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Bóveda estrellada
La bóveda estrellada representa la evolución más compleja y elaborada de la bóveda de crucería, también conocida como bóveda nervada, una de las más genuinas soluciones estructurales aportadas por la arquitectura gótica.
La bóveda de crucería, formada por la intersección de dos bóvedas de cañón apuntado, se diferencia de la bóveda de arista propia del románico por estar estructurada y reforzada mediante nervios, que partiendo de los puntos de apoyo u otros intermedios se cruzan en la clave o punto superior.
Así, la bóveda de crucería simple consta sólo de cuatro nervios que forman su armazón o esqueleto, uno por cada punto de apoyo, dejando la bóveda dividida en cuatro paños –bóveda cuatripartita-, y sería una primera solución para aliviar peso y elevar más la cubierta. El siguiente paso sería el uso del espinazo central uniendo las claves de los distintos tramos y dividiendo la bóveda en seis paños –bóveda sexpartita-, así como la incorporación de nervios transversales de descarga que acaban en los puntos medios de aquellos –bóveda de terceletes-, creando una primera configuración estrellada, todo ello a base de nervios de trazado recto.
Las soluciones posteriores surgidas en el gótico tardío, también denominado en España gótico flamígero o gótico isabelino, sirven para cubrir espacios más amplios, con un mayor número de nervios de refuerzos que se entrelazan entre sí para una mejor transmisión de las cargas, dando lugar a las denominadas bóvedas estrelladas, donde ya aparecen nervaduras de trazado curvo en forma de lazos y ondas, verdaderas obras maestras del diseño y de la arquitectura estructural.
En la ciudad de Sevilla existen algunos de los ejemplos más audaces y bellos de este tipo de cubiertas, en las naves centrales y del crucero de la Catedral, realizadas hacia finales del siglo XV y principios del XVI, con más de 15m de ancho y montadas a más de 35m de altura, todo un prodigio de la construcción; resultado de difíciles pruebas e intentos, pues el primer crucero se hundió en 1511 y hubo de rehacerse de nuevo, según obra de Juan Gil de Hontañón.