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Convento de Santa María de La Tourette
El Convento de Santa María de La Tourette situado en la comuna de Éveux, cerca de Lyon (Francia) es una obra de Le Corbusier construida entre 1956 y 1960.
La Tourette es una clase tanto de composición como de historia de la arquitectura. A la vez complejo y directo, el convento propone un regreso a lo básico, adelantándose a las reformas de la iglesia católica de los años sesenta. El convento se construyó debido a que, tras la segunda guerra mundial, la orden de los dominicos vio un crecimiento en las vocaciones; debido a los cambios sociales de los años que siguieron, sin embargo, hacia 1970 había sólo un monje. A pesar de esta situación los dominicos decidieron preservar el edificio, convirtiéndolo en un espacio para retiros y eventos culturales. Le Corbusier había alcanzado el objetivo de crear un espacio para el silencio y la reflexión comparable a las abadías románicas, y los monjes entendieron que no podían abandonarlo.
El convento es una austera pieza de Hormigón que muestra las huellas de su proceso constructivo: las juntas del colado y la textura de la zimbra. El hormigón, material industrial por excelencia, adquiere aquí un carácter casi artesanal, orgulloso de sus imperfecciones. De manera similar, la modulación del conjunto, principio de su estructura que se observa en el ritmo de sus pilotis, produce espacios complejos, pero es rígida, como si se tratara de un mantra o una jaculatoria.
El emplazamiento del convento es sobre un terreno vasto. Le Corbusier eligió uno de sus puntos más altos, desde el que se puede apreciar la vista del valle hacia el sur, y desde el que la forma del edificio, erguido de manera que sus plantas son continuas, imita la línea del horizonte. Desde las celdas de los monjes, abiertas al paisaje, hasta los espacios entre los “peines” que funcionan como pilotis, el conjunto se va revelando como un universo en el que la estructura, los materiales, y las formas que adoptan, apuntan hacia lo trascendente.
Por una parte, los cuerpos de hormigón del edificio remiten a lo esencial. Por otro lado, la Tourette apunta hacia lo trascendente por resumir la visión arquitectónica de su autor de manera clara, por sintetizar un gran legado de influencias, y por ser una de las obras fundamentales de la arquitectura de la segunda mitad del siglo XX.
Dentro de la obra de le Corbusier, el convento es una de las más claras expresiones de su madurez arquitectónica, en la cual se observa la audaz aplicación de sus cinco principios. La estructura de plantas libres, sostenida por pilotis, tiene distintos tratamientos en sus fachadas, algunas de las cuales tienen ventanas de piso a techo – honradas por marcos de concreto trazados a partir de la sección áurea del modulor, o por los patrones concebidos por el músico arquitecto Iannis Xenakis.
Adicionalmente, las cubiertas del conjunto – su quinta fachada – son terrazas con vegetación. La vegetación hace que el hormigón parezca una formación rocosa que siempre ha estado ahí, con lo cual el edificio realza su carácter atemporal.
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Agustín Landa Vértiz [1] |