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Basílica de Nuestra Señora de Aránzazu

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Basílica de Nuestra Señora de Aránzazu

La Basílica de Nuestra Señora de Aránzazu forma parte de Santuario del mismo nombre, situado en el municipio de Oñate, en Guipúzcoa, País Vasco (España), donde se venera la Virgen de Aránzazu, patrona de la provincia. La basílica, fue construida en los años cincuenta.

En abril de 1950 el Ministro Provincial de los franciscanos, el padre Pablo de Lete lanza la idea de la necesidad de la construcción de una nueva basílica. Ya en el llamamiento aboga por una construcción singular centrada en dos ideas, amplitud y relevancia artística. Ese mismo mes de abril se abre un concurso de ideas para la realización del proyecto. Las premisas eran las de respetar las construcciones monacales existentes y la entrada de la carretera. Se inscribieron 40 arquitectos de los cuales presentaron proyectos 14 de ellos. Se seleccionó la idea de los arquitectos Sáenz de Oiza, y Luis Laorga del colegio de arquitectos de Madrid.

Junto a los arquitectos intervienen el escultor Jorge Oteiza para la fachada principal, el pintor Lucio Muñoz para la decoración del ábside, el escultor Eduardo Chillida para las puertas principales de acceso, Fray Javier María de Eulate encargado de las vidrieras y el pintor Néstor Basterretxea para la decoración de las paredes de la cripta.

El 9 de septiembre se coloca la primera piedra y en la ceremonia los arquitectos elegidos dicen:

El proyecto supone, como parte integral del mismo, el marco de Aránzazu, con la rica pincelada de su vegetación y la maravillosa disposición de luz y sombras en sus rudos peñascos e impresionantes barrancos. La nueva Basílica revestirá los caracteres de robustez y de sencillez del pueblo vasco. Nada de líneas femeninas y académicas, que respiran a salón romántico. Será robusta, francamente agreste; la torre del campanil irá tachonada de piedras en punta, símbolo del espino.
El hecho de una construcción en la montaña nos ha movido a desechar materiales valiosos y decorativos, pero extraños, como el mármol y el bronce. La riqueza se conseguirá con el uso de materiales lósales, piedra, cal, madera, hierro forjado…[1]

La construcción corrió a cargo de la empresa constructora Hermanos Uriarte (de Araoz) y se pudo celebrar la primera misa el 20 de agosto de 1955. La iglesia no estaba completa, solo se había levantado el edificio. El 1 de julio de 1955 el obispo de San Sebastián había encargado a la Comisión Diocesana de Arte Sacro un dictamen sobre las obras y sus relevancia artística. La Comisión respondió el 6 de junio de ese año ordenando parar dichas obras al entender que las actuaciones artísticas contempladas no tenían en cuenta los preceptos de la Santa Iglesia en materia de Arte Sagrado. El extracto del documento dice así:

Esta Pontificia Comisión ha examinado ponderadamente el proyecto de la nueva Basílica de Aránzazu, habiendo interrogado al efecto a artistas y estudiosos particularmente componentes en liturgia, arquitectura y artes decorativas. Esta Pontificia Comisión, que cuida del decoro del Arte Sagrado según las directivas de la Santa Sede, tiene el dolor de no poder aprobar los proyectos presentados. No se discuten las buenas intenciones de los proyectistas, pero se concluye que han sufrido extravío por las corrientes modernistas, que no tiene en cuenta algunos de los preceptos de la Santa Iglesia en materia de Arte Sagrado.

Así, después del primer acto litúrgico del 20 de agosto, es inaugura el 30 del mismo mes a espera de que el tiempo cambiara los pensamientos y se levantará el veto al arte del siglo XX.

Durante la prohibición moría Carlos Pascual de Lara que había ganado el concurso para el diseño del ábside. Por ello en 1962, el 16 de marzo, se convoca otro concurso para tal fin. A este concurso se presentan 112 artistas de los cuales 42 presentas sus proyectos. Gana el madrileño Lucio Muñoz que lo realizaría en cinco meses con ayuda del escultor Julio López y el pintor Joaquín Ramos además de un equipo de carpinteros.

Las esculturas que adornan la fachada principal del santuario quedaron inconclusas en el momento de la prohibición. No sería hasta 15 años después cuando se diera por finalizada la obra, que había cambiado ya en el ánimo del artista. Oteiza descarta los medallones en la fachada principal, que era la opción que había propuesto y se decanta por un conjunto de dos piezas centrado en la parte superior de la misma, respetando, eso sí, el friso de apóstoles. El conjunto representa a la Virgen Dolorosa cuando recoge el cadáver de Jesús.

Entre 1962 y 1964 se realizan las obras de la parte final de la carretera de acceso y de la gran plaza aparcamiento. El verano de 1969, con ocasión de la celebración del V centenario de la aparición de la Virgen se inaugura el conjunto estructural y se consagra la nueva basílica. Todavía quedaba la cripta por hacer, Néstor Barrenetxe la pintaría, en los años ochenta con una colección de frescos muy modernista y de gran impacto, en particular el Cristo Resucitado que domina el altar.

Entre el año 2002 y el 2005 se han realizado reformas en la explanada construyéndose un nuevo edificio de servicios y nuevas instalaciones.

La Basílica

Comenzada a construir en 1950, abierta a la liturgia en 1955 y consagrada en 1969 la basílica de Aránzazu destaca por le conjunción del arte del siglo XX y la religiosidad. Se construyó sobre la antigua iglesia, que había sido levantada en el siglo XIX después de ser destruida por el incendio de 1834. Conservando la plante de la misma que sirvió de cripta. Durante las obras no se interrumpieron los servicios religiosos.

El atrevimiento del diseño de los artistas que intervinieron en su construcción llevo a la paralización de la misma durante casi 15 años. La apertura que el Concilio Vaticano II supuso permitió que pudiera culminar el proyecto.

El proyecto es de los arquitectos Sáenz de Oiza, y Luis Laorga del colegio de arquitectos de Madrid, junto a ellos intervienen el escultor Jorge Oteiza para la fachada principal, el pintor Lucio Muñoz para la decoración del ábside, el escultor Eduardo Chillida para las puertas principales de acceso, fray Javier María de Eulate encargado de las vidrieras y el pintor Néstor Basterretxea para la decoración de las paredes de la cripta.

La empresa constructora fue Hermanos Uriarte y la obra se realizó bajo dirección de Martín Inda y del arquitecto Damián Lizaur junto con los delineantes Zumalabe y Artdit.

Exterior de la basílica

Es la talla en punta de diamante lo que llama la atención cuando se ve la fachada principal. Las tres torres que componen el conjunto, la del campanario, alejada unos metros y las otras dos que enmarcan la fachada, están realizadas con bloques de piedra caliza tallados en punta de dimane en clara alusión al espino en el que, según cuenta la historia, apareció la imagen de la Virgen.

La torre del campanario tiene 44 metros de altura y está coronada con una simple cruz de acero de 6 metros. Las torres laterales, más bajas, rodean una fachada lisa de piedra en la que se abren las grandes puertas de hierro de Eduardo Chillida. Las puertas quedan bajo el nivel de la calzada abriéndose a una plaza a la cual se accede bajando unas escaleras. Estas puertas están decoradas con asimétricos dibujos geométricos. Al nivel de la calzada queda el friso de los apóstoles de Oteiza. Son 14 figuras de piedra (estas figuras al igual que las dos que componen la representación central pesan entre cuatro y cinco toneladas). Los apóstoles están ubicados en un espacio de 12 m. El significado de estos apóstoles lo explica el propio Oteiza de la siguiente forma:

La articulación única de las figuras permitía lingüísticamente expresión distinta de conocimientos o lecturas. Así, por ejemplo, si en uno de los ángulos de visión o de las perspectivas posibles, asociamos las 14 figuras con los 12 m para su colocación que tienen a lo ancho del muro, estos datos que coinciden con los de nuestra trainera tradicional, ya nos están favoreciendo el primer apóstol, a la izquierda que es Matías, el último de los discípulos admitidos por Jesús y que aquí pregunta, ahora lo veremos como patrón que guía a nuestros remeros, y los primeros al lado del que reza y hasta los dos del centro, los vemos de frente como remando, y cuando llego al último, a la derecha ya es el mismo que guía y que regresa. Y, si en otra lectura, los dos del centro parece que se increpan es porque también se abrazan

El grupo central, arriba en el centro de la fachada, representa a una Dolorosa en medio del muro, que el artista ve como un muro de soledad, la soledad de la muerte que ofrece a su hijo al visitante (al peregrino que llega), un juego que se realiza con la imagen que guarda la basílica, la de la Virgen con el niño en alzas.

El conjunto se completa con una serie de arcadas que recorren el lateral de la iglesia que da a la calle y el ábside sobre el acantilado en donde se aprecia los restos de la construcción anterior y el rigor de la obra.

Interior de la basílica

Proyectada para acoger, cómodamente a mucha gente, la basílica de Aránzazu tiene unas medidas de 66 m de longitud, 20 de ancho en la nave, 33 en los brazos de los cruceros y una altura de 20 m con una superficie de 1.200 m². Su sonoridad es excepcional lo mismo que su iluminación y su visibilidad.

Los confesionarios quedan escamoteados en los laterales sin ocupar espacio en la nave central. No tiene columnas que se interpongan entre el umbral de la basílica y el ábside. La nave, vista desde el altar, tiene la semejanza de un barco. La bóveda esta recubierta de madera y los ventanales se asemejan a ojos de buey.

Los ventanales están cubiertos por las vidrieras que diseñó el franciscano donostiarra fray Javier Álvarez de Eulate y que se realizaron en la localidad francesa de Metz. Estas vidrieras son motivos abstractos de multitud de colores. La nave queda en un nivel de luminosidad tal, entre el deslumbramiento y las tinieblas, que invitan al recogimiento. Debajo de los coros se buscó una iluminación mucho más restringida para aquellos que prefieren un recogimiento más íntimo.

Sobre los coros se sitúa el órgano cuya ubicación esta especialmente diseñada para su optima sonoridad en todo el recinto basilical. Los teclados del órgano, tres manuales y uno de pié, están situados en el primer coro, el utilizado por los frailes; este coro consta de 155 asientos y posee un altar en el que se celebran los actos litúrgicos de la comunidad franciscana. El segundo coro queda muy alto, ofreciendo una impresionante vista de la nave.

Otras imágenes

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Situación


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Referencias

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Referencias e información de imágenes pulsando en ellas.
  1. Conrad von Soest, 'Brillenapostel' (1403).jpg
    de Anasagasti, Fray Pedro (San Sebastián, 23 de septiembre de 1950): ««Cómo va a ser la nueva Basílica. Los arquitectos premiados nos hablan de su proyecto»», en La Voz de España. ISSN
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Alberto Mengual

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