pueblo para tomar las decisiones políticas y en donde divertirse, templos y palacios. Si el plano es cuadrangular no todas las calles son iguales: hay dos calles principales mucho más anchas y que cruzan la ciudad de parte a parte: el Cardo con dirección norte-sur, y el decumano, con dirección este-oeste. El resto de las calles son más estrechas y se inscriben dentro de una de las manzanas en que se divide el rectángulo. Claro que ésta es la disposición de las ciudades nuevas, frecuentemente de origen militar.
La expansión de Roma se tradujo en la fundación de colonias en los territorios conquistados, en los que se fundaba una nueva ciudad o civitas. Más adelante, cuando ya dominaba extensos territorios, los romanos fundaron más ciudades por razones comerciales, defensivas o, simplemente, para asentar poblaciones. Son de planta romana Florencia y Turín en la Italia actual, Córdoba, Mérida, León, Zaragoza, en la Península Ibérica, Constantinopla, Verona, Lutecia (la actual París), Narbona, Timgad, Tingis (la actual Tánger), en otras partes. El caso de Florencia es muy interesante porque el casco antiguo, de planta netamente rectangular, con su Cardo y decumano bien definidos, se encuentra muy bien conservado y contrasta nítidamente con los desarrollos urbanos de la Edad Media, con sus calles radiales y plano más desordenado alrededor de dicho casco central.
Además de la herencia griega, la ciudad romana desarrolla su propia morfología. Los romanos tratarán de hacer del entorno urbano un lugar digno para vivir, por lo que son necesarios el alcantarillado, la traída de aguas (acueductos), las fuentes, los puentes, las termas, los baños, el pavimento, el servicio de incendios y de policía, los mercados y todo aquello que es necesario para que viva la gente lejos del campo y con todos los refinamientos posibles para mejorar la salud pública. Había edificios públicos para el gobierno, el culto y la diversión: los palacios, templos, foros, basílicas, teatros, anfiteatros, circos, mercados, baños, etc.; todos ellos construidos de nueva planta. Además, había motivos de adorno y conmemoración como las columnas y los arcos de triunfo. De lo que en principio carecieron estas ciudades fue de muralla, ya que el poderío del Imperio servía para disuadir los intentos de atacar los núcleos urbanos. No fue hasta que comenzaron las invasiones germánicas, en el siglo III, que las ciudades se amurallaron, se colmataron y la calidad de la vida urbana descendió. Esto fue un golpe mortal para una civilización urbana como la romana. Las ciudades se convirtieron en lugares congestionados y poco saludables, y que en épocas de peligro no podían proporcionar a sus habitantes los productos básicos; así que los señores hacendados comenzaron a construir casas en el campo, las villas romanas, que se procuraban todo lo que necesitaban y se defendían a sí mismas. Es el comienzo de la Edad Media: la sociedad se ruraliza y la economía se feudaliza.
Ritos Fundacionales
La tradición Romana antigua establecía una serie de ritos para la fundación de colonias o nuevas ciudades, ritos que tenían unas raíces muy anteriores.
Elegido un lugar, los augures indagaban si el territorio era adecuado mediante el estudio del vuelo de los pájaros y examinado las entrañas de animales cazados en las proximidades. Vitrubio explica la razón científica de estos actos; para la fundación de ciudades debe examinarse el hígado y los pulmones de varios animales y,... si los tiene sanos, buenas serán las aguas y los aires del lugar. Felipe II ordena hacer lo mismo, repitiendo la explicación, en las Leyes de Indias relativas a la fundación de nuevas ciudades.
Una vez terminados satisfactoriamente estos preliminares, en el centro de lo sería la ciudad, se colocaba una arqueta con tierra traída de la ciudad de origen, lo que simbolizaba la traída también de sus dioses, y sobre ella se edificaba un altar.
Los dioses antiguos eran territoriales, es decir, tenían autoridad sobre un territorio y no fuera de él. Muy probablemente se debiera a que, en su origen, eran dioses los espíritus de hombres notables de esa tierra. Los naturales de otras tierras que creaban colonias querían mantener a sus dioses y mediante la ficción de traer la tierra traían también el poder de sus dioses ancestrales.
El perímetro de la ciudad se marcaba roturando un surco por donde se habría de construir la cerca o muralla, con un arado arrastrado por una yunta de reses blancas que nunca antes hubieran conocido el yugo. Por la parte exterior de la cerca un macho y por la parte interior, una hembra, simbolizando respectivamente la guerra y el hogar. El surco resultante era inviolable, como símbolo de lo que deberían ser las murallas: inviolables (ésa es la razón por la que Rómulo mató a Remo cuando éste saltó sobre el surco).
También hacía falta dejar unas entradas y ello se hacía levantando el arado en las puertas (y de ahí viene la palabra puerta, de portare, llevar levantado, el arado). El recinto así fijado se llamaba pomerio (ver explicación en Servio Tulio).
Enlaces externos
- La ciudad romana, en la web de Geografía de Santiago Pastrana.
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