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Congreso Internacional de Arquitectura Moderna

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Congreso Internacional de Arquitectura Moderna

El Congrès International d'Architecture Moderne (También conocido como CIAM o Congreso Internacional de Arquitectura Moderna), fundado en 1928 y disuelto en 1959, fue el almacén de ideas del movimiento moderno (o Estilo internacional) en arquitectura. Constó de una organización y una serie de conferencias y reuniones.

A lo largo de treinta años, entre 1928 y 1959, los CIAM reunieron a los arquitectos de vanguardia, quienes fueron levantando acta del movimiento que caracterizó el siglo XX. En esos encuentros se fue construyendo buena parte del cuerpo teórico de la arquitectura y de la ciudad racionalista.

Durante los cuatro primeros se definieron las bases que culminarían en la Carta de Atenas, el manifiesto de la Ciudad Funcional escrito en 1933. Los cuatro siguientes consolidaron las claves del movimiento, a la vez que asistían a la emergencia de discrepancias internas. Los tres últimos prepararían la necrológica del movimiento. Aquel extraordinario edifico doctrinal se resquebrajaría dinamitado desde dentro por una nueva generación de arquitectos (la denominada tercera generación) que reivindicaron las emociones humanas como ingrediente ineludible de la arquitectura y de la ciudad. En 1959, el CIAM XI cerró la historia de unos congresos que tendrían una relativa continuidad en las posteriores reuniones del TEAM X, el grupo “rebelde”.

Formación y miembros[editar]

En el siglo XX abundan los manifiestos en los que el término "arquitectura como un arte social" se repite. Entre los muchos asuntos que llaman nuestra atención están los conceptos y los and edificios de aquitectos asociados con el CIAM, fundado en junio de 1928 en el castillo de la Sarraz en Suiza, por un grupo de 28 aquitectos europeos organizado por Le Corbusier, Hélène de Mandrot (propietaria del castillo), y Sigfried Giedion (el primer secretario general).

Otros miembros fundadores fueron Karl Moser (primer presidente), Victor Bourgeois, Pierre Chareau, Josef Frank, Gabriel Guevrekian, Max Ernst Haefeli, Hugo Häring, Arnold Höchel, Huib Hoste, Pierre Jeanneret (primo de Le Corbusier), André Lurçat, Ernst May, Fernando García Mercadal, Hannes Meyer, Werner Max Moser, Carlo Enrico Rava, Gerrit Rietveld, Alberto Sartoris, Hans Schmidt, Mart Stam, Rudolf Steiger, Henri-Robert Von der Mühll, y Juan de Zavala.

El Lissitzky, Nikolai Kolli y Moisei Ginzburg fueron los delegados soviéticos, ya que para la conferencia de la Sarraz no pudieron conseguir visados.

Otros miembros notables que entraron después fueron Alvar Aalto y Hendrik Petrus Berlage. En 1931, Harwell Hamilton Harris fue elegido secretario americano del CIAM.

Influencias[editar]

La organización era enormemente influyente. No sólo fue destinada a formalizar los principios arquitectónicos del movimiento moderno, sino que también vio la arquitectura como una herramienta económica y política que se podría utilizar para mejorar el mundo mediante el diseño de edificios y el urbanismo.

En el cuarto congreso, llevado a cabo en 1933, el grupo hizo la Carta de Atenas, un documento que adoptó un concepto funcional de la arquitectura moderna y del urbanismo que era único y provocativo. La carta, basada en discusiones ocurridas diez años antes, proclamaba que los problemas a los que se enfrentaban las ciudades se podrían resolver mediante la segregación funcional estricta, y la distribución de la población en bloques altos de apartamentos en intervalos extensamente espaciados. Las ideas fueron adoptadas ampliamente por los urbanistas en la reconstrucción de Europa después de la Segunda Guerra Mundial, aunque para entonces los miembros del CIAM tenían dudas sobre algunos de los conceptos.

Al mismo tiempo que los miembros del CIAM viajaban por todo el mundo tras la guerra, muchas de sus ideas se extendieron fuera de Europa, especialmente a los EEUU. Desafortunadamente, la puesta en práctica de muchas de las ideas fue mal ejecutada frecuentemente durante la posguerra, a menudo debido a la crisis económica, y también por la no-comprensión de los conceptos de los arquitectos.


CIRPAC[editar]

El cuerpo ejecutivo electo del CIAM era el CIRPAC, el Comité Internacional para la Resolución de los Problemas de la Arquitectura Contemporánea (Comité International pour la Résolution des Problèmes de l’Architecture Contemporaine).

Conferencias[editar]

CIAM I (1928) La Sarraz. Congreso constituyente (Declaración de La Sarraz)[editar]

El I Congreso se celebró del 26 al 28 de junio de 1928 en el castillo de La Sarraz, Suiza. En el inicio del mismo su anfitriona, Hélène Mandrot, expuso el propósito de la reunión "...el objetivo principal y la finalidad que aquí nos ha congregado, es el ensamblar los diferentes elementos de la arquitectura actual en un todo armónico, y dar a la arquitectura un sentido real, social y económico...".

En él participaron los creadores del movimiento moderno en arquitectura, como Mies Van der Rohe, en Alemania. A este movimiento se adhirieron tanto arquitectos de formación anterior: Bruno Taut, Hans Poelzig y Peter Behrens, como otros más jóvenes: L. Hilberseimer o Hans Scharoun. En Francia, además de Le Corbusier y los integrantes de su estudio de arquitectura, destacaron R. Mallet-Stevens y A. Lurçat; en Holanda, J. J. P. Oud y Cor van Eesteren, y en Italia el Gruppo 7, el MIAR y el teórico E. Persico. Gropius no participó en esta primera reunión por hallarse ocupado en el traslado de la Bauhaus de Dessau a Berlín, aunque sus tesis estuvieron presentes a través de los diferentes participantes alemanes.

Para esta reunión Le Corbusier preparó un gráfico, en colores, donde se presentaron los seis puntos a discutir:

1. La técnica moderna y sus consecuencias.
2. La estandarización.
3. La economía.
4. La urbanística.
5. La educación de la juventud.
6. La realización: la arquitectura y el Estado.

Las discusiones de La Sarraz, en su mayoría no se consideraron muy significativas. Entre la mayoría de las personas que intervinieron en el debate existía un acuerdo sustancial, que ya se había puesto de manifiesto en la exposición de Stuttgart; por ello se van a realizar declaraciones que, en realidad, eran las que se estaban manejando en el lenguaje de la arquitectura del momento, como "...Nuestra obra arquitectónica solo puede ser fruto del presente..., ...debemos liberar a la arquitectura de estériles influjos académicos y de fórmulas obsoletas..., ...la racionalización y la estandarización son el origen de obras creativas eficaces...".

Pese al carácter generalista de esta primera reunión, hubo un punto en el que las intervenciones fueron más productivas, ya que estaban al mismo tiempo en íntima relación con la situación política del momento. Este punto fue el último del programa, "la realización: la arquitectura y el Estado". Para este apartado el arquitecto holandés Hendrik Petrus Berlage, único representante de la denominada generación de los veteranos, preparó un cuidadísimo discurso, única comunicación escrita que se desarrolló en esta primera reunión, y que leyó bajo el título La relaciones entre el Estado y la Arquitectura (este documento se conserva en los Archivos de CIAM en Zurich). Una vez leída esta comunicación se desarrolló un interesante debate, cuyas ideas dieron pie a numerosas discusiones y propuestas en posteriores Congresos.

En este sentido se van a dejar notar dos vertientes diferenciadas, la representada por Le Corbusier, y la representada por arquitectos como Mies, el propio Berlage, y Gropius. La diferencia decisiva entre las dos vertientes fue que Le Corbusier no había tenido ninguna experiencia concreta de la relación entre arquitecto y arquitectura con el Estado, mientras que el resto de los arquitectos que representaban la otra vertiente tenían una amplia experiencia, tanto las realizaciones de la Bauhaus y de la asociación de Werkbund como la colonia de Weissenhof o los edificios de Dessau para albergar a la nueva Bauhaus. Todas estas importantes experiencias en el campo de la arquitectura moderna habían sido financiadas con dinero público. Los holandeses tuvieron una experiencia parecida, trabajan, desde hace treinta años por cuenta de la administración pública, el anciano Berlage era el que había realizado el plan del ensanche de Amsterdam.

Le Corbusier, por su falta de experiencia, pensaba que el Estado poseía los medios financieros y jurídicos para poder acometer ciertos programas, necesarios para el desarrollo de la arquitectura moderna, por lo que el arquitecto debía utilizar el poder público como un medio de ejecución de sus intenciones, pero igualmente debía mantener una posición distante frente a las intenciones del poder, posición propia de cualquier intelectual. Gropius, Oud y Berlage sabían que acogerse al Estado significaba abandonar la posición privilegiada de los artistas de vanguardia y aceptar la lucha política en un plano de igualdad. En el castillo de La Sarraz, todos estos problemas flotaban en el aire, reinaba un gran optimismo pero se advertía la gravedad de los problemas suscitados y de las alternativas ofrecidas.

Este problema seguirá muy latente en el resto de los congresos, sobre todo debido a dos hechos que van a merecer una continua reflexión por parte de los participantes. En primer lugar, la participación cada vez más creciente de los medios de intervención del Estado en la arquitectura moderna, sobre todo a través de las construcciones de viviendas subvencionadas; y en segundo lugar, por el abandono de la participación del Estado en las experiencias de vanguardia, como habían sido las ya mencionadas de la Bauhaus, Dessau, Weissenhof, etc, y por la necesidad, incluso, de abandonar Alemania por parte de algunos arquitectos ante el creciente ascenso de los totalitarismos contrarios a cualquier intento de la arquitectura moderna.

La declaración final de esta primera reunión fue una auténtica declaración de principios, escrita con el estilo propio de Le Corbusier:

...Los arquitectos abajo firmantes, representantes de los grupos nacionales de arquitectos modernos, afirman su identidad de opiniones sobre los conceptos fundamentales de la arquitectura y sobre sus obligaciones profesionales. Insisten, sobre todo, en el hecho de que construir es una actividad elemental del hombre, íntimamente relacionada con la evolución de la vida. El destino de la arquitectura es expresar el espíritu de una época. Afirman hoy la necesidad de un nuevo concepto de la arquitectura que satisfaga las exigencias materiales, sentimentales y espirituales de la vida presenta. Conscientes de las profundas perturbaciones producidas por el maquinismo, reconocen que la transformación de la estructura social y económica exige la correspondiente transformación de la arquitectura. Se han reunido con la intención de buscar la armonización entre los elementos presentes en el mundo moderno y de volver a situar a la arquitectura en su verdadero ámbito, que es económico, sociológico y en su conjunto está al servicio de la persona humana. Así la arquitectura evitará la estéril influencia de las academias. Fortalecidos con este convencimiento, declaran asociarse para realizar sus aspiraciones.

Para beneficiar a un país la arquitectura debe relacionarse íntimamente con la economía general. La noción de rendimiento, introducida como axioma en la vida moderna, no implica, de ningún modo, el máximo provecho comercial sino una producción suficiente para satisfacer por completo las exigencias humanas. El verdadero rendimiento será fruto de una racionalización y de una normalización aplicadas elásticamente tanto a los proyectos arquitectónicos como a los métodos industriales. Es urgente que la arquitectura en vez de pedir ayuda casi exclusivamente a una anémica artesanía, se sirva también de los inmensos recursos de la técnica industrial, aun cuando esta decisión deba conducir a resultados bastante distintos de los que hicieron la gloria de las épocas pasadas. La urbanística es la planificación de los diversos lugares y ambientes en los que se desarrolla la vida material, sentimental y espiritual en todas sus manifestaciones, individuales y colectivas, y comprende tanto los asentamientos urbanos como los rurales. La urbanística no puede someterse en exclusiva a las normas de un esteticismo gratuito, sino que su naturaleza es esencialmente funcional. Las tres funciones fundamentales que la urbanística debe preocuparse de llevar a cabo son: habitar, trabajar, distraer.

Sus objetivos son: a) el uso del suelo, b) la organización de los transportes, c) la legislación. El actual estado de los asentamientos no facilita estas tres funciones. Las relaciones entre los distintos lugares en que se efectúan deben volverse a calcular, para establecer una justa proporción entre volúmenes construidos y espacios libres. El reparto desordenado del suelo, fruto de las parcelaciones, de las ventas y de la especulación, debe ser sustituido por un sistema racional de redistribución del suelo. Esta redistribución, base de toda urbanística que responda a las necesidades presentes, asegurará a los propietarios y a la comunidad la repartición equitativa de la plusvalía que deriva de los trabajos de interés colectivo.

Es indispensable que los arquitectos ejerzan una influencia sobre la opinión pública para dar a conocer los medios y los recursos de la nueva arquitectura. La enseñanza académica he pervertido el gusto público y, por regla general, no se han ni siquiera planteado los verdaderos problemas de la vivienda. El público está mal informado y los mismos usuarios, generalmente, no saben formular sus deseos en cuestiones de alojamiento. De esta manera, el problema de la vivienda ha quedado, desde hace tiempo, ajeno a las más importantes preocupaciones del arquitecto. Un conglomerado de nociones elementales, impartidas en las escuelas primarias, podrían formar la base de una educación doméstica. Esta enseñanza podría formar nuevas generaciones dotadas de un sano concepto del alojamiento y éstas, futura clientela del arquitecto, podrían imponerle la solución al problema de la vivienda, descuidado por demasiado tiempo.

" Los arquitectos con la firme voluntad de trabajar en el verdadero interés de la sociedad moderna, creen que las academias, conservadoras del pasado, obstaculizan el progreso social descuidando el problema de la vivienda, favoreciendo una arquitectura exclusivamente representativa. A causa de su influencia en la enseñanza, las academias corrompen, desde su origen, la vocación del arquitecto y, dado que detentan casi exclusiva de los encargos públicos, se oponen a la introducción del espíritu nuevo, el único que podrá vivificar y renovar el arte de la construcción...".

CIAM II (1929) Frankfurt. “La vivienda mínima”[editar]

Se celebró en la ciudad de Frankfurt en 1929, convocado y bajo la orientación del arquitecto municipal de esta ciudad, Ernst May, y un experto en la construcción de viviendas sociales. El tema que se trató en el congreso fue el problema de la vivienda para las clases sociales menos acomodadas.

En este congreso se adoptó el nombre de CIAM, Congreso Internacional sobre la Arquitectura Moderna, nombre que indicaba la ocasión de encuentro que se ofrecía periódicamente para poder comparar las experiencias realizadas. Se establecieron explícitamente los objetivos de estas reuniones en cuatro puntos: fijar y concretar el problema real de la arquitectura; formular las ideas de la nueva arquitectura; extender estas ideas a todos los aspectos técnicos, económicos y sociales de la vida moderna y contrastar celosamente los problemas internos de la arquitectura. Asimismo se redactaron los estatutos que debían regir los Congresos y se crearon tres órganos directivos de los mismos:

1. El Congreso o Asamblea suprema de los asociados

2. El Comité Internationale pour la Realisation des Problèmes Architecturaux Cantemporains, CIRPAC, elegido por el Congreso

3. Las Ponencias o grupos de trabajo que habían de ocuparse de determinados problemas, con la colaboración de especialistas, no arquitectos.

El CIRPAC fue el órgano encargado de la organización de los congresos, es decir de los CIAM. Estaba formado por representantes de los diferentes países, que en muchos casos fueron los mayores defensores e incluso introductores del movimiento moderno en sus países. Éste fue el caso del arquitecto español Mercadal que formó parte de esta organización desde 1928, y que jugó un papel muy destacado en la arquitectura española de este momento. A partir de ellos se formaron además secciones nacionales.

Esta apariencia académica nada tuvo que ver con la labor realmente desarrollada en estos años. Gropius escribe en Alcances de la arquitectura integral: "...lo más importante fue el hecho de que en un mundo lleno de confusión, de esfuerzos fragmentarios, un pequeño grupo internacional de arquitectos sintió la necesidad de reunirse, con la intención de ver, como un conjunto unitario, los diferentes problemas con que se enfrentaban..."

Como se ha indicado en anteriores parágrafos, el tema que se trató en este segundo congreso fue definir el concepto de vivienda mínima como punto de partida para los razonamientos sobre la edificación subvencionada. Esta reunión, como la sucesiva, está influida, sobre todo, por el grupo alemán y por las experiencias prácticas desarrolladas en curso, de varias ciudades de Alemania, como la propia Frankfurt donde Ernst May, había desarrollado un importante número de originales urbanizaciones de viviendas de bajo costo.

En este II Congreso se fijaron como ideas básicas de la vivienda mínima, el hecho de que no tuviese porqué ser de amplias dimensiones aunque sí tenía que tener buena ventilación, iluminación y los puntos de entrada de luz de sol debían aumentarse. Además cada miembro de la familia debía poseer una habitación, aunque pequeña, y se reconocía la preferencia de las viviendas colectivas a las individuales, al menos en aglomeraciones industriales. Fijadas las necesidades de la vivienda mínima, se planteó el problema económico. Respecto a este problema se determinó que puesto que las clases populares no podían pagarse una casa habitable era necesario la intervención del Estado, para lo que se consideraba que se debían reducir los gastos generales al mínimo, gastos que no sólo afectaban a la construcción sino también al terreno, a las calles, etc. Todas estas ideas se plasmaron en un documento fundamental Die Wohung für das Existenzminimum. Con todo ello, del problema de la tipología de la edificación se pasó necesariamente al problema de las viviendas en bloque que se planteó como tema del siguiente congreso.

CIAM III (1930) Bruselas. “Métodos constructivos racionales. Casas bajas, medias y altas”[editar]

Se celebró en la ciudad de Bruselas en 1930, convocado por iniciativa del arquitectoVíctor Bourgeois, vicepresidente del CIAM desde el año anterior y arquitecto de la ciudad. Este congreso presentaba como tema el problema de las viviendas en bloque, problema que suscitó otro de mayor envergadura y sobre el que giraron la mayor parte de las discusiones: la adquisición de terrenos para su construcción; estas discusiones se recogieron en un documento publicado bajo el título Urbanización racional de terrenos.

Sobre la vivienda se plantearon numerosas ponencias entre las que cabe destacar la de Gropius, que planteaba el problema de ¿casa bajas, medias o altas?; la de Böhm y Kaufmann, arquitectos de Frankfurt, que analizaban el problema de los costes de la edificación; Richard Neutra que desarrollaba una amplia exposición sobre las ordenanzas americanas para la construcción de casas altas; el bohemio Teige que resumía las condiciones de la construcción subvencionada en los diferentes países de Europa; o la intervención de Le Corbusier, con una de las ponencias más importantes y que más polémica suscitó, en ella se ponía en discusión los dos problemas límites: el de la ciudad en sí misma y el de la autoridad encargada de promover las mejores soluciones para esta ciudad. Se retomaron las discusiones sobre arquitectura y Estado de la primera reunión. En el CIAM de Bruselas, como ya había ocurrido aunque en menor medida en el de Frankfurt, se puso de manifiesto que los problemas de la vivienda en última instancia e inevitablemente conducían al análisis de los problemas del suelo y del urbanismo. Además se demostró que los participantes no estaban capacitados para discutir desde puntos objetivos estos nuevos planteamientos. Sólo se podían recoger y catalogar las experiencias válidas, a fin de que no se perdiesen.

Como resultado de este Congreso, al año siguiente, el CIAM publicó La vivienda racional, volumen escrito por Bourgeois, Giedion, Eesteren y Steiger, donde se recogieron los edificios construidos en Europa en el decenio precedente.

El Congreso concluyó con cierto malestar general, que en cierta medida se recogieron en las conclusiones finales. Se había puesto de manifiesto la existencia de una serie de obstáculos reales en la práctica arquitectónica, como la falta de ordenanzas para la parcelación, la persistencia de las construcciones en manzana cerrada, la desconfianza de los nuevos métodos de construcción, o la falta de interés de las autoridades. Tampoco se había resuelto el problema básico planteado por Gropius: ¿casa altas, medias o bajas?. En las conclusiones sobre este problema se apuntó: "...La experiencia en el campo de las casas bajas y medias (de 4-5 pisos) es ya suficiente para juzgar su eficacia, mientras que para las casas altas disponemos sólo de la experiencia americana, pero únicamente en viviendas de lujo. El Congreso comprueba que esta forma de vivienda mínima, pero sin poder demostrar que sea la única forma deseable. Es pues, necesario continuar el examen de todas las posibilidades de las casas altas y estudiar su eficacia en los ejemplos realizados, aunque se opongan obstáculos de orden económico, sentimental o de ordenanzas urbanas...".

Sin embargo, se había abierto el gran problema y el gran interrogante: el problema de la ciudad. Le Corbusier había dado con la cuestión de fondo de la cultura urbanística contemporánea en su polémica ponencia, y lo expresó con estas palabras: "...¿La gran ciudad es un hecho bueno o malo? ¿Cuáles deben ser sus límites: uno, dos, cinco, diez millones de habitantes? Aquí no debemos contestar a esas preguntas; el fenómeno de las grandes ciudades existe y representa, en ciertos momentos, un acontecimiento jerárquico de calidad; la gran ciudad se convierte en un centro de atracción que recoge y devuelve los efectos espirituales nacidos de tan intensa concentración. Las grandes ciudades son, en realidad, puestos de mando... Estemos al corriente de las formas que adopta la actual evolución, pero, por favor, no nos ocupemos aquí de política y sociología. Estos dos fenómenos son infinitamente complejos; además existe el aspecto económico y no estamos calificados para discutir en el Congreso estos arduos problemas. Lo repito; debemos considerarnos solo arquitectos y urbanistas y, en este terreno profesional, hacer conocer a quien corresponda las posibilidades y las necesidades de orden arquitectónico y urbanístico... Ante las manifestaciones incontestables, indiscutibles del programa moderno, la autoridad aparecerá en la forma adecuada. Pero respetemos la cronología de los acontecimientos: los técnicos deben formular, la autoridad ya aparecerá... ".

Le Corbusier planteó el tema que sería recogido en el siguiente Congreso: el planteamiento de las ciudades, uno de los grandes temas de la arquitectura y de la urbanística del siglo XX.


CIAM IV (1933) Atenas. “La Ciudad Funcional” (Carta de Atenas)[editar]

El CIAM de Bruselas había dejado claro que era necesario un método de trabajo unitario para poder abordar el problema de la ciudad, por ello ya en Bruselas se había propuesto la normalización de toda la técnica gráfica, escalas y métodos de representación, aspiración que no se logró hasta la constitución, en 1949 de la Grille CIAM. Los trabajos fueron iniciados por el grupo de arquitectos holandeses, a cuya cabeza estaba Cor van Eesteren, y se ocuparon de elaborar una terminología especial para los planes urbanísticos, y una normalización general de todos los aspectos de los mismos. Los trabajos fueron más costosos de lo que en un principio pudiera parecer por lo que el siguiente CIAM tuvo que retrasarse hasta que se ultimase dicha normalización. El CIRPAC, supervisor de los trabajos que se estaban desarrollando y encargado de la organización de los Congresos, durante este tiempo se reunió tres veces, en Berlín en 1931, en Barcelona en 1932 y en París en 1933.

Finalmente el CIAM IV tuvo lugar en 1933, en los meses de julio y agosto, a bordo del navío Patris, que realizó un crucero de Marsella a Atenas. Se convocó con el tema: La ciudad funcional. Éste es el primero de los congresos denominadosrománticos, con un marco escénico esplendoroso, un crucero por el Mediterráneo, lejos de la tensa situación política europea y absolutamente al margen de la realidad de la Europa industrial. En él preponderó el criterio de Le Corbusier y del grupo de los arquitectos franceses, y se abandonó el liderazgo de los arquitectos alemanes que habían llevado las riendas de los anteriores congresos.

El IV Congreso supuso un hito en la urbanística moderna, y en todos los aspectos que se relacionan con la arquitectura y el urbanismo. De él salió un documento fundamental en la trayectoria de los problemas arquitectónicos del siglo XX, la denominada Carta de Atenas.

Como se ha señalado, bajo el tema "La ciudad funcional", este IV Congreso se dedicó al examen de treinta y tres ciudades: Amsterdam, Atenas, Bruselas, Baltimore, Bandung, Budapest, Berlín, Barcelona, Charleroi, Colonia, Como, Dalat, Detroit, Dessau, Frankfurt, Ginebra, Génova, La Haya, Los Ángeles, Littoria, Londres, Madrid, Oslo, París, Praga, roma, Róterdam, Estocolmo, Utrecht, Verona, Varsovia, Zagreb, Zurich; análisis que se realizó aplicando unos mismos criterios y una misma terminología que habían aportado los trabajos preparatorios de este congreso.

En el propio planteamiento de esta reunión ya se podía observar un cambio fundamental con respecto a las anteriores. Se realizó el examen objetivo de treinta y tres ciudades, y no se aportó, tal y como había sido la norma en los anteriores congresos, la experiencia concreta e individual de treinta y tres arquitectos. Este cambio fue muy significativo, puesto que supuso el paso del análisis de experiencias individuales como formas de contrastar opiniones y conocimientos, a un análisis despersonalizado en el que se pretendía hablar de la ciudad, en sí y por sí, de forma objetiva para elaborar tesis que pudiesen ser aplicadas de forma general.

De hecho, las limitadas experiencias urbanas que se estaban desarrollando en los primeros años de la década de los treinta, dejaron fuera a los arquitectos protagonistas del movimiento moderno. La crisis económica general de Europa había paralizado las experiencias que se estaban realizando en Berlín y en Frankfurt; así como el programa de construcciones populares del Ayuntamiento de Viena estaba parado desde la quiebra del Kredit-Anstalt en 1931. En otros lugares de Europa o bien faltaba una presencia cultural eficaz del movimiento moderno o la legislación estaba demasiado atrasada para permitir nuevas experiencias. Por lo tanto, aunque el CIAM de 1933 lo hubiera pretendido, era imposible presentar treinta y tres experiencias reales de intervención en la ciudad. Sin embargo los miembros asistentes a este congreso sí estaban capacitados ya, para hacer un examen racional de la ciudad, para observar el desorden que se había producido en la misma, para analizar la contraposición existente entre orden y funcionalidad, y para enunciar los medios necesarios para conseguir el equilibrio.

Estas circunstancias determinaron que se propusiera un código de principios generales, que en un primer momento y por contraste con los anteriores congresos, podría pensarse que era demasiado abstracto. Este código prestó una menor atención a la resolución de cuestiones prácticas que había sido uno de los objetivos de los congresos de Frankfurt y Bruselas, e incluso podría pensarse que fue irónico. Se desarrolló a espaldas del atormentado mundo al que estaba dirigido, y su formulación teórica parecía alejada de un mundo que estaba a punto de sucumbir en una gran guerra.

Sin embargo fue este alejamiento de las experiencias directas, de las recetas prácticas y de los análisis personales lo que permitió un tono generalizador del que surgió un documento fundamental, la Carta de Atenas, en la que se desarrolló un concepto definido y limitado de la arquitectura y el urbanismo, una síntesis con carácter de vigencia y aplicación universal.

La Carta de Atenas sustituyó a los informes oficiales de anteriores congresos; fue editada en París en 1941 como documento anónimo, aunque su redacción se debió a Le Corbusier y su prefacio a Jean Giraudoux. En ella se habla de los principales temas de la urbanística moderna, como son las disposiciones estéticas generales de la ciudad. La división de la ciudad debe realizarse en zonas funcionales bien delimitadas. Se establece la relación de la ciudad con su medio. La primera parte de la carta lleva por título "La ciudad y la región", y en ella se especifica que la ciudad no es más que una parte de un conjunto económico, social y político más amplio que constituye la región, punto de partida de los estudios sobre ordenación del territorio. Igualmente se dan unas primeras ideas sobre medio ambiente y ciudad. Recoge, casi por primera vez, el planteamiento de respetar en la construcción de edificios el carácter y la fisonomía de la ciudad, especialmente en las zonas próximas a los edificios antiguos, para los cuales el ambiente debe ser objeto de cuidados especiales. Igualmente se recomienda respetar los conjuntos y las perspectivas pintorescas, dando con estas ideas un importante impulso a los estudios y a la legislación sobre la protección del patrimonio (véase Patrimonio histórico).

En ella se incluye, también por primera vez, la idea de que la educación debe ejercer una acción sobre los futuros ciudadanos, a los que debe llevar, en su infancia y juventud, a comprender el significado de la arquitectura, de la ciudad, de los conjuntos patrimoniales y a interesarse por la protección de los testimonios de todas las civilizaciones. Finalmente la Carta recoge una idea fundamental para el desarrollo del urbanismo, que fue expuesta con rotundidad por Otto Wagner en las sesiones del congreso: es de suma urgencia que cada ciudad fije un programa urbanístico y cree la legislación conveniente para realizarlo, ya que entendía que la expansión de las ciudades no podía abandonarse a su libre albedrío, a la pura casualidad, dejando que su desarrollo dependa del poder financiero de la usura. El Estado se convierte en el elemento que garantiza la supremacía de los intereses colectivos sobre los intereses individuales. Todos estos temas se recogen en la propia Carta de Atenas con estas palabras:

"...Actualmente, la mayoría de las ciudades se presentan como la imagen del desorden. Estas ciudades no corresponden en modo alguno a su finalidad, que sería la de satisfacer las fundamentales necesidades biológicas y psicológicas de sus habitantes. Esta situación denuncia, ya desde los inicios de la era de la máquina, la incesante multiplicación de los intereses privados.

La violencia de los intereses privados determina una desastrosa ruptura del equilibrio entre la presión de las fuerzas económicas por un lado y la debilidad del control administrativo y la impotencia de la solidaridad social por otro ... la ciudad debe asegurar, en el plano espiritual como en el material, la libertad individual y los beneficios de la acción colectiva. Dentro del dispositivo urbano, el dimensionado de cada cosa sólo puede regularse a escala humana. Los puntos clave de la urbanística consisten en las cuatro funciones: habitar, trabajar, descansar (en el tiempo libre), circular. Los planes determinarán la estructura de cada uno de los sectores atribuidos a las cuatro funciones clave y fijarán su respectiva ubicación en el conjunto.

El ciclo de las funciones cotidianas: habitar, trabajar, descansar (recuperar) será regulado por la urbanística con la más rigurosa economía de tiempo, considerando la vivienda como centro de las preocupaciones urbanísticas y como punto de partida para cualquier valoración ... Es necesario y urgente que cada ciudad establezca su programa promulgando las leyes que consientan su actuación.

El programa deberá formarse a base de rigurosos análisis, dirigidos por especialistas, y deberá prever las etapas en el tiempo y en el espacio, con el fin de unir, en fecunda armonía, los recursos naturales del hombre, la topografía del conjunto, los datos económicos, las necesidades sociológicas y los valores espirituales ... El núcleo básico de la urbanística está constituido por la célula de habitación (una vivienda) y su inserción en el grupo representa una unidad de habitación de tamaño eficaz.

Partiendo de esta unidad de habitación se establecerán, dentro del espacio urbano, las relaciones entre vivienda, lugares de trabajo e instalaciones dedicadas a las horas libres. Para resolver esta grave tarea es indispensable utilizar los recursos de la técnica moderna que, con la ayuda de sus especialistas, apoyará el arte de la construcción con todas las garantías de la ciencia y la enriquecerá con los inventos y recursos de la época ... Existen dos realidades antagónicas. Por un lado, la entidad de los trabajos que, para la organización de las ciudades, es necesario empezar urgentemente y, por otro, las condiciones de extremo fraccionamiento de la propiedad del suelo.

La grave contracción que resulta evidente aquí plantea uno de los problemas más agudos de nuestra época: la urgencia de regular con un instrumento legal la disponibilidad del suelo útil, para corresponder a las necesidades vitales del individuo en plena armonía con las necesidades colectivas. El interés privado quedará subordinado al interés público...".

CIAM V (1937) París. “La vivienda y el ocio”[editar]

Se celebró en París en 1937. La importancia del CIAM de 1933, hizo que este último congreso antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, y por lo tanto de la suspensión de los mismos hasta 1947, apenas desarrollara un tema propio y diera unas conclusiones novedosas. Los temas expresados en la Carta de Atenas fueron los motivos de las ponencias y las discusiones que solamente aportaron acotaciones marginales a la Carta, que ya se mostraba como uno de los documentos más importantes del siglo sobre la arquitectura y el urbanismo moderno.

CIAM VI (1947) Bridgwater. Sin tema específico, las sesiones trataron sobre la situación urbana tras la II GM[editar]

Suspendidos los Congresos durante los años de la guerra se volvieron a convocar en 1947, año en que se celebró el VI CIAM en Bridgewater, Inglaterra. En él se volvieron a reunir los fundadores del primer CIAM, es decir los arquitectos pioneros del movimiento moderno.

Tras las destrucciones masivas provocadas por la guerra y la necesidad de una reconstrucción rápida, los miembros del congreso se plantearon el problema estético como uno de los problemas fundamentales que había de acometer la nueva arquitectura. No sólo era necesaria la funcionalidad de la arquitectura, sino también la belleza de la misma. Gropius planteó una de las preguntas fundamentales sobre la que giraron los principales debates: ¿Es posible una colaboración mutua entre arquitecto, pintor y escultor?. Las experiencias desarrolladas con anterioridad a la guerra demostraban que esta colaboración no era fácil de conseguir; estas mismas experiencias ponían de manifiesto cómo durante mucho tiempo las circunstancias y los propios desarrollos del arte de vanguardia, habían dividido a artistas, a pintores, a escultores, y a arquitectos. Sus actividades parecían desarrollarse en campos radicalmente distintos. La proliferación de vivienda en bloques de bajo coste, realizada con la rapidez y la escasez de calidad que imponía la necesidad de recuperación de la guerra, hicieron que los arquitectos reunidos en el CIAM lamentaran el que esta colaboración no se hubiera desarrollado desde un principio, sobre todo para los bloques de vivienda colectiva: "...Al objeto de reforzar el contenido emocional y simbólico de estos edificios, la integración del arte y de la arquitectura ha venido a ser una necesidad urgente... ".

Pero de una mayor trascendencia, que las propias reuniones y discusiones del congreso, fue la generalización que se hizo de la Carta de Atenas, que se dio a conocer en todo el mundo. Después de la guerra, la tarea principal del CIAM consistió en poner en claro las funciones urbanas específicas de las grandes ciudades. Se intentó que sus normas fueran estrictamente observadas en los planes de urbanización más adelantados. Con ello se consiguió que lentamente el sistema y las normas e ideas desarrolladas en el CIAM, se convirtieran en obligatorio en la Escuela de Arquitectura y en las oficinas de planificación; frente a ello se observó un claro decaimiento en su aplicación.

De este congreso salió el escrito de Sigfried Giedion A Decade of New Architecture, publicado en Zurich en 1951, en el que hacía una revisión de la arquitectura construida por los miembros del CIAM desde 1937, el Congreso anterior a la guerra.

CIAM VII (1949) Bérgamo. “La Carta de Atenas en práctica” y “Síntesis de las artes mayores”[editar]

Se celebró en Bergamo (Italia) en 1949. La continuidad que había supuesto el CIAM de 1947 con respecto a los celebrados antes de la guerra, fundamentalmente en lo que se refiere a los protagonistas e incluso a los intereses sobre los temas de debate, determinó que en esta nueva convocatoria intentara emerger un nuevo modelo. Se pretendía desplazar el protagonismo de los arquitectos franceses, que seguían capitaneados por Le Corbusier, ahora no tan activamente, por el protagonismo de los arquitectos italianos, que ganaron la partida de que fuera una ciudad italiana la sede de la reunión.

CIAM VIII (1951) Hoddesdon. “El corazón de la ciudad”[editar]

Se celebró en 1951 en Hoddenson, Inglaterra, y acusó también marcadamente las nuevas tendencias. Se convocó bajo el título El centro urbano, con lo que se quería poner de manifiesto la insuficiencia de los planteamientos de la Carta de Atenas de una forma oficial. Sin embargo, al abordarse el tema en las diferentes ponencias y en las discusiones se puso de manifiesto no la insuficiencia de la Carta, que todavía se manifestaba como un marco general y hasta cierto punto generalista, válido, sino la falta de preparación de los congresistas para abordar este tema. Tal como había ocurrido en 1930 cuando se empezó a hablar de planificación urbana, se demostró que los participantes no estaban capacitados para discutir desde puntos objetivos estos nuevos planteamientos. Sólo se podían recoger y catalogar las experiencias individuales. La memoria del Congreso publicada por Jacquelije Tyrwhitt, José Luis Sert y Ernesto Rogers, fue poco más o menos un compendio de ideas sueltas, algunas tan manidas como por ejemplo la necesidad de integrar la pintura y la plástica en la arquitectura.

Detrás de estos llamados "estudios", había solamente un gran vacío intelectual y urbanístico y el fracaso del congreso no tardó en reconocerse. El centro de la ciudad estaba concebido con el mismo criterio que las zonas más apartadas puramente funcionales, como un espacio libre, de tal manera que el simple ciudadano debía estar dotado de un instinto milagroso para poderlo localizar y reconocer.

CIAM IX (1953) Aix-en-Provence. “Hábitat humano”[editar]

Se celebró en Aix-en-Provence (Francia) en 1953. El tema oficial fue Hábitat. Realmente el congreso fue, más que otra cosa, una asamblea o reunión magna de estudiantes, que Le Corbusier defendió calurosamente, puesto que eran unos fervientes seguidores de todas sus ideas. Los CIAM empezaban a manifestarse como un centro, casi académico de la defensa del movimiento moderno y de sus creadores.

CIAM X (1956) Dubrovnik. Continuación del tema del anterior congreso: “Hábitat humano”[editar]

Se celebró en Dubrovnik (Croacia) en 1956. En él se continuó con el tema del congreso anterior: Habitat. Sin embargo fue un congreso que pretendió ser una ruptura con los planeamientos de los anteriores.

Fue organizado por un grupo de jóvenes, conocido como Team X, en el que formaban parte arquitectos como Jacob Berend, George Candilis, Gutman, Alison yPeter Smithson, Howell, Aldo van Eyck y Voelcker. Estos arquitectos manifestaron una posición de ruptura con respecto a la Carta de Atenas, posición que determinó que la verdadera labor de los participantes fuera la de oponerse a las exigencias de los arquitectos jóvenes y radicales del Team X. El grupo desarrolló una fuerte visión crítica del racionalismo arquitectónico. Bakema junto a Aldo van Eyck reformaron los objetivos de la Carta de Atenas, en la que se decía: "El objetivo de la CIAM es la gestión de una vivienda que satisfaga las necesidades materiales y emocionales del hombre"; a lo que ellos añadieron: "y que sea capaz de promover su capacidad espiritual". Esto reflejaba la idea que tenían sobre el papel de la arquitectura como elemento capaz de modificar las actuales estructuras de la sociedad.

Además, contra las generalizaciones de la Carta, el Team X hizo la siguiente declaración: "...Todo arquitecto con sus proyectos bajo el brazo, debe estar dispuesto a dar razones. Reconozcamos que imperan ideas nuevas puestas de manifiesto con actitudes contrarias a la concepción mecánica del orden ... El CIAM X debe mostrar que nosotros, los arquitectos asumimos la responsabilidad de crear un orden a través de la forma ... y la responsabilidad de todo acto de creación por pequeño que sea...".

Al terminar el congreso era evidente que se estaba asistiendo al final de una época, hecho que ya se había manifestado en el fracaso y en la falta de originalidad de los anteriores congresos, y al tiempo se ponía en entredicho el sistema de los CIAM, como inoperantes. Se instó a los grupos de trabajo a terminar rápidamente sus labores y se pensó en la posibilidad de editar un volumen donde se recogiera toda la labor de los CIAM durante veinticinco años. Sin embargo, algunas secciones, la italiana en primer lugar, abogaron por una fructífera continuación; se pensaba que el sistema de congresos todavía podía ser válido para el desarrollo de la arquitectura contemporánea. El propio Team X creía que no era pernicioso realizar encuentros de orden internacional, por lo que se llegó a convocar un nuevo congreso.

CIAM XI (1959) Otterlo. Congreso extraordinario para la disolución del CIAM[editar]

Se celebró en Otterloo (Holanda) en 1959, y fue el último de los CIAM. Los temas abordados en este nuevo congreso fueron paralelos a los planteados en el anterior, aunque el verdadero tema del congreso fue las encarnizadas luchas y discusiones desarrolladas por los diferentes miembros de las delegaciones nacionales para defender su obra individual frente a los postulados del CIAM; otros para defender los postulados del CIAM que, en aquellos momentos, se manifestaban ya como auténticas tendencias academicistas. Las discusiones sobre problemas concretos fueron tan limitadas como extensos fueron los coloquios sobre temas generales.

Las conclusiones se expusieron en el libro CIAM’59 in Otterlo, escrito por Oscar Newman. La crisis no se pudo contener, se puso en duda la legitimidad de las votaciones finales debido a la no asistencia a las mismas de algunos congresistas, al tiempo que miembros tan destacados como Sigfried Giedion, Jose Luis Sert, Gropius y Le Corbusier, aunque no habían colaborado con el Congreso, formularon duros reparos contra el Team X.

Disolución[editar]

La organización del CIAM se disolvió en 1959 ya que los puntos de vista de los miembros divergían. Le Corbusier había dejado la organización en 1955, debido al uso cada vez mayor del Inglés en las conferencias y reuniones.

Referencias

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Conrad von Soest, 'Brillenapostel' (1403).jpg
http://hasxx.blogspot.com.es/2013/02/los-ciam-congresos-internacionales-de.html
Conrad von Soest, 'Brillenapostel' (1403).jpg
http://urban-networks.blogspot.com.es/2015/02/cronica-breve-de-los-congresos.html
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Ver artículo aleatorio en:Historia de la Arquitectura.
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Alberto Mengual, .

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