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Casa Nani
La casa Nani, diseñada por Pino Pizzigoni en 1964 como casa de vacaciones en Parre para el artista Claudio Nani supone el resultado del extraordinario estudio espacial realizado por este arquitecto a lo largo de su carrera, mediante el cual conjuga con habilidad y sensatez elementos formales de composición con un profundo conocimiento de técnica y construcción.
Muchos de los proyectos de Pizzigoni, terminados o no, constituyen experimentos abiertos: "pruebas" sobre el tema del vivir de gran frescura y actualidad, sobre las que es posible hacer reflexiones e interpretaciones operativas.
El proyecto nace a finales de 1963 cuando Claudio Nani es llamado por Pizzigoni para trabajar en el sagrario de la iglesia de Longuelo, que había diseñado el arquitecto y, a cambio de esta obra, le proyecta la casa de Parre como lugar de vacaciones para el artista y su familia. El proyecto final es de 1964, terminándose la obra en 1965.
La casa está ubicada en Val Seriana, en la localidad de Sant'Alberto, en el territorio de Parre, justo encima de la carretera del valle hacia Ardesio. Detrás de él están las laderas del Monte Alino, mientras que frente a él fluye el río Serio, que en esta área se extiende hacia una vasta llanura aluvial bordeada al sur por el bosque de Clusone.
La construcción se sitúa al final de un prado alargado. Sin realizar cambios sustanciales en el curso natural del terreno, se construye como un bloque encajado en la pendiente. El volumen compacto se extiende hacia el valle a través de tres grandes vanos, en forma de volúmenes salientes orientados hacia vistas privilegiadas del paisaje. Estos tres grandes ventanales se convierten en el tema principal del proyecto: no son simples aberturas, sino espacios que definen y organizan las estancias principales de la casa.
El proyecto forma parte de la investigación que Pizzigoni llevó a cabo en la última etapa de su vida sobre el equilibrio del edificio y las posibles coincidencias entre estructura y arquitectura. Según Pizzigoni, la gravedad, el peso de las masas, no es tanto un problema a resolver, sino un recurso para crear nuevos mecanismos estructurales y, por tanto, nuevas formas de construir el espacio.
En la casa Nani, la escalera, encerrada entre muros, no solo es un elemento distributivo sino también un elemento estructural en forma de gran pilar hueco. Junto con otros dos pilares, forma un sistema equilibrado capaz de contrarrestar las fuerzas generadas por los voladizos con la ayuda de vigas que dibujan un enrejado tridimensional formado por triángulos isostáticos.
Este trabajo sobre la estructura se superpone al importante interés de Pizzigoni por la perspectiva, entendida como una herramienta para gobernar el espacio. El proyecto se genera mediante una visión tridimensional: la casa se coloca en el centro de una esfera. El paisaje lo califica y lo atraviesa; Las líneas de proyección dibujan sus perfiles y volúmenes, en total control visual de las reglas de perspectiva.
La huella del edificio está inscrita en un cuadrado de 11,50 m de cada lado. El dibujo planimétrico presenta variaciones en cada uno de los cuatro niveles. Los únicos elementos que permanecen constantes son el bloque de escaleras, colocado en el centro de la planta, y el muro de contención, ubicado hacia la montaña.
El acceso al interior de la casa está en el lado oeste y conduce desde el nivel del patio directamente al espacio de doble altura del atelier, mientras que una segunda entrada se encuentra en la parte posterior al nivel de la sala de estar. Los acabados de los espacios interiores se enriquecen con decoraciones de estuco y revestimientos de madera diseñados y creados por el propio cliente.
“El edificio”, según Claudio Nani, “surge de un punto en el espacio que, expandiéndose, irradia esféricamente, formando líneas, superficies, volúmenes y espacios de uso, reflejados externa e internamente. Esta es la idea detrás del proyecto de Pizzigoni: la creación de una especie de caleidoscopio desde el que ver el paisaje, una escultura habitada en medio de la naturaleza. Pizzigoni se sentó en la esquina norte de la tierra, miró a su alrededor, observando las montañas y la inmensidad del paisaje frente a él y me dijo que este era el lugar correcto, 'aquí apoyamos la espalda': una espalda hecha de un muro de cantos, ondulado, que tenía que ser potente y macizo, para evitar el continuo hundimiento del talud. Como el granjero que usa materiales erráticos para crear terrazas y crear céspedes para cultivar en escalones inclinados, la casa es un espacio robado a la naturaleza. Pizzigoni tomó el paisaje natural que no era bello ni feo, era áspero y áspero, y lo tradujo en arquitectura ”.
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