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Mezquita Catedral de Córdoba

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Mezquita Catedral de Córdoba

La antigua mezquita de Córdoba, convertida en el siglo XIII en la actual Catedral de Santa María Córdoba, constituye el monumento más importante de la arquitectura hispano-musulmana, junto a la Alhambra y con una superficie de 23.400 metros cuadrados, fue la tercera mezquita más grande del mundo, por detrás de las de Casablanca y La Meca.

La mezquita se inició bajo el reinado del primer emir omeya Abderramán I y tras sucesivas ampliaciones durante los siglos Siglo IX y Siglo X, fue concluida por Almanzor. La más importante de las ampliaciones es la de Alhakén II a la que pertenecen los arcos del mihrab. En estos arcos se puede ver la evolución de la construcción: las columnas visigodas con sus arcos de herradura les resultaron demasiado bajos a los musulmanes por lo que decidieron añadir pilares sobre las columnas y disponer arcos más altos sin derribar los anteriores y policromando en rojo y blanco todos con lo que se construyó la célebre y más conocida imagen de la Mezquita de Córdoba. Fue lugar de reuniones a la vez religiosas y políticas pues podía albergar hasta veinte mil personas.

Tras la conquista cristiana de Córdoba en 1236, se transforma en Catedral, construyendose en su centro el cuerpo renacentista en el siglo XVI.

Etapas constructivas

Orígenes cristianos

La basílica visigótica de San Vicente fue el templo cristiano más importante de la ciudad desde el siglo V. Tras caer Córdoba bajo dominio Sarraceno, se procede al reparto del complejo basilical y la basílica será el templo donde cristianos y musulmanes realicen sus rezos, compartiéndolo hasta que en 786 Abderamán I comience la construcción de la primera Mezquita Aljama de Córdoba. Comprará para ello la parte cristiana del edificio demoliéndolo y reutilizando en la nueva construcción algunas de sus piezas como columnas y capiteles.

Los restos de la basílica se sitúan bajo el oratorio fundacional de Abderramán I.

Planta de la mezquita y sus ampliaciones


Abderramán I (784-786)

La primitiva Aljama adopta en su planta un modelo basilical inspirado en las mezquitas de Damasco y al-Aqsa de Jerusalén. El espacio está dividido en once naves de idéntica anchura a excepción de la central, que conduce al mihrab y las dos de los extremos, todas ellas perpendiculares al muro de quibla y constan de doce tramos o crujías que corren en dirección al muro de la Quibla. Este gran espacio aparece articulado a través de un módulo de arquerías superpuestas, sistema constructivo, en el que se perciben las ricas influencias del arte helenístico, romano o visigodo, que no sólo marcará el desarrollo constructivo del edificio sino que ejercerá una enorme influencia en la historia de la arquitectura universal. La solución adoptada, de gran creatividad, supone además la reutilización de los materiales romanos y visigodos pertenecientes a otras construcciones previas, como es el caso de la Basílica de San Vicente, sobre los cuales se elevan pilares rectangulares de sillería que dotan de más altura al conjunto. Para darle estabilidad a este alzado se recurre a dobles arcos, de los cuales el inferior, de herradura, hace funciones de entibo, mientras que el superior, de medio punto, es el que soporta la cubierta. Este sistema, además de la alternancia cromática y material de las dovelas, rojas de ladrillo, amarillentas las de caliza, parece estar inspirado en el acueducto romano de Los Milagros (Mérida).

Por otra parte, mientras que los muros son construidos a base de sillares de piedra caliza, dispuestos a soga y tizón, el suelo primitivo se encontraría compuesto de una gruesa capa de argamasa sobre tierra apisonada.

En lo que respecta a la techumbre, si al exterior planteaba un diseño a dos aguas, en el interior quedó estructurada mediante vigas de madera con decoración tallada.

El resultado es un inmenso bosque de columnas coronado de doble arquería que recuerda a un palmeral. El conjunto se cierra con el muro de la qibla, que a diferencia del resto de mezquitas no está orientado hacia La Meca sino hacia el sur.

Hisham I (788)

Terminó el patio o sahn y erigió el primer alminar. Este primitivo alminar, de planta cuadrada, fue más tarde derribado por Abderramán III quien construyó otro, luego parcialmente desmochado, y cuyos restos se encuentran actualmente embutidos en el campanario cristiano de la catedral. La cimentación del alminar de Hisham I se encuentra bajo el Patio de los Naranjos.

Abderramán II (833-848)

La ampliación de Abderramán II responde a la necesidad impuesta por el desarrollo demográfico que registra Córdoba en estos momentos lo que determinaría la necesidad de un oratorio (haram) con un aforo mayor para poder albergar más fieles durante la celebración de los viernes. Así, la sala de oración crece en ocho nuevas naves hacia el sur.

Desde un punto de vista arquitectónico, se opta por continuar con el sistema de doble arcada de la estructura fundacional, con la novedad que supone la supresión de las basas de las columnas. La gran aportación plástica de esta fase se localiza en el trabajo desarrollado por los talleres locales, encargados de la creación específica de piezas de decoración arquitectónica. En su labor, destacará la factura de once capiteles que, si bien siguen las proporciones del arte romano, son animados por la técnica de la talla a trépano. De cualquier manera, el uso de materiales de acarreo seguirá marcando la visión del edificio.

La extensión del oratorio hacia el sur supuso, por tanto, la destrucción del primitivo muro de quibla, cuyos restos son actualmente visibles en forma de grandes pilares, y la edificación de uno nuevo. Diversas fuentes recogen que el mihrab de Abderramán II se proyectaba hacia el exterior en forma rectangular. A él pertenecían los dos pares de columnas que, en la actualidad, se ubican en el mihrab de Alhakén II.

También este emir llevó a cabo una intervención en el patio, cerrándolo con saqqifas en los laterales que faltaban.

Abderramán III (951-952)

Aunque bajo el mandato de Abderramán III no se procede a la ampliación de la sala de oración, su legado si se encuentra presente en el edificio. El que fuera primer califa de Córdoba consolida la fachada del oratorio que se proyecta al patio, tal y como recuerda una inscripción localizada en el Arco de Bendiciones. Su intervención consiste en la superposición, a la fachada primitiva, de una galería de once arcos de herraduras apeados sobre columnas de fustes rosas y capiteles corintios. Destaca la solución adoptada en el tejaroz, en el que se proyecta un interesante conjunto de modillones.

La construcción del nuevo alminar será su aportación más importante, la que marque el devenir constructivo del edificio en mayor medida. Se tiene constancia de la existencia de un primitivo minarete edificado por Hixem I. Nos encontramos, por tanto, ante el más antiguo del territorio del al-Ándalus. Sin embargo, ante la ampliación del patio, Abderramán III procede a su derribo y a la construcción de un nuevo y soberbio alminar. Esta nueva arquitectura llega a ejercer influencia en aquellos otros erigidos en Sevilla, Marrakech o Rabat, e incluso, en algunas torres de la arquitectura románica. De planta cuadrada, se dividía en dos cuerpos de altura diferenciada, estructurados en torno a un machón central del que partían dos escaleras. El primero de ellos mostraba cuatro ventanas con arcos de herradura dobles en sus fachadas norte y sur, mientras que en los frentes oriental y occidental se disponían vanos de tres ojos. Por su parte, el segundo cuerpo se encontraba abierto en sus cuatro frentes y coronado por una cúpula de bronce dorado en la que se insertaba el yamur, es decir, el vástago de hierro que actuaba a modo de remate. En la actualidad, sus restos se encuentran integrados en la Torre Campanario.


Alhakén II (962-966)

Coincidiendo con el esplendor del califato, durante el siglo X se llevarán a cabo las más extensas intervenciones en la mezquita. Pero será la de Alhakén II la ampliación más bella y rica. El segundo día de su reinado encarga a su chambelán Chafar (o Yafar) las obras.

Se derriba el muro de la qibla de Abderramán II, del que también quedan restos visibles en la actualidad, y se amplía el oratorio en doce crujías más en el sentido sur seguido hasta entonces. Para mejorar la iluminación se construyen cuatro lucernarios con bellas cúpulas nervadas. El primero de ellos, previo a la macsura, lo ocupa actualmente la Capilla de Villaviciosa. Los otros tres se elevan delante del nuevo muro de qibla; uno delante del mihrab y los otros dos flanqueándolo.

Previos a la macsura aparecen nuevos arcos polilobulados y entrecruzados, y en las columnas se alternan fustes rosas y azules. Los materiales ya no son de acarreo, sino labrados ex profeso, con presencia de capiteles de pencas, una abstracción y esquematización de los corintios y compuestos del mundo romano y que derivarán en los de avispero que se pueden observar en Medinat Al-Zahra. Todo esto configura la unidad estilística del arte califal ya presente en Medina Azahara.

Otras novedades son el doble muro de la qibla, que facilita la conexión con el sabat y que permite que el mihrab no se límite a un simple nicho, sino que se abra como una pequeña habitación octogonal cubierta con una cúpula con forma de concha. La portada del mihrab y las cúpulas que lo preceden van recubiertas de mosaicos ejecutados por artesanos bizantinos enviados por el basileus cargados con trescientos veinte quintales de teselas.

Almanzor (991-994)

Dado el continuo crecimiento demográfico de Córdoba, este hayib decide llevar a cabo la tercera y última de las intervenciones en la mezquita durante el siglo X. Su ampliación, la más extensa de todas, afecta tanto al oratorio como al patio. Pero esta ampliación no se hará hacia el sur como las anteriores, puesto que la cercanía del Guadalquivir lo impide. La expansión será hacia el este, para lo que Almanzor debió expropiar el cacerío que ocupaba la zona. Se construyen ocho nuevas naves que dejan descentrado el mihrab y el extendido muro de la qibla ya no es doble, sino simple. Esta fase constructiva supone la pérdida del tradicional eje axial que articulaba el edificio y conlleva la correspondiente ampliación del patio hacia el este, al que dota de un aljibe subterráneo.

En contraste con la riqueza de la ampliación de Alhakén II, el despiece de las dovelas de los arcos es fingido por el uso de pintura, sin presentar alternancia entre piedra y ladrillo. A pesar de ello, la contribución de Almanzor sí que resultó relevante en clave espacial. No olvidemos que no sólo procede a la consagración en el uso del característico módulo arquitectónico, sino que además configura definitivamente un recinto amplio y proporcionado.

Por otra parte, no podemos olvidar que la mezquita de Almanzor también brinda una novedosa lectura, la que es ofrecida por el testimonio de los canteros que intervienen en esta fase, como se manifiesta en las marcas labradas en fustes y capiteles.


Fernando III y la Catedral Gótica

Tras la conquista cristiana de Córdoba en 1236, Fernando III ordena la destrucción de todas las mezquitas de la ciudad, que serían reemplazadas por iglesias gótico-mudéjares. Sin embargo, el Rey se sintió maravillado ante la rotundidad de la Mezquita Aljama y decidió conservarla, ocupando únicamente la cúpula de entrada a la ampliación de Al-Hakem II, que a partir de entonces se denominará Capilla de Villaviciosa y definirá el foco cristiano de la Mezquita-Catedral mientras el resto permanece inalterado.

Su hijo Alfonso X el Sabio decidió construir justo al lado de la de Villaviciosa, una nueva capilla en la que ser enterrado a la que se denominó Capilla Real, donde se repite el mismo esquema de las cúpulas ya construidas aunque con una decoración más profusa.

Durante toda la Baja Edad Media prevaleció ya convertida en Catedral, adaptándose el culto y la liturgia cristiana a la espacialidad islámica con algunos acomodos, pero sin provocar destrucciones arquitectónicas; asimismo, la magnificencia del edificio determinó que el ámbito de mayor esplendor, la Macsura y el Mihrab, no fueran tocados ni destruídos, quedando indeleble su construcción. Sin embargo, con el paso de los siglos la Catedral precisaba mayores acomodos y una mayor dignificación en la Capilla Mayor, realizándose a finales del siglo XV (1489) una Catedral cristiana donde estaba la antigua capilla del siglo XIII.

Esta nueva Catedral (dentro de la Mezquita) será promovida por el obispo D. Iñigo Manrique (1486-1496), construyendo una nave con formulación arquitectónica Gótica y realizando algunas modificaciones en los accesos, que también prosiguieron sus sucesores.

La Catedral Renacentista

La mayor alteración del edificio islámico se produce en el siglo XVI, con la transformación renacentista de su centro en una gran Catedral cristiana.

El propio Concejo de la ciudad promulgó una circular impidiendo la participación en la nueva obra, estableciendo incluso pena de muerte a quien trabajara. Finalmente intercedió el emperador Carlos V para que se realizara la obra, aunque más tarde se lamentara, como recogió J. B. Alderete, con la famosa frase habéis destruido lo que era único en el mundo, y habéis puesto en su lugar lo que se puede ver en todas partes.

La obra se comenzó en 1523 por iniciativa del obispo D. Alonso Manrique (1518-1523, hijo del gran comendador de la Orden de Santiago), que supo atraer hacia Córdoba los principios planimétricos de las catedrales castellanas, pues había sido obispo de Badajoz y Salamanca. La Nueva Catedral de Córdoba estuvo al cargo del arquitecto Hernán Ruiz I, que aunque desarrolla sus primeras actuaciones bajo postulados góticos con ciertos arcaísmos, también es verdad que sentencia ya claramente los postulados del Renacimiento.

La formulación clasicista la sentenciará en la Nueva Catedral su hijo Hernán Ruiz II, que hará evolucionar el estilo y es el artífice de las mayores magnificencias de la nueva Catedral. También de muchas de las capillas y rejería. Después de cien años de obras la nueva Catedral será concluida con principios estéticos manieristas, como puede verse en la cúpula del crucero del maestro Juan de Ochoa, o esa formulación de bóveda de lunetos del Coro que sentencia los prolegómenos del arte barroco, donde los criterios estéticos ya van claramente por otros derroteros a los del Renacimiento (yeserías, luces y sombras, escenografías, etc.).

Tras esta gran reforma del siglo XVI, la Mezquita solamente recibirá aditamentos menores y complementos de liturgia. A pesar de los avatares de la Historia, la Mezquita pervive en su esencia islámica, con la singularidad de los elementos básicos. No obstante, superado el empeño decimonónico por subrayar el elemento islámico, se trata de un híbrido arquitectónico que sintetiza una buena parte de los valores artísticos de Oriente y Occidente. Desde esa perspectiva, la Mezquita-Catedral representa una síntesis de los vaivenes de la historia de España.

La intervención barroca

A pesar de todas las reformas realizadas tanto en época islámica como en las dos catedrales cristianas, el edificio seguía adoleciendo de iluminación natural abundante. La solución a esta falta de luz llega a principios del siglo XVIII cuando por avanzado deterioro han de repararse y sustituirse las cubiertas originales del siglo X. Despreciando este antiguo artesonado, se construirán bóvedas de cañón en yeso y se abrirán lucernarios en los extremos de las naves, aumentando la luminosidad del conjunto que se acrecentará cuando se pinten de blanco todos los arcos, lo cual contribuyó a darle un carácter unitario.

De esta forma se culmina la cristianización del edificio, al convertirlo en un luminoso y unitario espacio visual que es museo de sí mismo, ya que la fuerza del edificio original ha permanecido a pesar de los cambios.

Interior

Maqsura y mihrab

En el espacio de la maqsura, inserto en la zona central del muro de quibla, se localiza el mihrab. Situado entre las portadas de la cámara del tesoro y del sabat, se dispone como punto focal de la aportación que realiza Alhakén II en la Aljama. Sin embargo, no es sólo el lugar hacia el que se orienta el rezo, sino también el enclave en el que converge el desarrollo constructivo de esta ampliación, el espacio hacia el que el espectador, asombrado por la riqueza y plasticidad, dirige su mirada.

El mihrab ya no es una simple hornacina sino que se plantea como un espacio de proyección, transformándose en una pequeña estancia de planta octogonal cubierta por una cúpula de venera. Su alzado se asienta sobre un zócalo de mármol que es recorrido por una sura coránica y una inscripción alusiva a los artífices de la obra. En la parte superior, sobre los paños del muro, se emplazan arquillos ciegos trilobulados junto a una abundante decoración de ataurique.

Su portada se estructura a través de un arco de herradura peraltado en el que se concentra la decoración de mosaicos que enlaza con la tradición de Bizancio, aportada por la labor de los artesanos enviados por el emperador Nicéforo II. Estos mosaicos se extienden a lo largo de las dovelas con una ornamentación geométrica y vegetal, pero también en las inscripciones que recogen los versículos del Corán. A la riqueza aportada por los mosaicos se añaden los tableros de ataurique que muestran el motivo temático del "árbol de la vida”.

Capilla de Villaviciosa

La capilla de Villaviciosa fue la primitiva Capilla Mayor de la Mezquita-Catedral. En un primer momento, el culto católico se adapta al espacio del antiguo oratorio musulmán, disponiendo el altar mayor bajo el lucernario de Alhakén II. Las primeras obras de adaptación se realizan más de dos siglos despues siendo el obispo Íñigo Manrique (1486-1496) quien ejecuta la primera obra cristiana de envergadura, con la construcción de una gran nave gótica, lo que supuso la primera gran modificación cristiana de la mezquita.​ Tras la construcción de la capilla mayor renacentista en 1607, comenzó a denominarse capilla de Villaviciosa.

Se trata de un espacio de planta basilical cuyo alzado se estructura a través de pilares, arcos fajones apuntados y arcos formeros de medio punto cubierta mediante una armadura de madera a dos aguas. Mientras que en uno de sus lados se respetaron los arcos de herradura de la mezquita, con sus respectivas columnas, en el lado opuesto se hicieron arcos sobre anchas pilas de ángulos redondeados, como si se hubiera embutido una columna en cada uno de ellos.

Los huecos para la iluminación de la nave surgen en la línea de arranque de los arcos y mientras cuatro de estos unen los puntos medios de los flancos, concretando el dibujo de un cuadro, otros cuatro, que se unen de dos en dos, se integran por los centros de los anteriores. El cuadrado del centro da lugar a un octógono por un cerco de figuras triangulares, y consigue una bóveda de doce gallones. Los cuatro ángulos de la planta cuentan con cuatro bóvedas pequeñas, intercaladas de otros gallones y estrellas que han surgido del acto creador de los arcos entrelazados. Los sillares de la capilla se hallan dispuestos a soga y tizón.

Capilla Real

La Capilla Real fue fundada por Enrique II de Castilla para sepultar en ella los restos de Fernando IV y Alfonso XI, reyes de Castilla y León, aunque en la actualidad los restos mortales de ambos monarcas reposan en la iglesia de San Hipólito de Córdoba.

De planta cuadrangular, se desarrolla en vertical sobre las arquerías de la mezquita de Alhaken II, siendo anexa en su lado occidental a la Capilla de Villaviciosa. El nivel del suelo se eleva varios metros respecto al suelo de la Catedral, quedando en el subsuelo la cripta que albergaba en sus muros los enterramientos. A la parte alta de la capilla se accedía por medio de una escalera procedente del lado anexo a la Capilla de Villaviciosa, pero este acceso fue destruido en el siglo XIX; esto unido al cerramiento de los lados Norte y Sur acabaron desvirtuando el recinto casi por completo en su configuración inicial.

El espacio está ornamentado en estilo mudéjar. Un zócalo alicatado con decoración geométrica realizada base de lazos, rombos y cresterías, recorría el perímetro de la capilla y sobre él arrancaba la decoración de los cuatro muros. En el muro Oeste de la Capilla Real destaca un amplio arco de herradura insinuado, en cuyo interior se hallaban, antiguamente, los dos vanos de acceso a la capilla cegados en el siglo XIX.

La Capilla Real está coronada por una bóveda formada por un total de ocho arcos angrelados, cuatro de los cuales se disponen de forma perpendicular a los muros, mientras que los otros cuatro restantes lo hacen de forma diagonal. De esta manera, cada lado queda dividido en cuatro partes iguales, en las que se abren los distintos vanos de iluminación de la capilla. Un gran número de estos vanos fue intervenido en el siglo XVIII, si bien aún quedan restos de los arcos de herradura que los componían.

Capilla del Sagrario

La capilla del Sagrario ocupa todo el ángulo suroriental del templo, hallándose ubicada en la ampliación realizada por Almanzor a finales del siglo X. Fundada como capilla de Santiago en 1330 por la viuda de Juan Ponce de Cabrera, fue convertida en librería capitular en 1517 por el arquitecto Hernán Ruiz I, mientras que en 1578 se construyó la nueva capilla del Sagrario por iniciativa del obispo Martín de Córdoba y bajo proyecto de Hernán Ruiz III.

Se trata de una capilla de planta rectangular, dividida en cuatro tramos y tres naves cubiertos por bóvedas de crucería gótica. La portada que da acceso a la capilla consta de un arco de medio punto, sostenido por pilastras policromadas y cuyos capiteles son de orden jónico. La reja que separa la capilla del resto del edificio es de hierro policromado.

Su principal atractivo reside en el programa de pinturas murales que, según encargo del obispo Antonio de Pazos y Figueroa, decoran la totalidad del espacio. El conjunto pictórico, iniciado en 1583, fue realizado por el pintor piamontés César Arbasia, quien pondrá en relación esta obra con los focos de creación artística de la Italia del momento.

Minarete y Campanario

El minarete fue construido por Abd al-Rahmán III en el siglo X, medía 47 metros y tenía una base cuadrangular de 8,5 metros de lado. Estaba compuesto por un cuerpo principal y una segunda torre o «linterna», también de planta cuadrada, que lo coronaba. Este segundo cuerpo estaba rematado por una cúpula y un yamur que albergaba dos esferas metálicas de oro y una de plata (a menudo denominadas «manzanas»), disminuyendo de tamaño hasta la cima. El cuerpo principal albergaba dos escaleras, construidas para ascender y descender por accesos diferentes. A la mitad del recorrido, las escaleras estaban iluminadas por tres ventanas en arcos de herradura, decorados con dovelas que se alternaban los colores y rodeadas por un alfiz rectangular, similar al de las puertas exteriores de la mezquita. Este triplete de ventanas se repetía en el nivel superior, y por encima de este, en la última planta del primer cuerpo, había una fila de nueve pequeños ventanales de igual forma y decoración. El borde del primer cuerpo estaba coronado con una balaustrada de almenas en forma de sierra, parecido a los encontrados habitualmente en Marruecos. La linterna estaba decorada por un arco de herradura en cada una de sus caras, de nuevo alternándose los colores de las dovelas enmarcadas por un alfiz.

Tras la conquista cristiana, el antiguo alminar queda reconvertido en campanario. Su aprovechamiento se sucede hasta el año 1589, cuando un terremoto afecta a su estructura y se decide la edificación de una nueva torre que envuelve parte de los vestigios califales.

La nueva torre catedralicia se inicia en 1593 según el proyecto de Hernán Ruiz III, que llegó a concluir el cuerpo de campanas. Posteriormente, se suceden las intervenciones de Juan Sequero de Matilla, arquitecto que añade el cuerpo del reloj, y de Gaspar de la Peña, autor de la linterna sobre la que se asienta la figura de San Rafael.

Patio de los naranjos

El patio de los Naranjos está situado en la parte norte del templo. Se trata de un recinto cerrado de 130 metros de largo por 50 de ancho. Sus lados occidental, septentrional y oriental se hallan rodeados de galerías porticadas.

Tiene su origen en el patio de abluciones de la mezquita de Abderramán I, aunque también se utilizó para impartir enseñanza y realizar juicios. Fue posteriormente ampliado y reformado durante las siguientes etapas constructivas.

Su muro sur, que comunica al patio con el interior del templo, está formado por 17 arcos de herradura. Estos arcos se encontraban originariamente abiertos, haciendo de la sala de oración un espacio abierto.

Planos

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Otras imágenes

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Situación


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Referencias

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Conrad von Soest, 'Brillenapostel' (1403).jpg
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