Los pabellones de exposiciones constituyen una parte fundamental de la historia de la arquitectura del siglo XX, convirtiéndose en el escenario arquitectónico, donde gran parte de los arquitectos de la vanguardia dieron respuesta a sus preocupaciones proyectuales. El carácter efímero de la mayoría de las obras permitía la experimentación ideológica y tecnológica, proyectándose en ellos las nuevas tendencias, estilos e incluso movimientos artísticos. Las propuestas más vanguardistas, que sirvieron de manifiesto de futuras tendencias estilísticas, fueron construidas en el contexto de las arquitecturas temporales.
En muchas ocasiones se ha puesto en tela de juicio la legitimidad de la arquitectura efímera en la práctica arquitectónica, sin embargo no se puede pasar por alto el potencial creativo y reflexivo que posee y su capacidad para representar la arquitectura de una determinada época y sociedad. El interés de estos proyectos radica en su experimentación, que explora la libertad de concebir arquitecturas temporales sin las restricciones que impone la permanencia exigida por los proyectos convencionales. La obra y el lugar se transforman en un laboratorio de intenciones conceptuales, materiales y espaciales que permite a los autores adentrarse en nuevos lenguajes arquitectónicos.
Por todo ello, y tal y como demuestra la historia del arte, las propuestas más vanguardistas, que sirvieron de manifiesto de futuras tendencias estilísticas, fueron construidas en el contexto de las arquitecturas temporales.
Pese a la relevancia de este tipo de espacios empíricos, son muchos los escritores, críticos e historiadores que han hablado de la historia de la arquitectura sin dar demasiada importancia a los proyectos expositivos. Muchos han analizados estos trabajos como incluidos dentro de tendencias políticas, sociales y estéticas; otros se han referido a ellos como arquitecturas creadas a partir de una circunstancia históricamente determinada. Sin embargo, puede decirse que en muchos de los casos es al contrario, las exposiciones no sólo han sido importantes por sus consecuencias estéticas sino que han influido relevantemente en la historia, afectando a la cultura, la sociedad, la política y la economía del lugar que las ha acogido. Las exposiciones, por tanto, fueron, son y serán fundamentales para entender a fondo la historia del arte, e incluso la historia en general, comportándose como métodos de experimentación ideológica y tecnológica, y en estrecha relación con los medios de comunicación.
Referencias: Laura Lizondo Sevilla: El valor de las exposiciones: el legado menos conocido de Mies van der Rohe para la Exposición Internacional de Barcelona de 1929
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