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CFC
El clorofluorocarburo, clorofluorocarbono o clorofluorocarbonados (denominados también CFC) es cada uno de los derivados de los Hidrocarburos saturados obtenidos mediante la sustitución de átomos de hidrógeno por átomos de Flúor y/o cloro principalmente.
Debido a su alta estabilidad físico-química y su nula Toxicidad han sido muy usados como líquidos refrigerantes, agentes extintores y propelentes para aerosoles. Fueron introducidos a principios de la década de los años 1930 por ingenieros de General Motors, para sustituir a materiales peligrosos como el dióxido de azufre y el amoniaco.
La fabricación y empleo de CFC fueron prohibidos por el Protocolo de Montreal, debido a que los CFC destruyen la capa de ozono. Sin embargo, pese a ello, la reciente producción de CFC repercutirá sobre el medio ambiente efectos negativos en las próximas décadas.
El mecanismo a través del cual atacan la capa de ozono es una Reacción fotoquímica: al incidir la luz sobre la molécula de CFC, se libera un átomo de cloro con un electrón libre, denominado radical Cloro, muy reactivo y con gran afinidad por el ozono, rompiendo la molécula de éste último. La reacción es catalítica, se estima que un sólo átomo de cloro destruye hasta 30.000 moléculas de ozono. El CFC permanece durante unos dos años en las capas altas de la atmósfera donde se encuentra el ozono.
El descubridor de esta amenaza fue el científico mexicano Mario J. Molina (1943), quien el 11 de octubre de 1995 recibió el Premio Nobel de química, en reconocimiento de sus investigaciones en este campo. El galardón fue concedido también a su amigo y colaborador el químico Sherwood Rowland, de la Universidad de California, artífice con él de estos descubrimientos, y al danés Paul Crutzen, del Instituto Max-Planck de Química de Mainz, Alemania.
Referencias
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