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Movimiento Moderno
Movimiento moderno, en arquitectura, es el conjunto de tendencias surgidas en las primeras décadas del siglo XX, marcando una ruptura con la tradicional configuración de espacios, formas compositivas y estéticas y que contribuyen a la formulación de una teoría y una estética nuevas. Sus ideas superaron el ámbito arquitectónico influyendo en el mundo del arte y del diseño.
A menudo difícil de delimitar, esta noción no remite a una tendencia particular en el conjunto de la producción arquitectónica que reclama su pertenencia a la modernidad, y fluctúa ampliamente entre su surgimiento precoz y su cuestionamiento por parte de los historiadores de los años setenta. La primera aparición precisa y consciente del término corresponde a la publicación, en 1936, por Nikolaus Pevsner, historiador alemán del arte refugiado en Gran Bretaña, de una pequeña obra titulada Pioneros del movimiento moderno, de William Morris a Walter Gropius. Pevsner considera que «es esencial comprender el Movimiento moderno como una síntesis del movimiento de Morris (Arts and Crafts), el desarrollo de la construcción en acero y el Art nouveau». Sin ambigüedad alguna, ve en la obra de William Morris y en sus reacciones hostiles contra la mentira del neogótico oficial y la vulgaridad de la revolución industrial la marca del «auténtico profeta del siglo XX». Pero el objetivo no es tanto rehabilitar al autor de las Noticias de ninguna parte cuanto poner de relieve a la figura de Walter Gropius en la escena británica, en la cual está ya presente desde dos años antes.
Es interesante señalar que tres décadas antes el arquitecto vienés Otto Wagner había utilizado ya el término en el prefacio de 1902 a su manifiesto de 1896 Moderne Architektur. Había escrito entonces que «el Movimiento moderno, a pesar de todas las profecías que anuncian su fin y a pesar de todas las cuestionables maniobras de sus adversarios, ha resultado victorioso y lo seguirá siendo para siempre. Los períodos del arte y el nombre de los estilos podrán variar, pero el cambio en el pensamiento artístico seguirá siendo el dato constante».
Es legítimo ver en la búsqueda emprendida por Wagner de un «Nutzstil» o «estilo de la utilidad» uno de los puntos fuertes sobre los que se construirá el haz de estrategias que pueden hoy ser consideradas como constitutivas de un movimiento difuso e inasible. Pero la visión dada por los pioneros de la historia de la arquitectura contemporánea, que eran a menudo militantes que escribían bajo el control de las figuras a las que celebraban, se nos presenta hoy enturbiada. ¿Acaso podemos contentarnos con dar la etiqueta de «modernos» a los arquitectos que originaron paralelamente la renovación de las formas, la transformación de los usos y el desarrollo de las técnicas, y ello abrazando posiciones políticas radicales? Semejantes conjunciones son, ciertamente, excepcionales. El conjunto de las estrategias de los arquitectos se inscribe en el proceso de modemización del capitalismo contemporáneo, ya tiendan a dar una interpretación radicalmente nueva o simplemente una traducción basada en códigos anteriores o conservadores.
Los tradicionalistas alemanes, como Paul Schmitthenner, apegados a un lenguaje anclado en la herencia vernácula o en el estilo Biedermeier, no son por ello menos radicales en sus investigaciones sobre la racionalización de la construcción. Y en la Alemania del III Reich arquitectos cercanos a las posiciones de Mies van der Rohe, como Herbert Rimpl, o a las de Walter Gropius, como Ernst Neufert, se convertirán en fieles intérpretes de las políticas técnicas del nazismo.
Otro mito forjado por el discurso sobre el Movimiento moderno es el de la pretendida pérdida de las raíces históricas en la obra de los arquitectos más radicales. Todas las investigaciones realizadas después de 1970 han puesto en evidencia la persistencia de un interés activo por Grecia y por Roma en Le Corbusier o por Karl Friedrich Schinkel en Mies van der Rohe. La hipótesis de una homogeneidad de las posiciones de los modernos, por encima de las fronteras regionales y nacionales, ha saltado también en pedazos cuando la realidad de los movimientos y tendencias y, sobre todo, la materialidad de las obras han sido estudiadas de cerca. Los caminos de la modernización y de la internacionalización fueron múltiples y contradictorios, con resistencias y obstáculos innumerables.
En el discurso crítico, el envejecimiento del término «Movimiento moderno» ha sido, por lo demás, bastante precoz. Las construcciones historiográficas de Pevsner o de Siegfried Giedion son cuestionadas ya desde los años cincuenta por Reyner Banham o por Bruno Zevi, antes de ser meticulosamente refutadas por el equipo de Manfredo Tafuri en la década de los setenta. Proponiendo una interpretación pragmática y cínica de las corrientes que han atravesado el siglo, Charles Jencks habla entonces de «movimientos modernos en arquitectura».
A finales del siglo XX, las investigaciones tienden a recomponer los fragmentos de los discursos históricos anteriores con ayuda de nuevas investigaciones empíricas y de interpretaciones que privilegian cuestiones sobre la circulación de las ideas, sobre los procesos de idealización o sobre la estética de la máquina. Se estudian también las relaciones entre lo ornamental y lo estructural, entre el edificio aislado y la forma urbana, y los dispositivos de adaptación a los usos modernos.
Referencias
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VV.AA.: Diccionario Akal de la Arquitectura del Siglo XX, AKAL ISBN 978-84-460-1747-9 |